Opinión Política
ANÁLISIS

Cultura y turismo dos ámbitos consustanciales

La fusión de cultura a turismo es en realidad una invitación a trabajar con un sector más amplio, con mayores recursos y oportunidades de desarrollo, no para los agentes y gestores culturales, sino para los ciudadanos a través de los primeros.

 

Por Carlos A. Lara González

Una parte importante del sector cultural sigue sin entender la consustancialidad de estos dos sectores. La propuesta de la Gobernadora de Veracruz de fusionar la recién creada Secretaría de Cultura con turismo ha despertado el viejo fantasma del aligeramiento efectista de la industria del ocio.

En una cosa tienen razón: Para que esta ingénita relación sea estratégica requiere de voluntad, capacidad y experiencia, tanto en la elaboración como en la ejecución de una política pública en esta materia. Pero vamos por partes. México es uno de los países más visitados del mundo y esto se debe al Turismo Cultural. Es decir, al arte y a la cultura que tiene a lo largo y ancho del territorio, que generan una derrama económica y una ocupación hotelera significativa por la visita a determinados sitios y destinos patrimoniales, así como por la compra de bienes, servicios y productos artesanales. De ahí que la definición consensuada entre las autoridades competentes (Conaculta y Sectur) de 2002, al publicar la primera encuesta nacional sobre turismo cultural haya sido: “El viaje turístico motivado por conocer, comprender y disfrutar el conjunto de rasgos y elementos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social de un destino específico”.

Sin embargo, aún en el denominado turismo urbano, el de convenciones, el de salud y el de playa, existe una presencia importante de actividades relacionadas con el arte y la cultura.

Ahora bien, en la Cuenta Satélite de Cultura elaborada por el INEGI, la artesanía es el subsector que más mueve la aguja del PIB con un 19.1, seguido de los contenidos digitales e internet (18.1), los medios audiovisuales (17.6) y el diseño y servicios creativos (13.6). Donde todo se comienza a caer es en las artes escénicas y espectáculos (6.6), en los libros, impresiones y prensa (6.3), en el patrimonio cultural y natural (6.2) que bajó cuatro décimas respecto a la medición anterior, no así la formación y difusión cultural (que sube de 4.9 a 5.3), lo mismo que y las artes visuales y plásticas (que pasa de 3.6 a 4.2). En tanto que la música y los conciertos (bajan de 4.2 a 3.0). Esto es lo que nos lleva a decir que en 2023 el sector cultura contribuyó con un monto de 820 963 millones de pesos de PIB. Esto es, con 2.7 % del PIB del total de la economía. Y esto es lo que nos debería llevar a pensar en lo que el turismo puede hacer en el ámbito del arte y la cultura, ya que dichas actividades económicas han generado 1 439 671 puestos de trabajo, lo que representa un 3.5 % del total de la economía. Podemos estar o no de acuerdo con la medición, pero es la que hay.

Si a nivel nacional el presupuesto de turismo es cinco veces mayor que el de cultura, Veracruz no es la excepción. En dicha entidad el presupuesto para cultura es de apenas 100 millones, mientras que el de turismo es de 509 millones de pesos.

La fusión de cultura a turismo es en realidad una invitación a trabajar con un sector más amplio, con mayores recursos y oportunidades de desarrollo, no para los agentes y gestores culturales, sino para los ciudadanos a través de los primeros. El problema de los gestores y agentes culturales, en particular quienes se consideran químicamente puros, es que creen que turismo los puede contaminar, por no decir prostituir. Y es que solo piensan en ellos, creen en verdad que son los destinatarios de esta reforma, del presupuesto mismo y de todas las acciones que en materia de arte y cultura realiza un gobierno y no es así. Ellos son los intermediarios creativos de un proceso de política pública, los destinatarios finales son los ciudadanos.

¿Qué podrían hacer? Ponerse a trabajar en el desarrollo de un Turismo Cultural SUSTENTABLE. Sí, los agentes culturales, en particular los químicamente puros, deben abandonar el discurso llorón y poner al Turismo Cultural un segundo apellido (el de sustentable). Hacer un esfuerzo por garantizar la sustentabilidad en este campo, entender el turismo predictivo que se está desarrollando ahora en las ciudades más visitadas del mundo con la ayuda de la IA y adaptarlo a la sustentabilidad. O bien, seguir llorando, esa siempre será otra opción. Limitarse a ser parte del paisaje cultural de nuestro colorido país.

Regresando a la Cuenta Satélite de Cultura, si bien la artesanía es el subsector que mueve la aguja en esta medición, hay que apuntar que eso ya ni siquiera es artesanía, puesto que su elaboración ya no corresponde a un proceso artesanal y el material empleado es de muy baja calidad porque ha sido desplazada por los insumos y productos chinos. Esto es lo que compra en realidad la gran mayoría de turistas nacionales e internacionales que visitan el país. Aquí hay un engaño al consumidor que nadie quiere ver. ¿Qué debemos hacer? Trabajar en el proceso de denuncia y acompañamiento institucional con la Procuraduría Federal del Consumidor, Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas… para volver a tener un arte popular mexicano verdaderamente representativo del país. ¡Ah, pero eso es muy complicado! Es mejor analizar y debatir desde el sofá de la antropología y de eso que llaman “lo cultural”.

A propósito de todo esto, me pregunto: ¿Dónde hay un estudio que sostenga la falacia de que las secretarías de cultura son mejores que los institutos y los consejos de cultura? ¿Dónde un estudio que demuestre que es mejor ir solos a la generación de desarrollo (económico, social, humano etc), que acompañados de sectores estratégicos como el turístico? ¿Dónde están las universidades que imparten la carrera en gestión en este debate? ¿Dónde los investigadores? ¿Dónde los egresados? ¿Dónde los colectivos de gestores y gestoras? ¿Dónde las revistas, espacios y programas especializados? ¿Dónde el Colegio de Profesionales de la Cultura? ¿Dónde?

Exacto, reanalizando la aguja en la que habrán de enhebrar el filamento para restablecer el tejido social, y entonando el estribillo verbal de la resiliencia. Por eso la gestión cultural (así, en minúsculas) no es una profesión que se tome en serio en el desarrollo profesional, particularmente en el diseño de políticas públicas. Seguirá siendo una profesión en ciernes, por no querer hacerse cargo profesionalmente de los problemas y necesidades culturales de la sociedad, no de su gremio. Si tan solo de cada problema o necesidad cultural se hicieran debates, investigaciones y reportes académicos estratégicos, esta profesión en ciernes sería por lo menos socialmente útil.

En el popular poema de Jaime Sabines, “El peatón”, el lirófono chiapaneco escucha y asimila que es un gran poeta o, cuando menos, un buen poeta o un poeta decente y valioso, comienza a levitar, él y su pecho inflamado de orgullo asumiendo que es un gran poeta. Pero al salir a la calle y llegar a casa, cae en la cuenta de que nadie advierte su condición de poeta y contrariado se pregunta: ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas? Se enfrenta pues, a la cotidianeidad.

¡Eso es!, dice. No soy un poeta: soy un peatón. Y asume así su condición de viandante. El problema de los gestores y agentes culturales que no quieren estudiar la cultura como derecho, como política pública y como servicio público prestacional, que no le entran al análisis comparado, o bien, a fundar y motivar sus señalamientos, es que se autoperciben poetas más que transeúntes. Resulta más cómodo hablar desde el ancho mar de las categorías socioantropológicas que leer, ya no digo la constitución, leyes y reglamentos, sino encuestas y estadísticas de los sectores aquí involucrados. Necesitamos más peatones y menos poetas en estos procesos.

 

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1 comentario

Patricia Ivison 17 de marzo de 2025 at 15:01

Increíble que alguien que criticó anteriormente las omisiones de la Secretaría de Cultura Federal y que ha impartido cursos de gestión cultural ahora apoye un discurso utilitarista de la cultura. Nadie está en contra del turismo cultural, pero pretender justificar una fusión que reduce la cultura y sus procesos a meros atractivos turísticos, o activos, así como que un estado se deslinde de su obligación de generar las condiciones para la creación, preservación y divulgación del arte y la cultura, así como para el ejercicio de los derechos culturales de la población es inadmisible. Son dos cosas distintas y no responden a una misma lógica.

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