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Almudena y la sociología del diseño

Por Carlos E. Lara

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

El pasado mes de julio mi hija y yo nos hicimos una foto en nuestra Estación Atocha de Madrid. Decimos “nuestra” porque tenemos una colección de fotos en este emblemático lugar que hoy lleva el nombre de Almudena Grandes. Me preguntó por qué había cambiado de nombre. Le expliqué la acertada decisión, por cierto, muy a pesar del partido gobernante en la ciudad. En la explicación caí en la cuenta de que más allá de Castillos de Cartón y sus artículos periodísticos en El País, no había leído prácticamente nada de su obra literaria. Eso tiene una razón que para algunos será una tontería, pero no lo es. No para mí. El motivo fueron esas lúgubres portadas negras de su editorial. De hecho, hubo varios autores a los que no me acerqué en su momento por esa, si se quiere, estúpida razón. Es verdad que hay otras ediciones, pero hay libros que dependen también de determinadas ocasiones, en aquellas en que estuve al frente de esas tristes tapas negras, mi gusto me llevó hacia otros lados. De sobra está decir que esta manía no tiene nada que ver con la calidad de los escritores y sus historias, en mi caso es más un tema de diseño, de sociología del diseño. Algo que poco importa a la editorial y a los miles de lectores de Almudena que van directo a sus historias.

Comencé a conocer sobre la obra de ella por su esposo, el poeta Luís García Montero. Leyendo, además de sus poemas, Mañana no será lo que Dios quiera. Fui averiguando cosas adicionales sobre la vida del también poeta Ángel Fernández y eso me atrapó en toda una época. A García Montero llegué de la misma manera que a tantos otros, por recomendación de Joaquín Sabina. De hecho, es quien prologa su primer poemario y lo introduce así al mundo literario. García Montero tiene importantes libros también en Tusquets, en la colección Marginales, como Los dueños del vacío, estas portadas son más cálidas y amables a la vista y tacto del lector.

Acabo de comprar una serie de libros de Miguel Delibes, uno de los autores muertos más reeditado en España, sino el que más. Son de una editorial de nombre Austral. Modesta, sencilla, pero con diseño. Un diseño nada pretencioso, pero que invita a leer.

La sociología del diseño en los libros no es un tema menor, la industria del libro y la lectura se juego mucho en ello. Hay auténticas bazofias literarias que no merecían derribar un árbol, pero que son vendidas por tener un buen diseño, letra grande, portada colorida. Aquí las editoriales saben hacer auténticas monedas sociales y promoverlas por contagio cultural.

Las tecnologías aplicadas al diseño editorial que vemos ahora hasta en los aeropuertos, nos llevan a favorecer la textura, el tamaño, la letra, la portabilidad etc. Después de todo esto no queremos, por lo menos yo no, volver a una edición de bolsillo. Quienes se dedican a esto han llevado a los periódicos y revistas al mundo del color (incluso a aquellos diarios progresistas que se resistían a dejar el casposo blanco y negro). Hoy vemos menos texto y más fotografía. Los programas televisivos rayan en el infotainment que convierte la información en entretenimiento. De la industria del audiovisual ya no hablamos. El punto es que nuestra pulsión escópica es cada vez más exigente, tanto que en ocasiones va en contra de la bibliodiversidad.

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