Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

La primera derrota de Calles

Fracasó en su intento de crear una “Iglesia Católica Mexicana” Cismática.

 

Por Alfredo Arnold

El presidente Plutarco Elías Calles inició su cuatrienio el día primero de diciembre de 1924. Terminado su encargo presidencial continuó hasta 1934 ejerciendo de facto el poder con el título de Jefe Máximo de la Revolución durante el Maximato que cubrieron Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez.

El tiempo que Calles duró formalmente en la presidencia fue uno de los periodos más difíciles para la Iglesia Católica pues se vio perseguida y en algunos casos impedida de llevar a cabo su misión.

La ola anticlerical ya venía desde mediados del siglo anterior con la presencia de la masonería en las altas esferas gubernamentales, las Leyes de Reforma y más tarde con la Constitución de 1917 y el régimen de Álvaro Obregón, pero fue en los años de Calles cuando se multiplicaron las agresiones y atentados contra el catolicismo.

En aquellos años también existían agrupaciones de ciudadanos, sobre todo jóvenes y mucha presencia de mujeres que reaccionaban inmediatamente, ya fuera por la vía de las leyes, con manifestaciones, periódicos, hojas volantes o con enfrentamientos físicos como último recurso, ante los intentos autoritarios del gobierno.

Hay un episodio que nos recuerda aquellas confrontaciones entre quienes abiertamente querían imponer el régimen bolchevique leninista que estaba de moda en algunas partes del mundo y los valientes católicos. Se trata del intento de las autoridades por crear una iglesia mexicana, que finalmente se convirtió en la primera derrota del presidente Calles.

Apenas dos meses después de haber ascendido al poder y sabedor de la decisión y fuerza moral que caracterizaba a los creyentes, en febrero de 1925 Calles fue aconsejado por Luis Morones, ministro de Industria y Comercio, de crear una iglesia nacional separada de la autoridad del Papa y sometida al gobierno; prohibía el sacramento de la confesión y otras cuestiones. Varios miembros del clero fueron invitados a sumarse al proyecto cismático pero la respuesta fue de absoluto rechazo.

Por fin se presentó un sacerdote entrado en años que también había sido comerciante y militar y contaba con permiso para ejercer el ministerio eclesial. Se trataba de José Joaquín Pérez Budar, quien se autonombró Patriarca de la “Iglesia Católica, Apostólica Mexicana”, a quien se le sumó el presbítero Manuel Monge.

El gobierno tomó por asalto la parroquia de La Soledad en la ciudad de México y la entregó a los ministros cismáticos, pero tan pronto se enteraron los fieles y los vieron oficiar, se produjo una confrontación que a duras penas fue contenida por la policía y los bomberos. La sociedad y la prensa capitalina reprobaron decididamente la grave intromisión oficial en asuntos de la fe.

Manuel Monge se deslindó y salió del país repudiando al “movimiento separatista al que he cooperado desgraciadamente contra mis creencias y el gran respeto que guardo a Su Santidad el romano pontífice”, según declaró al diario El Universal.

El templo de La Soledad fue inhabilitado, se le entregó al Patriarca Pérez el templo de Corpus Christi como nueva sede en donde se vio solo ante la indiferencia de los fieles, hasta que arrepentido, a los ochenta años de edad y en su lecho de muerte, escribió una carta de puño y letra, sellada y con sus huellas digitales: “Abjuro todos los errores en los que he caído, sea contra la santa fe, sea contra la legítima autoridad de la Santa Iglesia Católica, Apostólica Romana, única verdadera. Me arrepiento de todos mis pecados y pido perdón a Dios, a mis Prelados y a todos aquellos a quienes he escandalizado con mis errores y mi conducta. Protesto que quiero morir en el Seno de la Santa Iglesia Católica, Apostólica Romana, confiando en la bondad de Jesucristo N.S. y de mi Madre amorosa la Sma. Virgen de Guadalupe; creo todo lo que la misma Santa Iglesia nos enseña y exhorto a todos a no apartarse de ella, porque es la única arca de salvación. México, octubre 6 de 1931”.

El templo de La Soledad fue devuelto a la Iglesia 35 años después de haber sido tomado por asalto. Lo recibió el 12 de febrero de 1960 el arzobispo Miguel Darío Miranda.

Tiempos más radicales y sangrientos se producirían después de aquel febrero de 1925 cuando Calles iniciaba su mandato presidencial… pero esa es otra historia.

 

 

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