Opinión Política
ANÁLISIS

Encuestas en tiempos de campaña

Con el inicio de las campañas a la presidencia de la República y a las gubernaturas de algunos estados, hemos presenciado una gran cantidad de encuestas en apenas las primeras tres semanas.

 

Por José Antonio Elvira de la Torre

Prof. del Departamento de Estudios Políticos del CUCSH de la UdeG

Una pregunta frecuente entre quienes están interesados en la vida pública de nuestro país y de nuestra entidad, particularmente en las elecciones y las campañas, es si las encuestas siguen siendo instrumentos apropiados y confiables para medir las preferencias electorales de las y los ciudadanos. La respuesta, en términos generales, es, sí, las encuestas siguen siendo instrumentos útiles para conocer las preferencias de las personas que integran una comunidad. No obstante, es necesario ser cuidadosos y considerar algunos elementos específicos del método de la encuesta, la forma de realizarla y las circunstancias de las personas de la comunidad donde se lleva a cabo.

Con el inicio de las campañas a la presidencia de la República y a las gubernaturas de algunos estados, hemos presenciado una gran cantidad de encuestas en apenas las primeras tres semanas. Como es cada vez más común, las diferencias en los resultados que arrojan los distintos estudios de opinión complican más la de por sí difícil tarea de seguir el paso de tal cantidad de información.

Por ejemplo, la encuesta del diario “El Financiero” de los primeros días de marzo, plantea un escenario en dónde la preferencia por la candidata de la Coalición “Sigamos Haciendo Historia” (50%) es mayor en 17 puntos porcentuales frente a su principal competidora, la candidata de la Coalición “Fuerza y Corazón por México” (33%). En esta encuesta, el porcentaje de personas entrevistadas que aún no ha determinado el sentido de su voto sigue siendo alto, 30%.

Por otro lado, el diario Reforma, el martes 19 de marzo, publicó un estudio de opinión en el que Claudia Sheinbaum registra el 58% de las preferencias, con una ventaja de 24% respecto de Xóchitl Gálvez y su 34% (diferencia aún mayor que la reportada por “El Financiero”).

Hay quienes recurren a modelos de agregación de las preferencias de las diversas encuestas, considerando que el promedio de ellas puede resultar más revelador. No obstante, una aproximación de este tipo corre el riesgo de considerar algunos estudios que no son confiables y que están diseñados para promover la idea de que la elección ya está definida, que ya existe una opción a la que es imposible ganarle y que nada puede cambiar esa situación.

Hace casi un año, en mi colaboración publicada en esta misma revista (¿Resultados inevitables?, 29 de mayo de 2023), daba cuenta de que algunos actores políticos y analistas de lo público, tanto en medios de comunicación como en redes sociales, promovieron insistentemente la idea que el escenario en 2024 estaba resuelto, que no existía posibilidad de una candidatura de oposición que pudiera competir y que, para efectos prácticos, MORENA tenía garantizado ganar los comicios presidenciales (cuando aún no se tenía certeza de si se concretarían las coaliciones, sobre todo la de oposición, ni se tenía claro quienes podrían ser candidatas y candidatos).

Nuevamente, ya con coaliciones integradas, con candidatas y candidato definidos, y las campañas iniciadas, resurge esa estrategia, pero ahora centrada en difundir resultados de encuestas al estilo de la elección a la gubernatura del Estado de México, en donde muchos ciudadanos no acudieron a sufragar porque consideraron que su voto no era significativo para modificar el “evidente e inevitable” resultado. Aunque luego se dieron cuenta, con el cómputo oficial, que la ventaja entre la ganadora y la que ocupó el segundo lugar no fue amplia y que seguramente su votó individual, sumado al de otros cientos de miles de electores en la misma situación, sí hubiera sido significativo para el resultado final.

En este momento de la contienda, con las campañas cerca de llegar al primer tercio de su duración, hay que considerar ciertos factores:

  • Para muchos electores es todavía muy pronto para determinar su preferencia definitiva: lo que se refleja en la gran proporción de personas que no tienen certeza por quién votar y que definirán su preferencia en la medida que las candidatas y/o el candidato, presente ideas y proyectos que coincidan con sus intereses.
  • Hay muchos electores que ya definieron su preferencia y el sentido de su voto: por lo general, personas cuyos intereses están vinculados directa o indirectamente con los gobiernos, los partidos o las candidatas o candidato. Pero también hay un número considerable de electores que pueden reconsiderar o modificar el sentido de su voto a partir de un cálculo realista de los beneficios que obtienen o el grado de representación de su visión e intereses, que le significa una opción política particular.
  • En nuestro país, una significativa proporción de ciudadanos no milita en partidos (menos del 5% milita en partidos, según la revisión de los padrones que realizó el INE en 2023) y, además, no considera relevante acudir a estas organizaciones para representar sus intereses y tratar de resolver los problemas públicos (para la ENCUCI 2020 del INEGI, sólo 8.1% ha acudido alguna vez en su vida a los partidos).
  • Resulta más relevante para la estructuración de preferencias políticas y electorales la evaluación que las personas realizan de la utilidad que los gobiernos les generan, que la militancia o simpatía por organizaciones políticas. Por supuesto que la percepción de quién ganará puede influir en los electores indecisos, pero es más importante la construcción de una relación estable de representación de intereses que satisfaga suficientemente a las personas. Incluso, una maquinaria bien aceitada de distribución de programas sociales, transferencias directas de dinero, a través de estructuras territoriales que permanentemente estén en contacto con los electores potenciales, puede no ser suficiente, cuando hay evaluación final negativa sobre los resultados e impactos del funcionamiento del gobierno en la vida de las personas.

En resumen, a falta de más de 60 días de campañas y tres debates, no es posible determinar ganadores por adelantado. Como las propias encuestas serias advierten, “los resultados reflejan las preferencias electorales y las opiniones de los encuestados al momento de realizar el estudio y son válidos para esa población y fechas específicas”.

 

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