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La artificación del espacio aéreo (Parte I)

Por Carlos A. Lara González

Dr en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

En los últimos años he tenido la oportunidad de viajar en un par de ocasiones en el avión artificado de Aeroméxico que lleva en el fuselaje un diseño de Quetzalcóatl, la “Serpiente Emplumada”. Desde la primera vez tenía el pendiente de escribir algo acerca de la artificación del espacio aéreo a través de las aeronaves porque los aviones rotulados, también conocidos como aviones con libreas especiales o personalizadas, tienen una larga e interesante historia que merece ser contada.

Inicia en los primeros años de la aviación comercial en las décadas de los 20 y 30 del siglo pasado. Entonces los aviones solían llevar inscripciones sencillas que se limitaban a poner el nombre de la aerolínea y el número de vuelo. Sin diseño ni estética. En las dos décadas siguientes las aerolíneas comenzaron a utilizar colores y logotipos distintivos en dichos espacios para diferenciarse del resto y con una embrionaria finalidad de marketing, pues imperaba aún la sencillez.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los aviones rotulados jugaron un papel determinante, no desde una perspectiva comercial o de marketing, sino desde la militar.

Con propósitos de identificación, motivación y propaganda, la principal razón para pintar y rotular aviones militares fue el camuflaje. Eran intervenidos con patrones que ayudaban a mezclarse con el entorno, reduciendo la visibilidad frente al enemigo. Los aviones que operaban sobre el mar generalmente portaban tonos azules y grises, mientras que los que volaban sobre tierra tenían patrones en tonos verdes, marrones y arena. Llevaban, además, marcas nacionales específicas para facilitar su identificación y evitar el fuego amigo.

Por tal razón, no podemos pasar por alto la artificación Nazi en el espacio aéreo, pues es una de las formas más vistosas de intervención de aviones en la historia. Consistía en pinturas decorativas, a menudo humorísticas o intimidantes en la parte delantera de las aeronaves, especialmente en los aviones bombarderos. Una estrategia orientada a elevar la moral de las tripulaciones e intimidar al enemigo. Muchos aviones llevaban insignias de unidad para identificar a la escuadra o grupo perteneciente. Otras tenían marcas que indicaban el número de misiones o aviones enemigos derribados que no solo servía como símbolo de orgullo, sino también como efecto psicológico entre tripulantes y enemigos. Los había también con mensajes políticos o símbolos nacionalistas para difundir la ideología de los países combatientes o, bien, como recordatorio de la causa por la que luchaban. Sin duda, el uso creativo y estratégico de la rotulación de aviones durante la guerra fue determinante en el espacio aéreo.

Para las décadas de los años sesenta y setenta, las empresas se centraron en las libreas. A ver, en general, todos los aviones son iguales para quienes no somos expertos en aeronáutica, por lo que las libreas (ese conjunto de símbolos, insignias, colores e identificadores que portan), son quizá lo único que les diferencia, por lo que desde entonces ha sido aprovechado para tunear las aeronaves. En adelante comenzarían a invertir en el aspecto visual de los aviones mediante colores altamente visibles y diseños más elaborados. Iniciando así con la rotulación de libreas con el propósito de conmemorar hechos históricos, tener presencia de marcas o promocionar eventos.

En las décadas siguientes, la tendencia en la utilización de las libreas se intensificó y las aerolíneas comenzaron a artificar sus aviones completos empleándolos como vehículos publicitarios. Es el caso de aerolíneas como ANA de Japón, con sus diseños inspirados en Star Wars, o Norwegian Air Shuttle, con imágenes de personajes históricos, incluso a través de pinturas que cambian de color bajo diferentes condiciones de luz, o materiales reflectantes para crear efectos visuales. La impresión digital ha aumentado las posibilidades de esta artificación mediática del espacio aéreo.

Por ello, algunas aerolíneas pasaron de la rotulación de libreas a la artificación del fuselaje, y de este a la totalidad de las aeronaves para promover la cultura y el patrimonio de un país o región, conmemorar festividades, eventos culturales o hechos históricos. Es el caso de la artificación del citado dreamliner 787-9 de la aerolínea del Caballero Águila (Aeroméxico) que lleva rotulado en el fuselaje un diseño de Quetzalcóatl, la “Serpiente Emplumada”. Resultado de una convocatoria lanzada en 2014 a diversas universidades del país bajo el título “El Diseño está en el Aire”, cuyo ganador fue el diseñador gráfico José Manuel Escudero, de Veracruz. O bien, la artificación de su boeing 737 MAX que, en asociación con el Museo Tamayo, rotuló con una obra de arte, parte integral de la exposición Petrit Halilaj: RUNIK.

En 2011 la aerolínea española Iberia bautizó su Airbus 340 con el nombre del tenor Plácido Domingo para rendir homenaje en sus 70 años de vida y 50 sobre los escenarios. En 2019 hizo lo mismo para sumarse al homenaje al pintor Oswaldo Guayasamin, en el marco del centenario de su nacimiento y de su programa institucional #Talentoabordo, cuyo propósito es difundir y promover las expresiones de la cultura española y latinoamericana en los cerca de 50 países a donde vuela.

En 2018 estrenó la canción “Volando” que dedicó a su nuevo Airbus A350 y a todos sus empleados. Un canto al optimismo interpretado por un coro de personas de los diversos destinos adonde vuela. La idea surgió del productor musical Javier Limón, quien ajustó la duración de la canción a 3:50 minutos para hacerla coincidir con el número del avión. La música, dijo, como los aviones, “une personas y acerca culturas y de eso trata Volando, de conectarnos a través de una melodía llena de buenas vibraciones”.

 

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