Un día como hoy, 17 de junio, pero de 1972, dos periodistas del diario The Washington Post encontraban la punta de una madeja de espionaje que dos años después llevó a la renuncia del presidente del país más poderoso del mundo: Ruchard M. Nixon, quien dos años antes había sido reelecto con un abrumador 60% de los votos. “Todos los hombres del presidente», fue el libro en el que quedó registrado un trabajo de investigación periodística como pocos, y que luego fue llevado a la pantalla grande.
Por Julio César Hernández
“17 de junio de 1972, un sábado por la mañana. Hora: las nueve. Demasiado temprano para telefonear. Woodward tomó el receptor de manera vacilante y acabó de despertarse. El redactor-jefe local del ‘Washington Post’ estaba al otro lado de la línea. Cinco hombres habían sido detenidos esa madrugada cuando trataban de penetrar ilegalmente en el Cuartel General del Partido Demócrata; llevaban consigo un completo equipo fotográfico y una serie de instrumentos electrónicos. ¿Podía presentarse para hacerse cargo del asunto?”.
Así comienza el libro “Todos los hombres del presidente” escrito a dos manos por los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, del The Washington Post, en el que revelan pormenorizadamente la historia del caso “Watergate” que llevó a la renuncia de Richard M. Nixon como presidente de los Estados Unidos dos años después, el 9 de agosto de 1974, y luego de haber logrado la reelección por abrumadora mayoría con más del 60 por ciento de los votos, casi dos años antes, el 7 de noviembre de 1972.
Hoy, 17 de junio de 2022, se cumplen 50 años de este hecho por el que ambos periodistas -que en el cine fueron interpretados por Robert Redford (Woodward) y Dustin Hoffman (Bernstein)- y el diario norteamericano obtuvieron el premio Pulitzer. Este suceso cimbró la estructura de la Casa Blanca como ningún otro antes y después.
“Los cinco hombres detenidos a las 2:30 de la madrugada iban vestidos con trajes oscuros de negocios y todos ellos llevaban guantes de goma Playtex de los que usan los cirujanos para operar. La policía les había intervenido un ‘walkie-talkie’, cuarenta rollos de película virgen, dos cámaras de 35 milímetros, ganzúas, pequeñas pistolas de gas lacrimógeno del tamaño de una estilográfica y micrófonos y aparatos de escucha que parecían aptos para recoger y captar conversaciones por teléfono o que se celebrasen dentro de una habitación determinada”, describían Bernstein y Woodward en su libro, editado en 1974.
Los detenidos eran: James W. McCord Jr., quien ante el juez confesó ser “consejero de seguridad” y que hacía poco que se había retirado del servicio del gobierno. “-En qué servicio del gobierno?”-, cuestionó el juez. “- La CIA”-, reveló Cord. Más adelante, se conoció que McCord era el coordinador de seguridad del Comité para la Reelección del Presidente. A partir de estos dos datos, la detención de estos cinco personajes comenzó a crecer, aunque de manera lenta, como “bola de nieve”.
Los otros cuatro detenidos fueron: Bernard L. Barker, Frank A. Sturgis, Virgilio R. González y Eugenio R. Martínez. Salvo Sturgis, norteamericano, los otros tres eran cubanos exiliados en Estados Unidos.
La investigación periodística llevó a revelar que el presidente Nixon no era ajeno al espionaje que se pretendió realizar en el cuartel del Partido Demócrata
“Garganta profunda”
En su libro “Todos los hombres del presidente”, cuentan que “Woodward llamó a un viejo amigo que a veces le facilitaba información y que trabajaba para el gobierno federal, al que no le gustaba que le llamasen a su oficina. Su amigo le dijo que el allanamiento (del hotel Watergate donde se encontraban las oficinas del Partido Republicano), se estaba convirtiendo en un “hierro rojo”, pero no quiso darle más explicaciones y cortó”.
Ese amigo de Woodward, al que conoció en la Casa Blanca cuando fungía como teniente en la Armada de Estados Unidos y hacía tareas de mensajero, se convirtió en la fuente anónima del reportero y fue conocido en esta historia del Watergate como “Garganta profunda”, el alias con el que se le conoció durante 33 años hasta que en 2005 decidió salir a la luz pública y revelar su rostro y nombre: W. Mark Felt, “un anciano frágil sonriendo y parpadeando para los reflectores”, lo describió la revista Newsweek en su edición de junio de ese año.
En un artículo publicado en la edición de julio de 2005 de la revista Gatopardo, Bob Woodward reveló cómo conoció a quien días antes había salido a la luz pública, con 91 años a cuestas, a revelar al mundo entero de que él era “Gargante profunda”:
“Una noche fui despachado con un paquete para el primer piso del ala oeste de la Casa Blanca, donde había una pequeña recepción cercana al Situation Room (…). Después de un rato, un hombre de pelo gris perfectamente peinado se acercó y se sentó cerca de mí. Su traje era oscuro, su camisa blanca y el nudo de su corbata estaba flojo. Era unos veinticinco o treinta años mayor que yo y llevaba lo que parecía un archivo o un maletín. Era muy elegante y tenía un muy estudiado aire de confianza, la postura y la calma de alguien acostumbrado a dar órdenes y ser obedecido al instante…
“Después de varios minutos me presenté: ‘Teniente Bob Woodward’, dije, cuidadosamente adicionando un ‘señor’ deferencial. ‘Mark Felt’, dijo él….
“Finalmente le saqué la información de que era director asistente del FBI, a cargo de la División de Inspección, un puesto importante bajo la batuta del director, J. Edgar Hoover. Eso significaba que él dirigía equipos de agentes que iban a las oficinas de campo del FBI para asegurarse de que estuvieran cumpliendo con los procedimientos y ejecutando las órdenes de Hoover…”.
“Todos los hombres…”, la película
El caso “Watergate” fue ampliamente referido por la entonces propietaria de The Washington Post, Katharine Grahama, en su libro autobiográfico “Una historia personal” (Alianza Editorial), en el que narra no sólo el desarrollo de la investigación de la que le tiene al tanto el entonces director Ben Bradlee sino de las intensas presiones de las que ella y el diario eran objeto por parte de la Casa Blanca.
Incluso, refiere detalles de la entrevista que sostuvieron con Robert Redford, quien adquirió los derechos del libro y representó el papel de Woodward. Cuenta:
“Cuando vendieron los derechos a Robert Redford, que quería representar el papel de Bob Woodward, surgieron muchas especulaciones divertidas., dentro y fuera de la redacción, sobre quién iba a hacer de quién. En una reunión con los jefes de distribuidores les conté, en tono de broma, que me habían asegurado que mi personaje lo iba a interpretar Raquel Welch, siempre que nuestras medidas coincidieran”.
“Todos los hombres del presidente”, la película, fue proyectada en el Kennedy Center, ubicado al lado del edificio… Watergate.
Respecto a este escándalo, Katherine Graham lo resumió así:
“Como noticia, Watergate fue el sueño del periodista, aunque no lo pareciera en los primeros meses. Pero tenía todos los ingredientes: suspense, combatientes en ambos lados, los que tenían la razón y los que no, la ley, los malos y los buenos.
“Fue un escándalo político distinto de cualquier otro. Su magnitud y su alcance lo colocaron en una escala totalmente diferente de la de otros escándalos, por la participación sin precedentes de tantos hombres cercanos al presidente y por las enormes sumas de dinero recogidas, acumuladas y gastadas de forma oculta e ilegal. Era una nueva clase de corrupción en el gobierno…”.
“Los días finales”
Pero “Todos los hombres del presidente” no fue el único libro de Bernstein y Woodward escribieron respecto al escándalo del Watergate.
En 1976 publicaron el libro “Los días finales” (Edit. Argos/Vergara), en cuya solapa explican: “Los días finales constituye un relato de lo ocurrido entre bastidores durante la más grave crisis de la historia de la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica (…). Es el relato de unos hechos que ningún periódico pudo publicar.
“Los días finales es un drama sobre Washington; un drama tanto para el Presidente, su esposa, sus hijos y sus yernos, como para su ‘staff’, sus redactores de discursos y sus servidores; un drama que alcanzó también a su gabinete, a su vicepresidente, a los líderes del Congreso, a la Oficina del fiscal especial, al Comité Judicial de la Cámara, a los grandes jurados y a todos los jueces, incluidos los del Tribunal Supremo…
“Es el relato sin lagunas de los últimos días de Richard M. Nixon en su cargo público…”.
Ya transcurrió medio siglo de aquel escándalo que marcó a toda una administración estadounidense, en tiempos en los que los medios de comunicación daban “golpes” contundentes en contra del gobierno más poderoso del mundo.
Y es que a 50 años de aquellos hechos, hablar del caso Watergate es hablar automáticamente de “Todos los hombres del presidente”.