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Futbol y Economía. Estados Unidos se nos adelanta.

Alfonso Gómez Godínez

@ponchogomezg

La reciente derrota de la selección mexicana de futbol a manos de nuestros vecinos estadounidenses ha sido tema en los medios y redes sociales. Quedar en tercer lugar en una competición futbolera ante los equipos del área norte, centroamericana y del Caribe desató en el medio un linchamiento contra su exentrenador y derribó el mito del “gigante de CONCACAF”.

El futbol es reflejo y consecuencia de un entorno político, económico, social y cultural. La realidad del futbol mexicano no es una abstracción sino forma parte de la realidad concreta e institucional del país. Sus pautas de organización, comportamiento, sus reglas formales e informales se integran del ADN nacional.

Desde dicha perspectiva, el repetitivo fracaso ante el representativo de Estados Unidos puede ser mirado por la óptica de la ciencia económica, encontrando sus razones, explicaciones y posibles salidas.

La ruptura de la tradicional y añeja hegemonía del equipo mexicano ante nuestro vecino del norte obedece a que las ventajas competitivas de un país o empresa no son estáticas y para siempre. Las teorías del comercio internacional nos hablan de ventajas develadas, de ventajas que son dinámicas y que se requieren de políticas y acciones específicas para mantenerlas y/o adquirirlas. Es evidente que, en México, las autoridades futboleras se echaron a las manos de la inercia y pensaron que dicha ventaja sería para siempre. Perdieron su ventaja y otro la ganó, como en el caso de las ventajas competitivas que han obtenido varios países del sudeste asiático como China. Corea del Sur, Singapur y Taiwán.

Ha quedado de manifiesto que las políticas que impulsan la competitividad generan incentivos para un mejor funcionamiento y rendimiento económico. En el caso del futbol mexicano se ha caminado en sentido contrario ya que decisiones como los torneos cortos, la eliminación del ascenso y descenso, la benevolente conformación de los equipos para la liguilla, la multipropiedad, los sueldos de los futbolistas, la improvisación directiva, entre otros elementos han mermado los incentivos para elevar la competencia del futbol mexicano.

El futbol mexicano puede quedar catalogado dentro de lo que se conoce como un capitalismo de cuates, donde el comportamiento del sistema económico no se rige por la libertad del mercado, las leyes de la oferta y demanda, la meritocracia, la apertura y libertad para entrar al mercado que favorecen mejores resultados sino por los acuerdos al oscurito, entre compadres, donde los dueños y sus primeros círculos generan prácticas y acuerdos en función de su poder y de la expansión y mantenimiento de privilegios. El capitalismo de cuates deriva en el autoritarismo, la corrupción, la defensa de intereses particulares sobre los colectivos y la imposición de la decisión del más fuerte. El capitalismo de cuates atenta contra los principios de una economía (futbol) competitiva.

En el mundo y la economía nos enfrentamos a una economía y competencia global. Jugar en el mundo global es un requerimiento para sobrevivir y desarrollar nuevas capacidades que impulsen la mejora y el rendimiento económico. En el caso del futbol mexicano decidieron jugar al proteccionismo, aislándose al interior de las barreras y comodidades de la CONCACAF para mantener el estatus de gigante y se decidió no competir en Copa América, Copa Libertadores, Copa Sudamericana. Así, se prefiere jugar contra Surinam que, contra Brasil, contra Violette de Haití, el Olimpia de Honduras que contra Boca Juniors de Argentina y Sao Paulo de Brasil.

En una economía donde se genera valor, se busca mejorar la eficiencia y sus estándares de funcionamiento, se incorporan los intereses de los consumidores, los supuestos reyes del mercado. En el futbol mexicano, los aficionados son vistos como consumidores de tercera, influenciados a consumir malos productos, exprimidos con el boletaje y los consumibles dentro y fuera de los estadios y tratados como menores de edad por medios y comentaristas.

Las reglas básicas de una economía competitiva nos remiten al fracaso de México ante Estados Unidos.

 

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