Opinión Política
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Falacias Económicas

Por Alfonso Gómez Godínez

@ponchogomezg

En la narrativa de la clase política es sumamente común ofrecer bienes y servicios públicos gratuitos. En las campañas se acentúan los discursos populistas y simplones donde todo se ofrece a cambio de nada. Se prometen bajar, quitar, no poner impuestos -que por cierto puede ser en un momento determinado una propuesta justa y necesaria-, pero el problema surge cuando a la par se realizan anuncios de nuevas obras y apoyos gubernamentales. La ecuación no es sostenible.

Mi gran amigo y mentor René Villarreal, Premio Nacional de Economía, nos decía que en economía no existe nada gratis, al final lo que se produce y/o se consume alguien lo tiene que pagar.

En nuestro país, bajo la batuta del Estado interventor de la segunda mitad del siglo XX (en 1986 tan solo en la Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal del gobierno federal estaban sectorizadas alrededor de 1200 empresas públicas), existía el convencimiento de llenar desde el ámbito público los espacios que el mercado no atendía. Sea por la magnitud de los costos y/o por la incertidumbre del retorno de la inversión, teníamos empresas públicas produciendo desde petróleo, energía eléctrica, hasta azúcar, sal, fertilizantes, tubos y textiles, etcétera y etcétera.

El planteamiento no necesariamente era malo ante la ausencia del mercado para atender determinadas necesidades como materias primas, vías y medios de comunicaciones, la presencia del Estado era irremediable. Sin embargo, al minimizar los costos de la inversión y, fundamentalmente, el tema de los precios y tarifas de esos bienes y servicios no solo se generaron déficits fiscales y presupuestales, sino que se arraigó una cultura favorable al subsidio y a la gratuidad.

Se generalizó como algo correcto social y políticamente una economía de ficción. Las autoridades paternalistas disponiendo de los recursos públicos para ofrecerlos con la supuesta, pero sumamente atractiva, etiqueta de bajos o cero cobros.

Los graves problemas que enfrentamos de escasez de agua, contaminación del aire, exceso y acumulación de basura, devastación de la flora y fauna, en buena parte tienen que ver con esa “cultura económica” de los bienes públicos abundantes, baratos y gratuitos. Las personas actuamos bajo incentivos formales e informales, de tal manera que alineamos incentivos económicos para que se derroche y contamine el agua. Hemos puesto a los bienes más valiosos para la vida como agua potable y aire limpio bajo la lógica de la explotación y el agotamiento debido al poco o nulo valor económico que les hemos asignado.

Hoy que la ciencia económica abreva de la psicología y nos permite encontrar la explicación a las conductas y decisiones irracionales de los actores económicos cuando las señales de los precios y tarifas del sector público están mal alineadas.

Es necesario insistir en que no existe nada gratis en la economía. Los servicios educativos públicos, los servicios médicos donde el Estado y las autoridades insisten en que son gratuitos, es una falacia, cuestan y todos los pagamos con impuestos o costes de oportunidad.

En la medida en que avancemos en erradicar la palabra gratuito, sentaremos bases para mejorar la conducta económica de las personas, evitar el engaño y la manipulación de quienes quieren el voto y la simpatía manipulando la necesidad y la estrechez de los bolsillos de la gente.

 

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