El romancero de la vía dolorosa es la obra cumbre del sacerdote Benjamín Sánchez Espinoza, fallecido en 2011.
Por Alfredo Arnold
Desde hace varios años, en la Universidad Autónoma de Guadalajara se lleva a cabo un viacrucis viviente, en el cual alumnas y alumnos se caracterizan de personajes que los Evangelios citan en los relatos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor y escenifican las escenas de aquellos momentos, mientras un grupo de lectores narra lo que ocurre en cada una de las 14 estaciones que inician con la condena a Jesús hasta la colocación de su cuerpo en el sepulcro. Cada una de las 14 estaciones está compuesta por unos veinte versos impecables y que impactan profundamente en aquel que loe escucha.
Esta representación se realiza en los jardines de la Plaza de Banderas de Ciudad Universitaria.
La narración de cada estación se lee del famoso Romancero de la Vía Dolorosa escrito por el sacerdote católico Benjamín Sánchez Espinoza, fallecido en el año 2011 y cuyo seudónimo literario era Fray Asinello, que significa Fray Burrito.
Sirvan de ejemplo las siguientes estrofas:
Ya estás ahí, manirroto,
en cruz sobre la colina;
¿qué te queda ya por dar
de tus riquezas divinas?
Por tener las manos rotas
se te quedaron vacías.
Pero, ya sé lo que esperas
para que vuelva tu vida,
por el túnel de la muerte,
a las mansiones divinas.
Buscas a quién regalar
tus clavos y tus heridas;
y buscas otra cabeza
para poner tus espinas.
¡Señora, yo no quisiera
ni mírate ni mirarlo!
Tú me lo entregaste niño
como manojo de nardos;
yo te lo devuelvo muerto
como racimo pisado.
Pero ya vuelve. Dios mío
a las mansiones divinas.
Vuelve a encender
en los labios de tu Padre,
la sonrisa.
Actualmente, en muchas representaciones teatrales y en viacrucis vivientes se utiliza para hacer la narración, las exquisitas líneas escritas por Fray Asinello.
Don Benjamín Sánchez Espinoza fue un poeta, profesor normalista, bibliotecario y sacerdote. La Enciclopedia de la Literatura en México nos ofrece una breve semblanza de su vida:
“Estudió la primaria en el Colegio Jalisco, de los hermanos maristas y, a partir de 1934, latín y humanidades en el Seminario Conciliar del Señor San José, en Guadalajara. Sus primeros cinco años de formación clerical los invirtió estudiando a los clásicos latinos y castellanos. Concluyó sus estudios eclesiásticos en 1947. Después, cursó la carrera de maestro normalista y, por mandato de sus superiores, cubrió algunas cátedras relacionadas con el arte de leer y escribir con propiedad. A partir de 1953, quedó agregado a la nómina de formadores del Seminario de Guadalajara, como profesor de literatura universal y castellana. En 1954, fue director de la Academia Literaria de Nuestra Señora de Guadalupe y de San Juan de la Cruz, en el mismo Seminario. El 6 de abril de 1957, recibió el nombramiento de auxiliar del Seminario de Guadalajara. En 1961, se le nombró bibliotecario del Seminario Mayor. Desde la fecha de su ordenación como presbítero, fue capellán del templo de San José de Gracia bajo la rectoría del padre Ildefonso Águila Zepeda. El 7 de febrero de 1967, fue removido para atender la capellanía de Nuestra Señora del Sagrario, donde ejerció su ministerio diez años, tras de los cuales dejó la serie Vía Crucis, colección de 16 piezas de caballete, elaboradas por el reconocido artista Alfonso de Lara Gallardo. En agosto de 1968, se le nombró director de Jornadas de Vida Cristiana y desde el 2 de mayo de 1978, la Canonjía Magistral, que desempeñó hasta su jubilación. Desde entonces, retirado, habitó la casa solariega de sus mayores. La revista del seminario de Guadalajara, fundada en 1910 con el nombre de Voz de Aliento (hoy Apóstol), fue donde publicó sus primeros trabajos, reconocidos y festejados. En 1960, el gobierno del Estado le otorgó el Premio Jalisco en Letras por su poema más divulgado, firmado como Fray Asinello. A partir de entonces, se le reconocerá así”.
Fray Asinello nació en Guadalajara en 1923 y falleció el 25 de agosto de 2011. Recibió el sacramento del Orden Sacerdotal en 1957 de manos del primer cardenal mexicano y por entonces Arzobispo de Guadalajara, don José Garibi Rivera.
“Su poesía es reflejo de una sólida formación humanística y de su cercanía a los grandes autores de la lengua castellana de todos los tiempos”, decía la periodista María Palomar en un obituario que publicó con motivo del fallecimiento de don Benjamín. También dio a conocer los nombres de quienes integraban el jurado que le otorgó el Premio Jalisco en Letras: José Cornejo Franco, José Guadalupe Zuno y Alberto Rosas Benítez.
El Romancero de la Vía Dolorosa es de un misticismo profundo, exquisito. Cada uno de sus 14 fragmentos es en sí mismo una obra de arte, incluso la dedicatoria que hace al final a la Virgen María. La obra ha tenido más de 30 ediciones.
Benjamín Sánchez Espinoza, Fray Asinello, un poeta tapatío de altos vuelos.
BREVE SEMBLANZA
Benjamín Sánchez Espinoza nació el 6 de enero de 1923 en la ciudad de Guadalajara. Fue el octavo hijo de María Trinidad Espinoza y Enrique Sánchez, originarios de Sahuayo, Michoacán, quienes llegaron a la capital tapatía en 1913.
Ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara el 2 de noviembre de 1937. Los cinco primeros años de la formación clerical los invirtió estudiando los clásicos de la lengua latina y castellana. Por gusto leyó los autores clásicos del Siglo de Oro de España: Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Luis Góngora, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Lope de Vega. Antes, en su infancia, leyó a Julio Verne y a otros autores.
Publicó sus primeros trabajos en la revista “Voz de Aliento”, del Seminario. En 1954 fue nombrado director de la Academia Literaria de Nuestra Señora de Guadalupe y de San Juan de la Cruz, en el mismo Seminario. Cercano colaborador del Arzobispo don José Garibi Rivera, recibió de sus manos, el 6 de abril de 1957, junto con la Ordenación Presbiteral, el nombramiento de auxiliar del Seminario de Guadalajara y fue, desde el 20 de enero del 1958, el secretario particular del Sr. Garibi Rivera.
Es uno de los grandes escritores que han florecido del Seminario Diocesano tapatío. Su obra, refleja su sencillez y atestigua su grandeza. Un profundo sentido de lo divino, inculcado por su madre, está presente en casi todas las líneas que salieron de su magistral pluma.
Del “Romancero de la Vía Dolorosa” se han hecho decenas de ediciones. También compuso, entre otras piezas musicalizadas, el Himno del Seminario.