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La Importancia del Nobel de Economía 2024

Por Alfonso Gómez Godínez

@ponchogomezg

Muchos colegas economistas nos hemos congratulado con el otorgamiento del Premio Nobel de Economía 2024 a tres grandes académicos que reivindican el papel de las instituciones en el desarrollo económico de las naciones. En ocasiones fuimos testigos del otorgamiento de dicho premio a economistas que adentrando en profundas investigaciones cuantitativas llegaban a plantear postulados que por sus altos niveles de abstracción se alejaban de las acuciantes problemáticas del mundo real; así, también se reconocieron en otras ocasiones a economistas que trabajaron en modelos de predicción y comportamiento de los mercados financieros que favorecían a la toma de decisión de los grandes especuladores y rentistas que concentran la riqueza mundial.

Las críticas señalaban que con esa perspectiva la ciencia económica parecía alejarse en la búsqueda de soluciones pertinentes a las necesidades de un crecimiento económico con distribución de sus beneficios a través del empleo, los salarios, educación y salud. A partir de lo anterior, nos encontrábamos muchas veces con una incómoda pregunta: ¿Para qué sirven los economistas sí el mundo vive en un recurrente escenario de bajo crecimiento económico, presiones inflacionarias y amplia pobreza?

Para la molestia de los ortodoxos de la teoría económica, de los que siguen aferrados a dogmas que perduran desde el siglo 18 y 19 (que algunos se han revestido con nuevo follaje, pero siguen respondiendo a un mundo irreal), de los que piensan que es posible aplicar modelos de crecimiento sin considerar las variables institucionales peculiares de cada país, el otorgamiento del Nobel de Economía a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson ha resultado sumamente estimulante y refrescante para el debate y la propuesta económica.

Ante la complejidad de los retos globales, la Economía debe de abrevar y encontrarse con el Derecho, la Sociología, la Historia, la Antropología, la Psicología, la Ética e inclusive con la Biología para poder consolidarse como un paradigma científico que ofrezca alternativas viables para una sociedad con prosperidad compartida y bienestar subjetivo.

Lo que nos ofrecen dichos economistas es considerar que el mercado refleja en su comportamiento y resultados el tipo y la calidad de las instituciones que existen en cada realidad. Nuevo Laredo, México y Laredo en Estados Unidos, dice Acemoglu y Robinson en su libro ¿Por qué fracasan los países?, son tan distintos (a pesar de compartir un mismo espacio geográfico) por el tipo de instituciones que existen en cada país. Su servidor se pregunta, ¿tendría Dallas, Houston, Austin, San Antonio el actual nivel de progreso y bienestar sí Texas siguiera perteneciendo a México? En otras palabras, ¿esas ciudades más bien se parecerían a Cuidad Acuña, Piedras Negras, Monclova, Matamoros, Reynosa de pertenecer a México y, por lo tanto, ser influenciadas por nuestro marco institucional?

Las instituciones, proponen los economistas laureados, para promover el progreso y la prosperidad deben ser inclusivas y eso significa que exista una alta integración de la sociedad en la política, que se imponga el Estado de Derecho, el equilibrio de poderes, que el poder se comparta con las mayorías, que la ciudadanía tenga acceso a la información, a la educación. Instituciones inclusivas que en la economía fijen un piso parejo para todos, que no existan monopolios, que las asignaciones de contratos no se fijen por el compadrazgo, la filia política y el nepotismo. Que los beneficios del crecimiento económico se distribuyan con mayor equidad, que la competencia aliente la participación económica de los ciudadanos, que se respete el derecho de propiedad, el de los consumidores y contribuyentes.

Invito a adentrase en la obra de dichos autores; con pensamiento crítico y reflexivo descubramos luces que nos orienten a construir una economía fuerte en nuestro país, reconociendo que el mercado y el Estado requieren de determinadas instituciones que generen incentivos para la creación de riqueza y un mejor reparto, para que con instituciones especificas se disfrute de la libertad y del disfrute de los bienes producidos y adquiridos.

 

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