Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

Claudia y los “villanos” de la historia de México

Iturbide, Santa Anna y Don Porfirio, antihéroes creados a partir de la Revolución.

 

Por Alfredo Arnold

La Dra. Claudia Sheinbaum dirigió un discurso muy importante en su cierre de precampaña. Pero incluyó una expresión que probablemente no es de ella, que no abona a la imagen que proyecta como candidata presidencial y que además profundiza la zanja política que divide a los mexicanos.

Refiriéndose a los opositores, la Dra. Sheinbaum los calificó como “herederos de Iturbide, Santa Anna y don Porfirio”, lo cual no sería un insulto si no fuera por la intención peyorativa. Pero, ante todo, meter en un mismo paquete a los tres personajes es un error. Iturbide, Santa Anna y don Porfirio no tienen nada en común, salvo que los tres fueron militares que arriesgaron su vida por México y que en distintos momentos estuvieron al mando del país.

Además, la palabra “herederos” implica que existe una línea sucesoria que los une y en este caso no la hay; sus historias son diferentes: Iturbide completó la lucha iniciada por Miguel Hidalgo, Santa Anna traicionó a Iturbide y don Porfirio luchó en defensa de la República, es decir, del lado del presidente Benito Juárez.

Vivieron distintas etapas, nacieron en diferentes lugares y sirvieron a distintos intereses.

Veámoslos rápidamente de uno por uno:

ITURBIDE. El consumador de la Independencia nació en Valladolid (hoy Morelia) en 1783. Fue bautizado con el nombre de Agustín Cosme Damián Iturbide Arámburo, educado en la milicia y miembro del Regimiento de la Reina, lo que significaba ser un soldado de élite en el virreinato de la Nueva España. Luchó contra los insurgentes y se impuso a José María Morelos en una curiosa batalla entre paisanos. Pero más tarde se pasó al bando contrario, se congració con Vicente Guerrero y con el último enviado de España, Juan O’Donojú. Marchó al frente del Ejército Trigarante en la toma de la capital y decretó la Independencia del nuevo país, México. Presidió el triunvirato elegido para gobernar interinamente y más tarde fue proclamado emperador. Sólo duró unos meses, fue traicionado, renunció, lo enviaron al exilio en Italia y poco después regresó a para advertir al nuevo Gobierno sobre los planes de reconquista que se orquestaban en Europa. Tan pronto como desembarcó, fue capturado, le hicieron un juicio sumario y lo fusilaron.

SANTA ANNA. La historia enfatiza sus errores como presidente de México, cargo que ejerció en once ocasiones, pero se olvida que fue él quien instrumentó el Plan de Casa Mata que derrocó a Iturbide. Nació en Xalapa, Veracruz, en 1794. Su kilométrico nombre de pila era Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón. Era once años menor que Iturbide y también estaba al servicio militar del virrey. Siguió los pasos de Iturbide al integrarse al bando independentista, y cuentan que cuando éste ya era emperador, Santa Anna le pidió la mano de una de sus hermanas, le fue negada, lo cual enfureció al veracruzano y ese fue el motivo de su traición. Creada la república, repelió el intento de invasión del español Isidro Barrada y luchó contra los separatistas texanos. La historia lo responsabiliza por la pérdida de territorio ante Estados Unidos. Favoreció la expedición de las Leyes de Reforma de su vicepresidente Valentín Gómez Farías, aunque después las anuló. López de Santa Anna perdió una pierna en la defensa de Veracruz contra el primer intento de invasión de Francia. Fue un soldado de la patria, de eso no hay duda.

DON PORFIRIO. Nació en Oaxaca en 1876 (93 años después de Iturbide). Recibió el nombre de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori. Fue un soldado fiel a Benito Juárez, peleó contra los conservadores y fue uno de los héroes de la célebre batalla de Puebla junto con Ignacio Zaragoza. Fue un bastión en contra del Emperador Maximiliano y un elemento clave para el triunfo definitivo de la República restaurada. Siguió sirviendo a Juárez a pesar de su interés por llegar a ser presidente. Después de la muerte del Benemérito más cuatro años de ejercicio presidencial de Lerdo de Tejada, asumió la Presidencia por casi tres décadas. Se le reprocha su actitud dictatorial y antidemocrática, pero se le reconoce la pacificación del país después de casi un siglo de inestabilidad y su gestión a favor del desarrollo; construyó el ferrocarril, monumentos e instituciones que perduran. Don Porfirio siguió siendo un liberal a lo largo de su vida y como presidente instauró el positivismo. Con el inicio de la Revolución renunció, se exilió en Francia, allá reposan sus restos.

¿Qué queda, entonces, que ligue a Iturbide, Santa Anna y don Porfirio? ¡Nada! Solamente la costumbre de fabricar héroes y villanos de acuerdo a las preferencias del gobierno en turno.

Ojalá que la narrativa del próximo Gobierno de México no incluya las clases de Historia, de “su” historia.

 

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