Opinión Política
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Debates y propuestas: ¿Diálogos o soliloquios?

Por Juan Carlos Hernández A.

Master en Gestión Social y Políticas Públicas

@juancarleis2020

La tan esperada elección del próximo 2 de junio causa esperanza de comunicación política en actores y la sociedad misma. La opinión pública está ávida de novedades en la campaña electoral ya en marcha desde el pasado 1 de marzo; es ahí donde por obligación legal y constitucional la autoridad electoral propone debates de las y los candidatos en los tres niveles de gobierno.  Si bien un debate es una oportunidad ante un foro para demostrar inteligencia, conocimiento, habilidad, oratoria, persuasión, capacidad de control emocional y muchas más cualidades que no se hacen ni se preparan en el momento de debatir, sino que son características que se hacen con la experiencia y debida formación académica inclusive.

La situación del país no está como para que en un debate de ideas se pueda plantear en realidad soluciones viables, lejos estamos de que en un episodio de encuentros de intercambio de ideas entre unos y otras u otros generen propuestas alcanzables, prontas y viables del todo. Imposible. Debo aclarar que no me refiero a ningún debate en particular.

El dominio de la palabra no es cosa fácil, tampoco lo es entrar bajo presión de otro que esté cuestionando lo que ahí se dice, y que se debe defender solo con habilidades antes desarrolladas y ampliamente conocidas. Difícil sí que lo es.

Prepararse para mostrar ideas y propuestas para incluirlas en políticas públicas reales es, por lo menos, algo que deba planearse con los asesores adecuados que suponemos son los que sí saben y que deberían tomar los puntos más valiosos para que él o la candidata los entienda y luego tenga clara idea de plantearlo.

Difícil entender que cuando se presenta la incomodidad de la incompetencia de un candidato en un debate, lo que está haciendo es dar paso al otro a posicionamiento por arriba de este y a quedarse detrás de los demás en la aceptación de quién lo ve y escucha.

Por ello, es tener muy presente que para enfrentar al «otro» es muy inteligente pensar que eres bueno para hacerlo bien o tendrás que hacerte el ánimo de quedar en el intento. Entendemos que participar en un debate es para hacer las mejores propuestas a problemas reales con soluciones reales.

El quid del asunto es tener conciencia de que cualquier debatiente puede hacerlo bien y no fingir que lo quiere hacer bien, que está en el intento de sacar provecho del momento, pues son muchas las variables que se presentan en el mismo momento de plantear una pregunta como de responder a otra. La emotividad que invade es mucha, pero también será mucha la responsabilidad de controlar la situación en que se pone o le pone el «otro», pues puede devenir en una crisis en un momento de tensión.

En definitiva, en los debates se muestra no el llamado “músculo”, sino más bien la idiosincrasia, la plataforma política de un ideario partido político, pero también la creatividad, la contundente prueba de conocimiento de lo que se habla ahí ante los otros y no hacer un soliloquio; es decir, hablar para sí mismo. Más bien, lo que deberá imperar es el dialogo entre los demás en la inteligencia de saber conocedor de los temas que ahí se plantean.

Los debates serán en todo caso la medición de la ciudadanía para ver, escuchar y conocer qué es lo que se plantean los aspirantes a ocupar un cargo de elección popular para que, en sus funciones de ganar la contienda electoral, hagan siquiera el esfuerzo por trabajar en los temas que saben son necesarios para el mejor vivir y mejor estar de cada ciudadano y habitante del municipio, del estado y del país. Estemos atentos, aun nos quedan más de 70 días aun por ver cómo se mueve a la opinión pública a una definición por el o la mejor candidata(o), que pueda hacer “click” con el mejor protagonista de una elección: el elector. Que no llegue el rumor de la discordia.

 

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