Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

Los ferrocarriles y Vallejo

Del esplendor porfiriano a la indiferencia revolucionaria y la crisis de 1958.

 

Por Alfredo Arnold

El ferrocarril fue un extraordinario medio de comunicación en México durante más de cincuenta años, desde principios hasta mediados del siglo XX que fue cuando comenzó a masificarse el uso del automóvil y por consecuencia florecieron las carreteras y autopistas, así como la aviación civil que impulsó el presidente Miguel Alemán.

Las primeras concesiones para construir una vía ferroviaria y prestar el servicio de tren se otorgaron desde 1838, aunque las guerras internas y las invasiones extranjeras impidieron el desarrollo de esta industria. Incluso durante el Imperio de Maximiliano se hicieron intentos. Fue hasta 1872 cuando los hermanos Escandón lograron terminar una ruta ferroviaria que iba de Veracruz a la ciudad de México.

El esplendor ferrocarrilero llegó a nuestro país con el Porfiriato. Cuando Díaz asumió por primera vez la presidencia había 416 millas de vías y para 1910 la red ferroviaria era de 15,360 millas. Este auge fue detonado por la inversión extranjera norteamericana, británica y francesa.

La Revolución detuvo el crecimiento y además provocó el deterioro de rieles y trenes por falta de mantenimiento. No obstante, el ferrocarril prestó un gran servicio para el desplazamiento de las fuerzas combatientes, particularmente para las que se movían de norte a centro de la República. Soldados, revolucionarios, mujeres que los acompañaban, caballos, armas y municiones iban y venían por ferrocarril.

Después de la Revolución el transporte ferroviario de pasajeros tomó nuevos bríos y cierto lujo con el servicio Pullman. Esta clase contaba con carros dormitorios, cabinas individuales, restaurante, bar, sanitarios y agua para enjuagarse por las mañanas, comodidades que no tenían los autobuses foráneos. El presidente de la República, gobernadores, empresarios y gente acomodada viajaba en tren. Curiosamente, el coronel José García Valseca, dueño de la principal cadena de periódicos tenía su propio vagón llamado “El Sol”.

Pero poco a poco este medio de transporte cayó en desuso sobreviviendo únicamente el servicio de carga. Algunos trenes han sido habilitados con fines turísticos, como el “Chepe” que atraviesa la majestuosa Sierra Madre Occidental o el exitoso Tequila Express, operado por la Canaco de Guadalajara que ofrece viajes recreativos todo pagado a la cercana población de Tequila.

En 1933 se creó un sindicato único de trabajadores ferrocarrileros (STFRM); en 1937 el presidente Cárdenas nacionalizó esta industria. Años más tarde Miguel de la Madrid fusionó las empresas ferroviarias y finalmente Ernesto Zedillo las privatizó.

Como otras actividades prioritarias de nuestro país, la historia de los ferrocarriles ha sufrido grandes cambios en poco tiempo; cambios que no han sido necesariamente para bien, pues mientras que otros países han modernizado sus sistemas ferroviarios, en el nuestro sólo sirve para mover mercancías. Japón, por ejemplo, cuenta con trenes de alta velocidad.

Siendo durante una época el principal medio de transporte foráneo, es fácil imaginar la fuerza política que tenía el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, constituido en 1933 y que a partir del 28 de agosto de 1958 encabezó Demetrio Vallejo.

Demetrio Vallejo Martínez (1910-1985).

Líder de izquierda, Vallejo fue un dolor de cabeza para el Gobierno del entonces presidente entrante Adolfo López Mateos ya desde los últimos meses de gobierno de Ruiz Cortines había organizado una serie de paros laborales exigiendo aumento salarial y la renuncia del Comité Ejecutivo del STFRM.

Entre Vallejo y el nuevo presidente López Mateos había distanciamiento ya que antes de llegar al poder López Mateos se había desempeñado como titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social que reconocía a Salvador Quiroz como legítimo dirigente del STFRM.

El verano de 1958 fue de enorme tensión. Los paros se generalizaban, había enfrentamientos entre los trabajadores fieles al Comité Ejecutivo y los vallejistas disidentes, hasta que se logró un acuerdo que le permitió a Demetrio Vallejo acceder a la secretaría general del sindicato. A su toma de posesión en la Arena México asistieron no sólo trabajadores de ferrocarriles sino también telegrafistas, maestros, petroleros, telefonistas y hasta estudiantes.

Pero en lugar de tranquilizar las aguas, Vallejo emplazó a una nueva huelga general que fue declarada ilegal y de inmediato el gobierno se dio a la tarea de aprehender a los líderes, incluyendo a Vallejo. Se afirma que más de 15,000 huelguistas fueron detenidos en una operación relámpago. Incluso dos miembros de la embajada de la URSS fueron expulsados del país, acusados de ser agitadores en este movimiento.

La huelga ferrocarrilera se levantó oficialmente hasta abril de 1958, los detenidos quedaron en libertad, aunque miles fueron despedidos y Alfredo Fabela fue elegido nuevo secretario general del STFRM. Demetrio Vallejo Martínez, mientras tanto, fue acusado de disolución social y sabotaje, estuvo preso durante once años en Lecumberri hasta 1970 cuando recuperó la libertad.

Vallejo era oaxaqueño, como Juárez, don Porfirio, Vasconcelos, el compositor Álvaro Carrillo, el jonronero Vinicio Castilla y miles de mexicanos relevantes. Nació en 1910 y dejó testimonio de su lucha en los libros “Yo acuso”, “Mis experiencias y decepciones en el palacio negro de Lecumberri” y “Las luchas ferrocarrileras que conmovieron a México”.

Derrotado y envejecido por los años de cárcel, no se resignó a abandonar la política. Fue uno de los fundadores del Partido Mexicano de los Trabajadores, del que fue expulsado después de nueve años de militancia; se afilió al PSUM y terminó sus días siendo diputado federal de la LII Legislatura. Murió en diciembre de 1985, apenas tres meses después de haber llegado a la Cámara de Diputados. Por cierto, fue suplido por Alejandro Encinas.

De acuerdo a la narrativa oficial, el movimiento ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo tenía los mismos móviles que el estudiantil de 1968: desestabilizar al Gobierno para introducir el comunismo en México.

El STFRM ya no tiene ni la fuerza ni la orientación política de hace sesenta años. Tampoco las empresas ferrocarrileras tienen aquella importancia, aunque siguen siendo esenciales para el transporte de carga. El Tren Maya, el Transítsmico y el Tren Rápido México-Toluca son intentos actuales para la recuperación de este sector.

El sindicato se ha mostrado afín a López Obrador. El año pasado, con motivo del Tercer Informe de Gobierno, publicó el siguiente mensaje de felicitación: “Los trabajadores ferrocarrileros de México le felicitamos y reconocemos por su Tercer Informe de Gobierno, para afrontar los desafíos económicos, sociales y de salud pública que enfrenta nuestro país. Valoramos el avance de los proyectos ferroviarios sin precedente que su Gobierno lleva a cabo, por lo que le manifestamos que estamos listos para participar sobre las nuevas vías que impulsarán el desarrollo de la Nación. Fraternalmente”. Firma el secretario general Víctor Flores Morales, el Comité Ejecutivo Nacional y los secretarios generales de las 39 Secciones en el país.

¿Resurgirán los ferrocarriles?… sólo el tiempo podrá contestarlo.

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