Opinión Política
OPINIÓN

Recobrar la educación, tarea para los diputados

REFLEXIONES

Por Gonzalo Leaño Reyes

Últimamente han rebautizado al Palacio Legislativo de San Lázaro como “la casa del pueblo”, pero se les olvida a los diputados federales el respeto que deben guardar en una casa ajena, pue si bien ellos son representantes populares la casa no es suya, es del pueblo.

Lo anterior es sólo una alegoría, ya que el recinto de la Cámara de Diputados no es del pueblo; pertenece al Poder Legislativo de nuestro país, aunque tampoco en este caso es propiedad de una determinada Legislatura, de un grupo o alianza parlamentaria y mucho menos de un diputado en particular. Por lo tanto, también en este caso todos los asistentes deben guardar respeto.

Lamentablemente, vemos cómo en la actualidad los diputados han hecho uso del recinto parlamentario como si se tratara de un mercado o, mejor dicho, de una arena de lucha libre. Las sesiones en las que fue aprobado, el año pasado, el Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2022 y la más reciente en la que se discutió la iniciativa de Ley Eléctrica propuesta por el presidente López Obrador, son un ejemplo palpable de ello.

Disfraces, pancartas, mantas, tomas de tribuna, abandono del recinto, gritos, groserías, lenguaje procaz y violento; llamados a la confrontación física, sesiones deliberadamente largas, albazos, boicot a las sesiones, falta de atención al orador, presencia indebida de asesores, de fotógrafos particulares y exceso de periodistas; gente obstruyendo los pasillos o comiendo en las curules, etcétera, son algunas vergonzosas manifestaciones y actitudes de los diputados, y que hoy están expuestas a la mirada pública ya que se transmiten a través del Canal del Congreso.

Un comportamiento educado no contradice el espíritu crítico, apasionado, vehemente, fogoso, apasionado, ardorosamente comprometido que debe tener un diputado para expresarse libremente en tribuna. Los argumentos, la capacidad para expresarlos y la habilidad para convencer es lo que cuenta. México ha tenido excelentes tribunos. Nos vienen a la memoria, por mencionar ejemplos recientes, Porfirio Muñoz Ledo y Pablo Gómez, pero parece que esa estirpe se está terminando o se ha sustituido por un rebaño de alborotadores.

Es urgente restituir la dignidad del Palacio Legislativo, pero sobre todo de los legisladores. Son 500, pero podrían ser 50 y funcionar más eficientemente, ya que sus ideas no serían ahogadas por los gritos destemplados de los otros 450.

“Casa del pueblo” o como quiera que se le quiera llamar, el Palacio de San Lázaro merece respeto de todos los políticos, así como se respeta la sede de la Suprema Corte y el Palacio Nacional. Ni más ni menos.

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