Charlas en la Cafetería del Barrio
Por Alberto Mora
@alberto_mora
-¿Por qué los políticos cambian, en tan poco tiempo, desde su forma de pensar hasta su modo de andar? Al principio son simpáticos, amables, tienen la convicción de trabajar a partir del bien común, la justicia y la verdad. Pero de pronto se vuelven narcisistas, mentirosos y agresivos; ven el mundo como un escenario para autoglorificarse y su principal preocupación se reorienta a buscar una vulgar popularidad, ensalzando su propia imagen con desmesura, orgullo y arrogancia.
Así arranca Ricardo la charla en la cafetería del barrio. Él es pasante de la carrera de sociología, cafetero aficionado a crear combinaciones poco usuales con café. Hoy, saborea un cold brew (café macerado en frío durante 16 horas), mezclado con jugo de frutos rojos y hielo. Así continúa su reflexión:
-De mis lecturas recuerdo que Aristóteles y Platón, afirman que “las virtudes son los valores que permiten al ser humano moldear su personalidad a partir de buenas acciones, conductas y hábitos. Pero cuando el “yoísmo” infecta a las personas, de alguna manera se creen el centro del universo y creen que sus propias opiniones o intereses son más importantes que los de los demás.
Leo, profesor universitario, es un cafetero más conservador. Con atención escucha el planteamiento de Ricardo, y antes de responder disfruta las notas de un espresso doble preparado con café de Amacueca, una región nutrida de cafetos de muy buena calidad en el Estado de Jalisco.
-David Owen, médico británico, identificó un trastorno que padecen las personas que ejercen poder. Un padecimiento que trastorna la personalidad para convertir a personas virtuosas en tipos excesivamente soberbios y mesiánicos.
“Se ha diagnosticado a personas en gobierno, en política, en finanzas, en asociaciones religiosas, en sindicatos; es más, hasta en las familias. El poder afecta a personas que ejercen poder en cualquiera de sus formas.
“Me refiero al “Síndrome de Hubris”. Es un trastorno psiquiátrico. Es un trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, una propensión a excentricidades y deprecio hacia las opiniones de los demás. Cuando los datos reales no son de su agrado, los desmienten o niegan sus creencias; acuden al argumento de los otros datos, “otros datos” que no existen.
“Para ellos la ley no importa, su conducta la regula el contexto. Opinan de todo y saben de todo en cualquier momento. No hace falta ni que se les pregunte porque ellos y ellas lo saben y ya está. Se sienten capaces de realizar grandes tareas, creen saberlo todo y estar autoconvencidos que de ellos se esperan grandes cosas, por lo que actúan más allá de la moral ordinaria sin atención al marco jurídico.
“Te recomiendo la lectura de los trabajos de David Owen, sus investigaciones nos ofrecen testimonios convincentes de cómo en la historia el poder ha cambiado de manera negativa la salud de los líderes”.
Ricardo llama al barista, solicita la cuenta y a manera de conclusión comenta:
-La historia documenta y nosotros los seguimos padeciendo: “mismo infierno, distintos demonios.” Owen puede incluir en su catálogo a nuestros gobernantes que ya se infectaron y que van destruyendo día a día la confianza que les depositó una sociedad con deseos de vivir en paz, de prosperar económicamente con seguridad, con justicia social.
“Es lamentable cómo vemos que los gobernantes se enfrentan un día sí y otro también a los medios de comunicación, a esos que fueron sus aliados para alcanzar el bastón de mando, el báculo de poder que hoy utilizan.
“Yo no voté por ellos, pero los que sí votaron por ellos lo hicieron con razón, no deben sentirse culpables del desenlace. Al final de cuentas a nuestros gobernantes les atacó un mal, están enfermitos, ojalá en algún momento, encuentren la terapia para su rehabilitación”.