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¿Viviendas y Ciudades Seguras?

Por Carlos E. Martínez Gutiérrez

Consultor en Desarrollo Urbano y Vivienda

La expansión urbana desmedida en los últimos treinta años fue ocasionada en gran medida por la construcción de vivienda mal llamada popular, desarrollada a partir de los límites de la mancha urbana. El crecimiento se vio con el concepto de pegarle colonias a las orillas de las ciudades, en el mejor de los casos, porque en otros se construyeron fraccionamientos y conjuntos habitacionales lejos de todo y cerca de nada, sin ninguna planeación más que el simple hecho de hacer viviendas porque el negocio era muy apetitoso.

Pero la construcción de grandes núcleos de viviendas, en su mayoría de forma horizontal, se realizó dentro de las legislaciones vigentes en los diversos estados del país, la mayoría ordenamientos a modo de los intereses inmobiliarios, que con todo y eso, en muchos casos, fueron violados, donde la autoridad fue omisa en su aplicación, los planes de desarrollo urbano quedaron como una bonita carta de colores.

Como si fuera poco el problema, las construcciones sin ningún tipo de reglamentación se incrementó de una forma exorbitante que, según datos oficiales, cerca del 62% de las ciudades son asentamientos irregulares; grandes áreas de las ciudades asentadas en terrenos con gran fragilidad ambiental, terrenos inestables, con una topografía accidentada, con rellenos inadecuados, donde las construcciones invadieron escurrimientos de agua, cauces, ríos o zonas de restricciones de diferentes tipos.

Asentamientos sin los servicios básicos indispensables para la vida en comunidad, como agua potable, alcantarillado o energía eléctrica, no se diga la falta de espacios públicos, transporte, servicios de salud, educación o equipamientos.

En estas áreas de las ciudades la mayoría de las construcciones espontaneas realizada por los propietarios con ayuda en el mejor de los casos de un albañil, presentan en gran medida, además del pésimo diseño y la distribución de los espacios, sus dimensiones quedan muy lejos para ser dignas, habitables y salubres, carecen de un adecuado sistema estructural diseñado y ejecutado para que las construcciones les brinde seguridad; por supuesto que este tipo de construcciones están sujetas a un riesgo permanente ante cualquier fenómeno natural con los riesgos que ello implica.

Los programas de autoconstrucción o vivienda asistida por técnicos prácticamente desaparecieron de forma general de las políticas públicas, cuando estos sistemas garantizaban, aunque de forma modesta, espacios dignos, salubres. Por otro lado, tristemente los institutos de vivienda en los estados olvidaron su papel fundamental por los que fueron creados.

Pareciera que las políticas públicas en materia de planeación urbana y vivienda contemplan solo lo nuevo a partir de hoy, pero tristemente no contempla una planeación, acciones y políticas públicas para las viviendas y zonas con alto grado de fragilidad y vulnerabilidad, políticas que permitan reconvertir y adecuar las ciudades a los nuevos lineamientos, pero, sobre todo, que busquen la calidad de vida y seguridad a sus habitantes.

Hablar de reconvertir las ciudades, dotarlas de viviendas dignas y los equipamientos necesarios para reestructurarlas en barrios o distritos con todos los servicios, así como políticas de reubicación de la población.

Rediseñar la ciudad es hablar de metas claras, planes estratégicos, voluntad política y continuidad en las diferentes acciones, al margen de los cambios de gobierno y partidos políticos. Esto último es el reto, pareciera que con cada cambio de administración pública se redescubre el municipio, el estado o el país, que lejos de avanzar vamos retrocediendo y las ciudades cada vez más caóticas.

Es urgente cambiar las estrategias y forma de hacer las cosas en materia de planeación urbana y vivienda, porque el tiempo nos está diciendo que en los últimos años se hizo mal. Aquí si aplica la famosa frase de Albert Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”.

 

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