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El pájaro de Mathias Goeritz

Por Carlos A. Lara

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

El revisionismo arquitectónico que llevan a cabo las autoridades de la ciudad de Guadalajara debería ser integral y no solo destellos a golpe de luz.

La ciudad enfrenta el vandalismo y robo de acero en la estatuaria pública. El primero se combate con educación cívica, no es endosable a las autoridades, en tanto que el segundo, tipificando y endureciendo penas en el Código Penal, pero ninguna de estas medidas están a la vista. Mucha luz, mucha pirotecnia, pero poco mantenimiento integral en la infraestructura ya desarrollada.

¿Es necesaria una costosa estructura en el centro de la ciudad de 40 millones de pesos, que venden, además, como obra de Barragán cuando no es así? ¿Es necesario un carrusel de más de 25 millones de pesos? Vamos a las cantidades menores. Ahora han decidido -¿Por qué? Tampoco lo sabemos-, devolver el rojo bermellón al Pájaro de Fuego de Mathias Goeritz. Si ya contaban con la anuencia del autor en su momento, según testimonio del maestro Fernando González Gortázar (quien a lo mejor le convenció de unificar el color amarillo al de sus obras), es decir, hacer una constante a partir del color, para qué apagar ese amarillo. ¡Claro! La ociosa conducta del alcalde de pueblo de remozar el quiosco, aunque no sea necesario, aunque lo haya hecho ya el alcalde saliente; que la gente lo vea.

Recuerdo que en las reuniones de trabajo con Sebastián para avanzar en la instalación de los pretendidos Arcos del Milenio, éste señalaba que se había decantado por unos arcos en su propuesta porque era una constante arquitectónica en la ciudad y porque había encontrado en la zona un eje simbólico entre los que estaba el pájaro. En una ocasión osó decir que serían tan grandes que cabría la catedral de la ciudad debajo de ellos, comentario que no sentó nada bien a la arquidiócesis. Lo cierto es que hoy los arcos podrían ser vistos como una jaula para el pájaro de Goeritz, como bien dice Edgar Velasco.

Es verdad que El Pájaro de Fuego era rojo, así estuvo proyectado en el diseño de entrada al fraccionamiento Jardines del Bosque elaborado por Ignacio Díaz Morales, como se puede ver en esta fotografía del libro Luís Barragán, La Revolución Callada (2000). Es de agradecer en verdad la preocupación de las autoridades por embellecer el espacio público, pero no a partir de una sinécdoque. Jardines del Bosque, diseño de su amado Barragán, tiene muchas otras necesidades para conservar su traza original. Menciono dos. El cáncer del comercio desmedido, giros comerciales sin control que han venido modificando fachadas, calles y avenidas. Pese a estar en la zona más arbolada de la ciudad, no se ha cuidado ni rectificado con la misma dedicación que el rojo bermellón, el tipo de árboles que se proyectaron desde un inicio. Hay calles por las que es imposible caminar.

Ahora bien, este tipo de intervenciones de relumbrón son también una constante político-administrativa. Hace cuatro administraciones implementaron en Jardines del Bosque el primer ciberjardín de la ciudad, una gran paradoja. Justo en un fraccionamiento diseñado por el amante del espacio abierto que pensó en el estar juntos (no conectados) como se pretende vivir ahora.

La arquitectura es un sistema de comunicación urbana. Un sistema en el que intervienen autoridades y sociedad civil organizada. Ojalá el remozamiento del Pájaro de Fuego sea el inicio de un programa integral de recuperación urbana que devuelva, en la medida de lo posible, los elementos originales al fraccionamiento y a la zona. Si es solo el cambio del amarillo al rojo bermellón, sería lo más parecido a un Timo.

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