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Un día sin periodistas

NOTA DEL EDITOR

Por Julio César Hernández

@jcentresemana

El pasado martes tres de mayo se conmemoró -difícilmente podemos afirmar que se celebró- el Día Mundial de la Libertad de Prensa, pero en México se sigue asesinando a periodistas. La suma llega a nueve en lo que va apenas de este 2022, el primer cuatrimestre. Casi tres asesinatos al mes, casi un crimen cada 15 días.

¿Por qué matar al mensajero?

Es cierto que de acuerdo a la información proporcionada por el subsecretario de Seguridad Pública federal, Ricardo Mejía Berdeja, en las ruedas de prensa “mañaneras”, no todos estos homicidios han tenido que ver con la labor periodística de la víctima, pero sí la mayoría. Y cuando te enteras de que asesinan a un periodista, en tanto no se conozcan las causas, vives con la incertidumbre, el temor y el miedo de hasta dónde son capaces de llegar quienes se sienten afectados por lo que se difunde, principalmente en la prensa y la radio, o ahora ya hasta en las redes sociales o plataformas digitales.

Martin Baron, ex director del Washington Post, dijo que “nuestro trabajo es conocer los hechos, independientemente de a quién ayude y a quién hiera”, pero en México éstos últimos parecen no estar dispuestos a dejar que los sigan “hiriendo”. El escritor y periodista colombiano Javier Darío Restrepo afirmó que “lo que más temen los corruptos es la palabra, lo que más desean es el silencio”. Y en México, los criminales creen que el silencio se logra matando a los periodistas. El periodista, escritor y poeta polaco Ryszard Kapuscinski afirmó que “el trabajo del periodista no consiste en pisar cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea cómo corren a ocultarse”. En México, estas “cucarachas” no sólo corren a esconderse, sino que antes asesinan a quien osó prender la luz.

Lamentablemente parece que no existe en nuestro país el menor interés de las autoridades, federales y estatales, por actuar para proteger la labor del periodista y permitir que el periodismo se ejerza sin riesgo de morir, pues es desde la cúpula del poder donde se azuza a actuar en contra de los periodistas y medios de comunicación; es desde los centros de poder donde se construye el clima de inseguridad y linchamiento para quien ejerce este oficio. La intolerancia de los gobernantes a la crítica y la condena que hacen en contra de sus críticos en los medios de comunicación son la materia prima para que se atente en contra de éstos.

Los periodistas en México, y en Jalisco en este caso, no pedimos privilegios para ejercer nuestro oficio sino únicamente las garantías de seguridad para hacerlo. Pero, al parecer, nuestro clamor es en el desierto. Y esto, seguro, lo estaremos diciendo, pidiendo, solicitando y exigiendo cada vez que un periodista sea asesinado, porque desgraciadamente nada nos garantiza que esto no suceda. Lo que hoy escribo pude haberlo hecho hace uno, dos o tres meses, y nada sucede. Puedo repetirlo dentro de uno, dos o tres meses, y seguro nada sucederá. Ojalá y no, porque eso significará que han dejado de asesinar periodistas.

Pero mientras esto siga ocurriendo, quienes ejercemos el periodismo lo haremos en medio del temor y la incertidumbre, porque como afirmó Restrepo y lo he referido en anteriores textos: “A los periodistas nos juzgarán no solamente por lo que decimos sino por lo que dejamos de decir”.

La periodista Lydia Cacho, exiliada en España, en su libro de próxima aparición, “Cartas de amor y rebeldía”, del que el periódico El País publicó un extracto, afirma:

“Imaginen un día sin periodistas. Sería un mundo habitado por el silencio o la mentira”.

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