Por Juan Carlos Hernández A.
Mtro en Gestión Social y Políticas Públicas
@juancarleis2020
La vida por sí misma es ya un problema, a veces un reto, para muchas personas con capacidades naturales, cultivadas y con diferentes atributos, tanto físicos como intelectuales y, por supuesto, adquiridas en la búsqueda de ese perfeccionamiento humano y que todo buscamos en el día a día.
Hay personas, con estudios de licenciatura, maestrías, etcétera, preparados, pero sin dominio de su inteligencia emocional; y los hay sin títulos académicos, pero con un adecuado manejo de su inteligencia emocional, como cita Daniel Coleman a mediados de los años 90: “Concebimos la inteligencia emocional como la capacidad de reconocer los sentimientos y los de otros; ser capaz de automotivarme”.
Las emociones tienen funciones de supervivencia, todas ellas tienen un sentido en nuestra vida, no necesariamente son malas, lo malo es cuando ya no lo sabemos controlar, pues ya la emoción pasa a controlar a las personas. La emoción es una respuesta a un estímulo externo ajeno a la persona y se percibe como una amenaza como el miedo. Y las hay internos, es cuando imaginamos recuerdos y producimos emociones propias.
Mientras que la emoción tiene una duración de más de un minuto, pero es más fuerte, el sentimiento es un estado más duradero, pero no es tan intenso. Ahora que en el caso de los hijos cómo aprenderán de la inteligencia emocional si los padres son el ejemplo. Ellos repetirán su conducta, por lo que hay que empezar a practicar la inteligencia emocional en nosotros y luego en ellos, como habilidades, y también incentivar a la expresión en ellos desde pequeños.
La inteligencia se presenta con emociones: la ira, como experimento una situación frustrante que interfiere en la consecución de nuestros objetivos, pero también ello dota de recursos necesarios para salir adelante, pero no permanecer en ella, por lo que hay que saberla manejar. Mientras que el miedo se da en las personas cuando reconocen una amenaza y su función es la protección, lo deseable en no hacer del miedo un caso patológico; lo ideal es que no interfiera en la vida normal y en las tareas ordinarias.
Ahora que la tristeza aparece cuando experimentamos una pérdida como lo material, de personas o relaciones, y esa situación ayuda a reintegrarnos, sacar los mejores recursos para fortalecernos; mientras que la alegría se da cuando experimentamos logros y su función es la afiliación, parte de una misma raza y, por ello, es la conservación de esa raza; la sorpresa aparece cuando está ante nosotros un estímulo inesperado y ello nos va a ayudar a orientar y explorar nuestro entorno.
Cuando no sabemos manejar las emociones, seguimos pensando supuestos y estamos prolongando la emoción, y ello provoca que actuamos regidos por esta emoción y la sigamos padeciendo por más tiempo, por lo que el comportamiento gira en torno a ese sentimiento y genera estrés, y puede hacerse crónico en detrimento de la propia salud, pues las enfermedades psicosomáticas y el sistema inmune se debilita y hay impacto en la salud.
Existen 5 claves para aprender a practicar la Inteligencia Emocional:
1.-Conocer tus emociones, ponerle nombre a lo que se siente.
2.-Manejar las emociones, no ser impulsivo, afrontar los eventos con calma.
3.-Automotivación, perseverancia ser positivos.
4.-Reconocer las emociones de los demás, la empatía, ayuda a comprender al otro a generar confianza.
5.-El manejo de las relaciones, sanas basadas en el respecto, no señalar, no críticas hacia los demás.
Es preciso recordar que en esta vida todos los problemas tendrán solución, solo hay que encausar y afrontar la realidad. Utilizar sabiamente la inteligencia emocional ayuda a reenfocar las energías, visualizar un replanteamiento de tal adversidad o desavenencia, que de seguro se nos presenta en la vida ordinaria. ¿Y usted cómo enfrenta las crisis: inteligentemente o se consume en el problema? Buscar soluciones apropiadas, con inteligencia emocional, es lo que hace gente exitosa. ¡Hágale pues!