Opinión Política
ANÁLISIS

Escenarios políticos para una mujer en la presidencia de la República

¿Serán diferentes para una mujer que para un hombre? ¿Podemos esperar mejores resultados y utilidad social de la Presidencia de la República si una mujer ocupa el cargo? La contienda está entre Xóchitl Gálvez Ruiz, de la coalición Fuerza y Corazón por México, y Claudia Sheinbaum Pardo, de la coalición Sigamos Haciendo Historia.

 

Por José Antonio Elvira de la Torre

La competencia por la Presidencia de la República en 2024 es, en términos reales, entre las dos candidatas de las coaliciones que se integraron para este proceso electoral. Que dos mujeres encabecen estos acuerdos multipartidistas es en sí mismo muy importante, dadas las experiencias previas de la participación de mujeres en candidaturas presidenciales en nuestro país.

Pero en esta ocasión cobra especial significado porque una ellas será la siguiente titular del Poder Ejecutivo de la Federación y tendrá todas las herramientas institucionales, políticas, presupuestales, técnicas, de información e inteligencia que ello supone. Por tal razón, resulta pertinente pensar en los principales retos/oportunidades/obstáculos que la persona que ocupe el cargo de la Presidencia encontrará en términos políticos. ¿Serán diferentes para una mujer que para un hombre? ¿Podemos esperar mejores resultados y utilidad social de la Presidencia de la República si una mujer ocupa el cargo? Veamos. El escenario es muy diferente dependiendo quién sea la ganadora de los comicios. Propongo aquí algunas ideas al respecto, en tres dimensiones.

 

Relación entre Poderes de la Unión

Una de las claves del viejo sistema político no democrático del país pasaba por el control del Ejecutivo a los Poderes Legislativo y Judicial. Una de las razones que explicaron el éxito de dejar atrás un esquema autoritario y comenzara a construir un andamiaje institucional democrático, fue que los Poderes tuvieron una relación más como la Constitución lo definía, de respeto y autonomía, pero con diversos controles y contrapesos cruzados. No obstante, el grado de concentración de poder que ha logrado en la Presidencia su actual titular en todas las variables, pero específicamente en su posición de influencia sobre otros Poderes de la Unión, es sólo comparable con el del último presidente del país antes de la transición a la democracia: Carlos Salinas. Ni Ernesto Zedillo (primero, no contó con mayoría absoluta en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y propició el rediseño de la SCJN), ni Fox, ni Calderón (ambos sólo tuvieron mayorías simples en sus primeros tres años de gobierno, para luego, ambos, tener mayorías priístas en el Congreso en la segunda parte de sus gestiones). Sólo Peña Nieto tuvo mayoría a su favor, pero en conjunto con su coalición con diputados del PVEM y de PANAL.

Para 2024 las evidencias con que contamos (resultados electorales oficiales de procesos anteriores y estudios de opinión) muestran que lo más probable es que ocurra de nuevo un escenario donde el partido que gane la titularidad del Ejecutivo federal no cuente con una mayoría absoluta de su propio partido, por ello la estrategia de las coaliciones tiene mucha mayor relevancia. Aunque el voto estratégico en una elección presidencial tiene un poderoso efecto, en nuestro país se mitiga un poco en la integración congresional por dos factores: a) el tamaño de nuestras circunscripciones plurinominales (40 diputados por cada una de las 5), y b) el umbral de votación que se requiere para acceder a la representación proporcional (3% de los votos). Esto eleva las posibilidades de partidos poco significativos para la competencia que tienen representación congresional suficiente para construir mayorías legislativas o generar chantaje político.

De tal manera que, para cada candidata, en caso de ganar, podrían presentarse diferentes escenarios en virtud de la no mayoría o la calidad de la mayoría congresional con que cuente de parte de los partidos que integran sus respectivas coaliciones.

 

Tabla de escenarios en la relación Ejecutivo Legislativo

En el caso de Sheinbaum, paradójicamente, se puede presentar una tendencia en la que mientras más grande fuera una eventual mayoría en las Cámaras del Congreso, particularmente la de Diputados, más estrecho sería su margen de autonomía política respecto de los grupos y líderes principales de MORENA. Sólo en un escenario donde gane la presidencia, pero no tenga mayoría congresional suficiente para aprobar reformas legales, ya no digamos constitucionales, es más factible el diálogo y negociación con la oposición, que llevaría a abandonar posiciones maximalistas. Ahí es, entonces, que la necesidad de un papel más relevante de los legisladores que asuman liderazgos incluyentes, conciliadores, que negocien y acuerden, rompería la inercia de control vertical en esa organización y el grado de control del Ejecutivo sobre el Legislativo.

En el caso de Xóchitl Gálvez la dinámica sería diferente, mientras más estrecha pudiera ser una eventual mayoría congresional más difícil sería la construcción de acuerdos, primero, con los liderazgos de los diferentes integrantes de la coalición generándose incentivos para elevar el costo de su respaldo político y el mantenimiento de los acuerdos y, segundo, con los legisladores de otros partidos políticos que no encontrarían incentivos para abandonar sus posturas no cooperativas y, por el contrario, buscarían el estancamiento de posibles acuerdos, más aún en temas trascendentes o, incluso, un abierto bloqueo a cualquier posibilidad de cooperación. Esto significa que podría tener una relación más productiva con una Legislatura en que los partidos de la coalición tengan una mayoría absoluta o superior, porque los beneficios entonces serían superiores si se generan acuerdos cooperativos, tanto de manera individual como colectiva.

Un tema adicional y sumamente importante para cualquiera de las candidatas que ocupe la presidencia, es el manejo particular de la llamada “tool box” o caja de herramientas con que cuentan los titulares del Ejecutivo en los sistemas presidenciales de gobierno (1. Poder de agenda legislativa; 2. Poderes partidistas; 3. Presupuesto; 4. Gestión del gabinete y 5. Prácticas informales), y con la que puede apuntalar e incluso modificar la posible integración de una mayoría congresional favorable, sin que la militancia en un partido político en particular sea el criterio fundamental para que los legisladores respalden o no.

 

Relación con gobiernos en las entidades federativas

Una de las herramientas informales más poderosas con que ha contado la Presidencia de la República en nuestro país, con excepción de los presidentes Fox y Calderón, es que sus partidos tuvieran la mayor cantidad de gobiernos en las entidades federativas.

Aunque constitucionalmente son órdenes de gobierno autónomos con sus propias atribuciones y capacidades legales, en el funcionamiento del sistema político centralizado el Ejecutivo Federal ha utilizado políticamente de manera ilegal herramientas poderosas como los presupuestos (aportaciones, participaciones, proyectos de infraestructura), la integración de carteras gubernamentales (cargos diplomáticos o en la administración pública) o hasta candidaturas (Senado, diputaciones federales) para controlar y estar por encima de los gobiernos estatales.

En un entorno actual donde MORENA controla 24 gubernaturas (si contamos también San Luis Potosí y Morelos, que formalmente fueron candidatos del PVEM y del estatal PES, pero que en realidad están alineados con el partido MORENA), 2024 no significará un cambio drástico a menos que en el último mes de campañas ocurran situaciones no previstas y que cambien significativamente la tendencia.

Claudia Sheinbaum, la científica que busca ser presidenta para que Morena mantenga el poder.

En el caso de Claudia Sheinbaum, un escenario ideal sería refrendar los seis estados de los nueve en disputa, donde actualmente gobierna ese partido, sino además arrancar uno o dos a la oposición (¿Jalisco, Guanajuato?). Esto le generaría una ventaja aún mayor que la disfrutada por el actual presidente en términos de estados gobernados.

Por el contrario, el peor escenario sería que su partido pierda tres entidades que hoy gobierna (¿CDMX, Veracruz, Morelos?), y que no gane ninguno de los que actualmente gobierna la oposición (Jalisco, Guanajuato, Yucatán), lo que la dejaría con sólo 21 estados que, aunque siguen siendo mayoría, ya no tendrían a tres de las cuatro entidades con mayor número de población en el país. Más allá de las repercusiones que eso tiene en términos de votos, cargos de representación y acceso a presupuestos, limitaría sus márgenes informales de control vertical a las gubernaturas de los estados, dado que cuatro de las cinco entidades con mayor aportación al PIB (CDMX, Jalisco, Nuevo León, Veracruz) estarían bajo gobiernos de oposición, con la posibilidad de formar un bloque de cooperación en temas estratégicos como presupuestos y coordinación fiscal.

Xóchitl Gálvez: Vamos contra Claudia, el narco, algunos medios y hasta contra el INE.

En el caso de Xóchitl Gálvez sería más complicado, independientemente de cuántas gubernaturas tenga la oposición, dado que dependería más de la posibilidad de convertir la coalición electoral en una coalición gubernamental y mantener incentivos para la cooperación y la coordinación estratégica con actores (gobiernos estatales) de diferentes signos partidistas y con diferentes agendas particulares para el futuro político de mediano plazo.

¿Qué papel jugarían las gubernaturas priísta y emecísta ante la posibilidad de fortalecer su posición y su interés por una eventual candidatura en 2030? Además, seguiría contando con una mayoría de gobiernos estatales emanados de MORENA con el riesgo de que la relación federación/entidades se convierta en una arena de conflicto y confrontación permanente por interés político, sin importar los efectos negativos que eso pueda tener en el desarrollo y la prosperidad de sus estados y de las personas.

Lo cierto es que quien ocupe el cargo, seguirá contando con el poder informal del control del presupuesto federal (más de 9 billones de pesos), con lo que podría generar acuerdos de cooperación técnica, legal y política con gobiernos estatales de cualquier signo partidista, aunque no su estabilidad y perdurabilidad sea de corto plazo.

 

Relación con los partidos políticos

Por último, ¿qué tipo de relación tendrá la titular del Ejecutivo Federal con a) su propio partido, b) con los partidos que integran la coalición electoral por la que fue postulada, y c) los partidos de oposición?

Para la candidata de la coalición “Sigamos Haciendo Historia”:

-La relación con su propio partido

No parece una relación sencilla, dado que MORENA sigue siendo una organización centrada en un líder y no se vislumbra que esta situación cambie en el corto plazo, ya sea de manera natural o forzada. Puede pensarse que ya ocurrió un proceso semejante de rompimiento con un liderazgo personal cuando la mayoría de los militantes de MORENA aún militaban en el PRD y el ocaso de Cuauhtémoc Cárdenas para el surgimiento del liderazgo del actual presidente. Pero en mi opinión, son condiciones, actores y procesos diferentes.

En esta ocasión, no se trata de una etapa que pueda resolverse con un proceso profundo de institucionalización organizacional en donde el partido deje de depender de una persona y sea una organización de reglas con mayor participación y derechos para su militancia; no sólo se trata de configurar incentivos selectivos como cargos y empleos gubernamentales, posiciones políticas y beneficios, sino como esa organización política resuelva la capacidad real de algunos de sus actores para ejercer el poder real, a través de mecanismos formales e informales.

-La relación con los otros partidos integrantes de la coalición será:

En este ámbito no habrá complicaciones excesivas, mientras los partidos que acompañan la coalición sigan manteniendo su registro y el partido mayoritario siga teniendo el gobierno y los incentivos, la cooperación se mantendrá.

-La relación con los partidos de oposición:

Pueden darse dos posibilidades: a) el mantenimiento de la polarización por el endurecimiento del ala radical de MORENA que no considera apropiado o necesario dialogar y construir, por lo que la Presidencia no puede cambiar la situación, dado que se generaría un conflicto importante; b) la disminución de la polarización por el paulatino abandono de la confrontación como estrategia primaria, que permita la generación de intercambios y acuerdos políticos.

 

Para la candidata de la coalición “Fuerza y Corazón por México”:

-La relación con su propio partido:

En caso de ganar, es probable que la relación con el PAN sea complicada. Dado el perfil y la trayectoria de su candidata, es posible pensar que su gestión buscaría márgenes importantes de autonomía respecto de la nominación de cargos gubernamentales y la implementación de algunas políticas públicas. Aunque eso significaría también la presencia de un raro fenómeno en el sistema político mexicano, y una más efectiva separación del gobierno y el partido, proveyendo un rango importante de libertad de acción y no intromisión en asuntos partidistas por parte de la Presidencia.

-La relación con los otros integrantes de la coalición:

Difícil de predecir, y en función de los porcentajes de votación y cantidad de representantes electos en el Congreso. El PRI puede ser un actor fundamental para la construcción de equilibrios y gobernanza, por lo que se esperaría que su respaldo fuera altamente costoso y tuviera que ser incentivado de manera constante por la titular del Ejecutivo. En el caso del PRD, la posibilidad de mantenerse con registro nacional y contar con una parte de la representación congresional significaría la oportunidad de reinventarse, fortalecerse y seguir contribuyendo a una visión más plural e incluyente de la política con la Presidencia.

-La relación con los partidos de oposición

La necesidad no sólo de bajar el nivel de estridencia política, de polarización y confrontación, obligaría a la titular del Ejecutivo a hacer un ofrecimiento de diálogo y cooperación a los partidos de la coalición opositora, tratando de construir una “alianza de moderados” que permita ampliar la agenda y alcances de la re-democratización, tanto institucional como de las prácticas informales del sistema político. La obligación de construir un proyecto que permita alejar el fantasma de la ruptura como comunidad política implicaría que se deben pagar los costos de la inclusión, del diálogo y la construcción de acciones coordinadas.

 

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