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Las cartas entre Iturbide y “último virrey” O’Donojú

Desde Antonio de Mendoza (1535) hasta Francisco Novella (1821) la Nueva España tuvo 62 virreyes. Juan O’Donojú fue enviado por la Corona para poner orden en la colonia, donde las cosas ardían y no necesariamente a causa del movimiento de insurgencia que había iniciado una década atrás el cura Miguel Hidalgo.

 

Por Alfredo Arnold

De hecho, los insurgentes habían sido reducidos a un grupo que aún peleaba en las montañas del sur, pero todos sus dirigentes ya habían sido sometidos. El problema en la capital era la división entre los propios peninsulares y los criollos, quienes no se ponían de acuerdo entre aceptar o no la nueva Constitución liberal española.

En tales condiciones llegó O’Donojú, con el fin de relevar a Novella y convertirse en el virrey número 63, o más bien en el nuevo jefe militar y político de la Colonia porque el título oficial de virrey había sido suprimido. Le esperaba una situación muy complicada, ya que además de los problemas internos que afrontaba la autoridad virreinal, otro influyente grupo había comisionado a Agustín de Iturbide para que liquidara a los rebeldes que aún ofrecían resistencia bajo el liderazgo de Vicente Guerrero.

Iturbide tenía otros planes, expidió el Plan de Iguala y convenció a Guerrero de que se le sumara. Por separado, Iturbide convenció al recién llegado O’Donojú de que España ya había perdido el control de la Colonia y también lo convenció de sumarse al Plan de Iguala. El arreglo entre Iturbide y el español se conoce como los Tratados de Córdoba, porque se firmaron en esa población veracruzana el 24 de agosto de 1821. Un mes más tarde, el 27 de septiembre, Iturbide, Guerrero, O’Donojú y el Ejército Trigarante entraron triunfalmente a la Ciudad de México consumando así la Independencia.

Previo a su arreglo, Iturbide y O’Donojú intercambiaron cartas. ¿Qué se dijeron en ese intercambio epistolar? Vamos pues, a las cartas que precedieron a la aceptación de los Tratados de Córdoba, por parte de quien venía de su natal Sevilla a ser el 63º virrey de la Nueva España.

 

DE O’DONOJÚ A ITURBIDE

Veracruz, 5 de Agosto de 1821.

Sr. D. Agustín de Iturbide.

Muy señor mío y amigo:

Permítame V. usar de este título que me honra y deseo merecer. Acabo de llegar a este puerto con el objeto de dirigirme a México, en donde habla de tomar posesión de los mandos militar y político de estas provincias, en virtud de haber sido nombrado por el gobierno capitán general, y jefe superior político de Nueva España, como V. sabrá. Aún no había puesto el pié en tierra, cuando me instruyeron de las últimas ocurrencias del reino, y del estado de las provincias: quedé sorprendido con tamañas novedades que no esperaba, ni esperarla ninguno que se hallase en mi lugar, que tuviese los antecedentes que yo, y que estuviese en correspondencia y relaciones de amistad con los americanos más conocidamente decididos por la verdadera felicidad de su patria.

En efecto, accediendo a sus insinuaciones admití las honras del gobierno cuando ya no pensaba sino en descansar, y aventuré mi salud y mi vida, sacrificando mis comodidades, sin otra ambición que la de adquirirme el amor de estos habitantes; sin otros deseos que el de satisfacer los de mis amigos; sin otros sentimientos que el anhelo de tranquilizar estas desastrosas inquietudes; no consolidando el despotismo, no prolongando la dependencia colonial, ni incurriendo en las funestísimas debilidades de muchos de mis antecesores, combinados por un sistema de gobierno que se resentía del barbarismo de los siglos en que se estableció y que felizmente no existe ya entre nosotros; sino rectificando las ideas, calmando las pasiones exaltadas y poniendo a los numerosos pueblos en estado de conseguir con más seguridad y sin sacrificios horribles, lo que la propagación de las luces les hizo desear, cuyos deseos jamás puede desaprobar ningún hombre sensato. Así es que he sentido en lo interior de mi corazón que no se haya retardado el pronunciamiento de V., quien aun puede colmarse de gloria llevando a efecto las ideas de que abunda el oficio que escribió al Exmo. Sr. conde de Venadito en 18 de Marzo, de que me he enterado leyendo el impreso El Mexicano independiente, número 4, ratificadas también en el artículo último del papel volante de ese imperial ejército, número 6, de 18 de Junio.

En manos, pues, de V. están realizadas, dando más realce a sus virtudes, y proporcionándome a mí el seguro pase que necesito para poder conciliar con V. desde la capital las medidas necesarias para evitar toda desgracia, inquietudes y hostilidad a este precioso reino, en tanto que el rey y las Cortes aprueban el tratado que celebremos y por que V. tanto ha anhelado.

Si, como justamente debo esperar y prometerme de su bondad, siempre solícito de la felicidad de su patria, quiere apresurarla con placer de todos los sensatos de todas las naciones, dispondrá los más prontos medios de realizar mis sinceros deseos, indicados en la proclama que aquí he publicado y de que incluyo a V. varios ejemplares, en tanto que puedo más adelante y con más inmediación y en lugar más proporcionado, tener el honor de hacerle otras comunicaciones, a más de las que tengo hechas, mediante las que será V. conducido al mejor acierto, como de sumo interés a sus ideas, al mejor servicio del rey como tiene ofrecido, y a la seguridad, gloria y generosidad de la nación española, para la prosperidad de esta privilegiada parte del Nuevo Mundo.

Esta carta será entregada a V. por el teniente coronel Gual y el señor capitán Vélez, por cuyo medio espero contestación pronta que me constituya en la grata retribución obligatoria de nombrarme agradecido amigo de V., que afecto B.L.M.

Juan de O’Donojú.

Juan O’Donojú.

LA RESPUESTA DE ITURBIDE

(11 de agosto, desde Puebla)

Excelentísimo señor:

Si las relaciones íntimas de la sociedad y el interés particular son las que constituyen las amistades, nunca con más justo título dará V.E. el nombre de amigo, no dudando le aceptará, honrándome con este honor, seguro de la sinceridad de mi protesta. Las noticias que tengo de las ideas filantrópicas y liberales de V.E., no menos que de sus conocimientos políticos, me aseguran de que, libre de las ideas miserables de opresión é interesado en el bien de los hombres en general, y particularmente del de los españoles, celebrará la oportunidad de poder sacar en favor de ellos las ventajas que el mariscal de campo don Francisco Novella no puede; pues aislado, sin recursos para defenderse, y sin otra representación que la que le han dado una docena de hombres sublevados, infractores de las mismas leyes de España, en cuyo interés fingen obrar, no tiene las que era preciso para entrar en convenios legales y subsistentes.

V.E. está en el caso de hacer un buen servicio a este imperio, muy particularmente a España. Tendré particular satisfacción en contribuir a ello, así como la tiene de ofrecerse a la disposición de V.E. con la debida consideración atento servidor y afectísimo amigo, Q.B.S.M.

Agustín de Iturbide.

Luego acordaron reunirse en la villa de Córdoba donde firmaron los Tratados.

El destino de O’Donojú en México fue terrible: Llegó cuando México estaba por consumarse la Independencia; dos sobrinos suyos murieron al desembarcar en Veracruz, y aunque se le permitió ser integrante de la Junta Provisional de Gobierno, murió de pleuresía apenas dos semanas después de la entrada a México del Ejército Trigarante. Y su esposa doña Josefa Sánchez Barriga vivió los siguientes 21 años viuda y pobre en México.

 

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