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¿Qué nos inspira Estados Unidos?

Por Alfonso Gómez Godínez

@ponchogomezg

Con la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776, los Estados Unidos se convirtieron en un referente para dirigentes de nuestro continente que soñaban con la libertad de sus pueblos y el fin del colonialismo español.  Inclusive con un alto nivel admiración, se reconocía su gobierno democrático, la división de poderes y el cimiento de ideas libertarias provenientes de la Revolución Francesa como inspiración para nuestras futuras naciones.

El gran Francisco de Miranda, precursor de la independencia en Suramérica, vivió exiliado en Estados Unidos en 1783 y tuvo la oportunidad de dialogar y conocer a los líderes independentistas George Washington, Alexander Hamilton, Samuel Adams, Lafayette, entre otros, en la emblemática ciudad de Filadelfia, lo que fortaleció sus ideas y proyecto libertario.

Lorenzo de Zavala, político liberal mexicano y diputado constituyente, que fue gobernador del Estado de México y secretario de Hacienda de Vicente Guerrero, terminó apoyando y firmando la Declaración de Independencia de Texas y convirtiéndose en el primer vicepresidente de Texas, debido al desencanto con el modelo centralista, autoritario y conservador de López de Santa Anna.

José Martí, el héroe y pensador revolucionario, líder de la independencia de Cuba, pasó varios años en Nueva York donde fundó el Partido Revolucionario Cubano y afinó sus ideas sobre la libertad y la democracia.

Cuando Estados Unidos se perfiló en el siglo 19 como una nación expansionista (Doctrina Monroe) surgieron liderazgos en Latinoamérica que cuestionaron y enfrentaron a esa nación. Nuestro México fue un vivo ejemplo, dio testimonio de la agresión y pagó con la perdida de la mitad de su territorio. Benito Juárez recibió el apoyo norteamericano en su lucha contra el Imperio de Maximiliano. El presidente y abolicionista de la esclavitud Abraham Lincoln, revaloró los valores libertarios de la nación estadounidense. Porfirio Diaz mantuvo distancia y cautela ante el vecino. Posteriormente Centroamérica, Nicaragua y Panamá, vivieron su propia historia.

La irrupción de la segunda revolución industrial en Estados Unidos a principios del siglo XX, la aparición del modelo fordista de producción causó la admiración sobre el progreso y la innovación de su economía. El paradigma del individualismo, la libre competencia, la inversión privada, se afianzaron como las rutas del éxito económico y las recetas a aplicar para el resto del mundo. Nosotros vivíamos nuestra propia realidad donde la embajada participaba en el golpe contra el presidente Madero y se regateaba el reconocimiento a los gobiernos surgidos de la Revolución.

George Washington.

En México se afianzará una fuerte narrativa nacionalista que dará pauta a los “Niños Héroes de Chapultepec”, a la estoicidad del general Pedro María Anaya (Si hubiera parque, usted no estaría aquí), al heroico Puerto de Veracruz, la agresión villista a Columbus, la expropiación petrolera de Cárdenas, principalmente.

La exitosa salida de la Gran Depresión de 1929 y el consecuente boom de la economía estadounidense que inicia con la política del “Nuevo Trato” de Franklin D. Roosevelt y  que se acelera con el fin de la Segunda Guerra Mundial, convierte a Estados Unidos en la gran potencia económica del globo y sueño aspiracional de millones de personas que migran a ese país en busca de una mejor vida o simplemente viajan como turista para conocer sus atracciones mundanas desde Nueva York, Disneylandia, Las Vegas o Florida, íconos de su progreso económico.

La lucha contra la Alemania Nazi y posteriormente la Guerra Fría contra la Unión Soviética puso a los Estados Unidos como la trinchera del mundo libre, defensor de las libertades, de la democracia y del libre mercado. Pero detrás de ese telón, en esos años, se negaban las libertades y derechos civiles a las comunidades negras, persistía la discriminación, exclusión y agresión contra los no blancos, principalmente en el “sur profundo” de Norteamérica.

Kennedy alentó las simpatías por Estados Unidos, su defensa y reformas a favor de los afroamericanos, su propuesta de la “Alianza por el Progreso” lanzada en Punta del Este en 1961, abrió escenarios de optimismo para el futuro. Su visita a nuestro país entre el 29 de junio al 1 de julio de 1962, su fe católica, su visita a la Basílica de Guadalupe, junto a su enorme carisma, despertaron el entusiasmo y simpatía en el pueblo mexicano.

Las guerras de Vietnam, Corea, en Medio Oriente, han marcado a generaciones de latinoamericanos con relación a su idea de Estados Unidos. De Kennedy a Nixon, de Carter a Reagan, de Bush a los Clinton y Obama, Estados Unidos irradia un mensaje, una simbología sobre su influencia en el mundo, sus mitos y realidades.

En pocos meses, el presidente Trump ha generado una intensa tormenta en su país y en el mundo. Hoy se debate sobre los riesgos de una república imperial en ese país, también de su legítimo interés de reposicionar a Estados Unidos en el mundo, pero de sus cuestionables políticas y acciones. Sin duda, hoy Estados Unidos, específicamente Donald Trump, nos genera una compleja red de percepciones y emociones entre los valores fundacionales de esa nación y las decisiones de su gobernante.

 

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