Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

La gran ironía: de Morelos a Almonte

El hijo del siervo de la nación está proscrito de la historia oficial a causa de su filiación conservadora.

Por Alfredo Arnold

La relación de la Historia oficial mexicana con sus personajes se tuerce o se resiste a ser difundida cuando se trata de los vencidos. Los perdedores se vuelven invisibles, si acaso se llega a mencionar su nombre es sólo para dejar constancia del acto por el que se les reprueba. El nombre de Juan Nepomuceno Almonte sólo aparece ligado a la entrega del país a Maximiliano, a pesar de que durante 46 años fue un actor importante en la política mexicana.

Su caso comporta una gran paradoja, una extraña ironía porque su padre, José María Morelos y Pavón es considerado como uno de los héroes más importantes en la guerra de Independencia, autor de los Sentimientos de la Nación que inspiraron la primera Constitución de 1814, protagonista en las acciones militares contra el fuerte San Diego de Acapulco, valeroso y resistente en el sitio de Cuautla; mientras que él, Juan Nepomuceno, fue el líder conservador que restauró por breve tiempo el Imperio Mexicano creado años atrás por Iturbide.

Almonte fue hijo natural de Morelos y de Brígida Almonte. Nació en 1803 y durante la guerra su padre lo envió a Nueva Orleans, nunca se volvieron a encontrar. Al consumarse la independencia regresó a México y fue llamado a desempeñar diversos cargos importantes. Hablaba inglés y francés y, a pesar de su edad, poseía una avanzada educación social y política. Fue Embajador en Estados Unidos, ministro de Guerra y Marina, ministro de Hacienda (sólo durante once días), representó a México en Europa y atendió diferentes asuntos de estado.

Era de firmes ideas conservadoras y se opuso a las leyes que confiscaban las propiedades de la Iglesia. Siendo Almonte presidente de la Junta Superior de Gobierno, el mayor rango entre los conservadores, en 1864 se presentó junto con otros “notables” en el castillo de Miramar y le ofrecieron a Maximiliano y a su esposa Carlota venir a México como emperador y emperatriz.

Lo demás es historia bien conocida: Maximiliano aceptó, creyendo que el ofrecimiento obedecía a un clamor del pueblo mexicano, mientras que en Francia, el emperador Napoleón III vio en esto una gran oportunidad para frenar el avance expansionista de Estados Unidos. La empresa fracasó, Maximiliano fue fusilado, Juárez regresó al poder y Juan Nepomuceno regresó a Europa en 1867 en busca de apoyo que no consiguió.

Juan Nepomuceno Almonte Ramírez murió en París en 1869. Tenía 65 años de edad.

A continuación, transcribimos el memorándum de acuerdos a los que llegaron Almonte y Maximiliano, aquel 22 de enero de 1862 en Miramar. En ellos se hace referencia a la deuda de México con Inglaterra, España y Francia que había detonado el conflicto y a una eventual acción de los Estados Unidos.

Juan Nepomuceno Almonte.

ACUERDOS:

“1. Se calcula que, para sostener al gobierno, se necesitarán por lo menos 10,000 hombres.

“2. Mientras llegan estas tropas, será necesario que el ejército francés, al menos, quede en el país.

“3. A continuación podrá contarse con mi (sic) ejército indígena de seis a siete mil hombres, quizás ocho.

“4. Un préstamo de cien millones de dólares. Para el pago del interés de 5% de esta deuda, podrán ofrecerse en hipoteca los bienes del clero que no se hayan vendido aún y cuyo valor pueda ser calculado en 20 ó 25 millones de dólares. Para esto será necesario contar con el consentimiento del Papa. En todos los casos el gobierno garantizará al clero el reembolso de dicha suma o, al menos, el interés del 5% anual, en el caso de vernos obligados a vender sus bienes por cuenta del Estado, lo cual no podrá suceder pues sólo la Aduana de Veracruz podrá producir más de cuatro millones de dólares, sin contar otras entradas del Gobierno. Por lo demás, para dar mayor seguridad a la casa que conceda el préstamo, las tres potencias signatarias del Tratado de Londres podrán garantizar el cumplimiento de lo que se estipule, limitándose, si fuera necesario, pura y simplemente a obligar al Gobierno a cumplir sus compromisos.

“5. Para superar las dificultades que podrían presentarse, sería prudente establecer un Senado, una Cámara de Diputados y un Consejo de Estado, con facultades análogas a las que se han otorgado en Francia a estos cuerpos. Sin embargo, no es necesario prometer estas concesiones, sino realizarlas sucesivamente a medida que se considere conveniente.

“6. Los títulos de nobleza de las antiguas familias serán reconocidos. Será necesario también prometer, con prudencia y discreción, títulos nobiliarios a individuos de alguna importancia, y, a este efecto, el Gral. Almonte queda autorizado a hacerlo en nombre de S.A.I., en caso de necesidad y a previsión de su ratificación, de modo que el número de títulos de Barón no sobrepasa de 20 y el de títulos de Conde y Marqués, en conjunto, no sea más que de diez.

“7. Para utilizar los servicios de jefes conservadores y también de otros partidos, será de la mayor importancia poder contar de inmediato con una suma no menor de 200,000 dólares. Esta suma podrá ser adelantada sobre la totalidad del empréstito.

“8. Si se estableciese una Regencia durante la ausencia del Soberano, será necesario que la Regencia al expedir sus decretos, mencione que lo hace en nombre del Soberano y con la reserva expresa de su ratificación. Para la Regencia que sería eventualmente nombrada por la Junta y que se constituirá con tres personas, S.A.I. propone los nombres del Gral. Santa Anna, Gral. Almonte y Monseñor Labastida, Obispo de Puebla.

“9. Si los Estados confederados (de Estados Unidos) llegasen a ser reconocidos por las tres potencias signatarias del Tratado de Londres, habrá que dirigirse a ellas para lograr la promesa que no lo harán sin estipular que los Estados del sur garantizarán la integridad del territorio.

“10. La creación de una Nunciatura de primer orden sería de la mayor importancia. Es posible que dirigiéndose al Papa pueda obtenerse esta gracia de Su Santidad, que sería del interés mismo de la Iglesia.

“11. Es urgente el regreso de todos los obispos, al menos de tres de ellos.

“12. Para llevar a buen término la empresa de que se trata, es condición indispensable la perfecta unión de todas las personas que tienen conocimiento de ella y su cooperación con el Gral. Santa Anna, el Gral. Almonte y Monseñor Labastida.

“Miramar, enero 22 de 1862.

Fernando Maximiliano – Juan N. Almonte”.

 

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