Por Juan Carlos Hernández Ascencio
Mtro. en Gestión Social y Políticas Públicas
@juancarleis2020
La credibilidad en personas e instituciones de este nuestro México ha sido cuestionada por los hechos y por los actos. En la vida las personas buscan, porque además lo necesitan, el creer en alguien, algo, en un ideal, un propósito, una meta y por qué no también en una institución. Es normal y quizá muy necesario, pero para que ello sea asequible es menester que, en suma, las personas a quienes queremos tomar en consideración posean las cualidades de al menos una aprobación mínima indispensable, pues la credibilidad depende de varios factores en los individuos como lo son: la formación, ideología, cultura, creencias, carácter, criterio, capacidad de análisis, discernimiento de los hechos probables, comprobables o superficiales, inclinaciones particulares y universales, prototipos, estereotipos, argumentaciones filosóficas propias, teorías de toda índole, enseñanzas y experiencias, entre otros.
La credibilidad es, por ello, un acto positivo del sentimiento humano por naturaleza; sin embargo, se forma o se crea con información. De ahí que el dilema del individuo está en creer o no y por ello debe discernir según su propia convicción, y entra en juego una serie de preguntas a satisfacer, ya sea por sí mismo o consultando a otros.
No es fácil creer en todo porque debemos probar, analizar y dilucidar lo mejor posible, según nuestro entendimiento, sobre el tema, pero además de contar con los elementos prácticos que nos acerquen a la verdad sobre ello. Creer es un acto no de sabiduría sino de comprobación, como también de fe en los datos que vemos, de investigación y de conclusiones que nos lleven resolver que hay elementos de verdad en ello.
Ahora que se ha elegido a la primera mujer que presidirá la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña Hernández, hay la posibilidad de mostrar confianza a priori, y a posteriori solo aceptaremos parte de esa credibilidad en la personalidad y responsabilidad y cumplimiento en sus deberes que emane de la nueva funcionaria. La máxima responsabilidad de cualquier funcionario en México es cumplir y hacer cumplir la ley a cabalidad, esa es la encomienda, el fin primero y último.
Por lo que creer no es cosa fácil ni tampoco es moda, es más bien un acto voluntario que nos deja ganas de encontrar esa satisfacción plena y que buscamos en ese propósito, atender inclusive nuestra propia inteligencia y uso de la razón. Pero es obvio que necesitamos plena conciencia y deseo para sí tener credibilidad en lo que se nos presenta como cierto, en tal sentido vemos con buena aceptación de la opinión publica el nuevo nombramiento de Piña Hernández, y así esperamos los resultados óptimos para velar y cuidar la máxima institución que ve por la justicia en este país.
Por desgracia, hoy en nuestro tiempo hay en el mundo y en nuestro entorno muy cercano personas que no creen del todo en verdades, ideologías o acaso doctrina alguna sobre lo que debería hacerles pensar, reflexionar; es muy probable que se deba a poca información o baja calidad de esta o a la mala influencia de otros temas, personas y demás.
Por lo tanto, más vale creer en lo que nos de valores, ética, ciencia y nos acerque al perfeccionamiento en torno a nuestra propia convicción, no desesperemos en buscar en quién y en qué creer, estamos hechos para ello, para encontrar la respuesta en el bien estar y en el bien hacer. Solo nos lo tenemos que proponer. La oportunidad de esta nueva funcionaria es vital para demostrar a los mexicanos quién es y qué hará. Ser más activos y no solo observadores en la cosa pública. Estemos pendientes, el país nos debe importar. ¡Hágale pues!