Una larga travesía recorrió la investigación sobre el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Arzobispo de Guadalajara, asesinado el 24 de mayo de 1993 en el aeropuerto de Guadalajara. A la tesis oficial de la confusión, se atravesó la versión del “complot” sin sustento jurídico y que generó desconcierto y desconfianza en la sociedad mexicana. Veintinueve años después, esta hipótesis quedó “sepultada”.
Por Julio César Hernández
Mañana 24 de mayo se cumplen 29 años del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto internacional de Guadalajara, una tragedia que por casi dos décadas se enfrascó en una discusión pública entre la tesis oficial de que fue un crimen por confusión y la versión de que hubo un complot para ejecutarlo. La primera se sostuvo con pruebas jurídicas que fueron reconocidas, incluso, por la Conferencia del Episcopado Mexicano, en tanto que la segunda se enarboló con posturas firmes, principalmente, del cardenal Juan Sandoval Íñiguez y de quien fuera diputado local y federal y secretario general de Gobierno de los gobernadores Alberto Cárdenas Jiménez y Emilio González Márquez, el abogado Fernando Guzmán Pérez Peláez, basadas en declaraciones de testigos, algunos de los cuales luego se retractaron o se comprobó padecían trastornos mentales.
El Caso Posadas, al igual que los asesinatos de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del PRI a la presidencia de la República, y de Francisco Ruiz Massieu, secretario general del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, fue uno de los hechos registrados durante el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari que conmovieron al mundo entero, pues nunca en la historia del país se había asesinado en México a un Príncipe de la Iglesia Católica.
A lo largo de más de 15 años, en cada aniversario del crimen se registraban hechos sobresalientes que ocupaban, año tras año, los principales espacios de los medios de comunicación, pues mientras que la Procuraduría General de la República tenía agendado un informe sobre el avance de las investigaciones que reforzaban la tesis de la confusión, por el otro lado quienes sostenían la versión del complot hacían públicos nuevos elementos con los que pretendían fundamentar su postura.
Durante estos años fuimos testigos de un enfrentamiento público pocas veces visto en el país: el del titular de la PGR cuando ocurrió el asesinato y quien desde el inicio de las investigaciones sostuvo la tesis de la confusión, el finado Jorge Carpizo McGregor, contra el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo de Guadalajara y sucesor del cardenal Posadas Ocampo en la Arquidiócesis tapatía. La confusión y el complot fueron el motivo de esta confrontación que llevó a que el primero interpusiera una denuncia en contra del segundo, de la que posteriormente se desistió debido a que cada vez subía más de intensidad, y se estaba convirtiendo ya en un problema de Estado.
Al paso del tiempo, otros elementos se convirtieron en piezas claves para sostener una y otra postura: la declaración del entonces nuncio apostólico, Jerónimo Prigione, la integración del llamado Grupo Interinstitucional, la postura del obispo Luis Reynoso Cervantes, la aparición de diversos libros donde se hablaba del crimen y de las causas del mismo que sostenían posturas encontradas, las declaraciones de los exprocuradores que conocieron del caso y, para cerrar, la declaración de quien confesó haber asesinado al cardenal Posadas Ocampo aquel 24 de mayo de 1993.
Hoy, al haberse impuesto la versión oficial de la confusión fundada en pruebas jurídicas y no existir nuevos elementos que obliguen la apertura de la investigación, sólo queda hacer un recuento de todo lo anterior.
TODOS LOS RESPONSABLES DE LAS INVESTIGACIONES HASTA LA FECHA HAN COINCIDIDO EN QUE EL ASESINATO DEL CARDENAL SE DEBIÓ A UNA CONFUSIÓN PRODUCIDA DURANTE UN ENFRENTAMIENTO ENTRE DOS ORGANIZACIONES CRIMINALES. PERSONAS MENORES EN PUESTOS DE RESPONSABILIDAD MAYOR, CON DESCONOCIMIENTO, NEGLIGENCIA O MALA FE, HAN HABLADO DE LA EXISTENCIA DE UN COMPLOT PARA MATAR AL CARDENAL POSADAS OCAMPO”.
CARLOS SALINAS DE GORTARI /EXPRESIDENTE DE MÉXICO
La carta del Obispo
Con fecha del 14 de septiembre de 2000, tres meses antes de morir, el obispo de Cuernavaca, Luis Reynoso Cervantes, representante del Episcopado Mexicano en el Grupo Interinstitucional, conformado por representantes de la propia Procuraduría, del Episcopado y del Gobierno de Jalisco, así como por el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, como invitado especial, envió un documento a todos y cada uno de los obispos integrantes de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), con el propósito de “evitar que sean engañados en torno a las investigaciones sobre el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo”, y en la que afirmaba:
“Yo no pretendo que se declare públicamente la tesis de la muerte accidental del señor cardenal Posadas, sino deseo que los señores obispos, delante de Dios, se formen su conciencia. Yo no tengo ninguna intención de dividir al Episcopado, pero sí evitar que sean engañados.
En este documento el obispo Reynoso, doctor en Derecho, alertaba a los destinatarios de su escrito de los argumentos utilizados por quienes por muchos años habían insistido en la hipótesis del complot para asesinar al entonces Arzobispo de Guadalajara, basados en declaraciones y versiones recogidas de entre algunos presuntos testigos de los hechos.
“Estoy consciente de que esto me va a traer insultos, desprecios, incomprensiones y hostilidades, pero es más fuerte mi amor a la verdad y la justicia”, subrayaba monseñor Reynoso Cervantes, quien agregaba que el Grupo Jalisco, promotor de la versión del complot, dejó a un lado “los principios éticos, la honradez, la sinceridad y la verdad”.
La guerra de libros
Para cuando se cumplieron diez años del crimen que conmovió a la sociedad mexicana y cimbró las estructuras del poder político durante la presidencia de Salinas de Gortari, la guerra había entrado al terreno peligroso de las denuncias penales que ya nada tenían que ver con el asesinato del cardenal Posadas.
En 2002 las partes enfrentadas con la teoría de la confusión y la versión del complot, sostuvieron una de sus más duras batallas que motivó la aparición de dos libros en los que defendías sus posiciones: “Asesinato de un cardenal. Ganancia de pescadores”, escrito por el entonces titular de la PGR, Carpizo McGregor, en cuya gestión se concluyó que el crimen en contra del cardenal no fue premeditado; y “Sangre de Mayo”, escrito por el periodista Héctor Moreno y prologado por el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, en el que se defiende la hipótesis del complot.
“Asesinato de un cardenal…” está basado, fundamentalmente, en las declaraciones ministeriales hechas por los miembros de las dos bandas de narcotraficantes que participaron en los hechos del aeropuerto, así como de los testimonios que constan a quien fue el primer responsable de la investigación de este crimen. Jorge Carpizo/ EXTITULAR DE LA PGR
“Sangre de Mayor”, a su vez, es “un detallado análisis de las evidencias disponibles y subrayan los vacíos que quedan en la historia oficial. Entrelazando ambos elementos construyen una sólida teoría sobre los culpables y el móvil del crimen…”, reza la presentación del libro en su contraportada.
Posteriormente los promotores de la hipótesis del complot elaboraron otros libros: “La verdad os hará libres”, de José Antonio Ortega Sánchez y Fernando Guzmán Pérez Peláez, y “Los Chacales”, de Jesús Becerra Pedrote. Los tres formaron parte del Grupo Interinstitucional.
A su vez, además del libro de Jorge Carpizo y Julián Andrade, el obispo Luis Reynoso Cervantes, publicó su libro “El caso Posadas. Verdad, derecho y religión”, en el que también refuerza su postura a favor de la tesis de la confusión.
La declaración del Nuncio
Importante en este caso fue la declaración del entonces nuncio apostólico Jerónimo Prigione. En mayo del 2002 se dio a conocer en algunos medios de comunicación parte de su declaración, que textualmente decía:
“Cuando me enteré que habían interrogado a 39 testigos y todos ellos coincidieron que fue un error no de persona sino de vehículo, yo siempre he manifestado que para mí la versión de la PGR no es la única ni la más asegura, sino que es la probable porque está sustentada en pruebas.
“No nos encontramos casados con ninguna versión, solamente hay que reconocer que la versión de la Procuraduría es la más probable, ya que las demás versiones son puras especulaciones sin pruebas”.
De esta manera, se interpretaba que el nuncio Prigione no creía en la hipótesis del complot.
El Grupo Interinstitucional
Ante la insistencia de que el crimen del cardenal fue un complot y ante la presión para que las autoridades ampliaran la investigación, en 1998 el entonces presidente Ernesto Zedillo integró una Comisión Interinstitucional de la que formaron parte la PGR, el Episcopado Mexicano, el gobierno de Jalisco y como invitado el cardenal Juan Sandoval.
Cuando se integró este grupo plural, en junio de 1998, se acordó que los integrantes del mismo se comprometían a aceptar la resolución final que arrojara su trabajo.
La vigencia de esta Comisión Interinstitucional duró dos años y fue hasta finales de julio de 2000 cuando por fin se determinó dar por concluidos sus trabajos, pero sin llegar a un acuerdo común, por lo que se presentaron dos informes finales: uno que ratificaba la tesis de la confusión, aún con la ampliación de pruebas, y otro sosteniendo la hipótesis del complot, pese a que no se presentaron pruebas de ello.
La hipótesis del complot
El denominado Grupo Jalisco, liderado por el cardenal Juan Sandoval y el ex secretario general de Gobierno, Fernando Guzmán, quienes integraron la Comisión Interinstitucional, sostuvieron a lo largo de los años su postura de que la muerte del cardenal Posadas fue planeada, y para sostenerla ofrecieron una serie de elementos que fueron desde declaraciones de presuntos testigos o de quienes dijeron haber escuchado algo al respecto, pasando por la realización de vuelos registrados por elementos judiciales y militares de la Ciudad de México a Guadalajara momentos antes del crimen, hasta la responsabilidad misma del exprocurador Jorge Carpizo.
Los ex Procuradores
Una vez más la insistencia de que el asesinato del cardenal Posadas Ocampo había sido resultado de un complot provocó una nueva reacción, esta vez de los ex procuradores generales de la República que conocieron del caso y las investigaciones.
En junio de 2002, cinco exprocuradores que tuvieron bajo su responsabilidad la investigación del crímen, publicaron un desplegado en varios diarios de circulación nacional en el que ratificaron el resultado de las pesquisas realizadas durante sus gestiones, y objetaron la hipótesis del complot.
De los defensores de la hipótesis del complot asentaron: “Los que sostienen que la muerte ocurrió por un complot, declaraban que tenían ‘pruebas contundentes’ para acreditarlo; sin embargo, no es sino hasta 1998 cuando aportan supuestas pruebas, es decir, cinco años después de ocurrido el asesinato”.
El autor material
Entre muchas de las declaraciones ministeriales que la PGR recogió de los participantes en los hechos y que posteriormente fueron detenidos, existe la de Edgar Nicolás Mariscal Rábago, alias “El Negro”, integrante de la banda de los hermanos Arellano Félix, en la que confiesa que él y su compañero “El güero jaibo” fueron quienes dispararon en contra de los ocupantes del automóvil Grand Marquis blanco que coincidía con el que les habían dicho era propiedad del narcotraficante Joaquín Guzmán.
Mariscal Rábago fue detenido durante la gestión al frente de la PGR del ex diputado del PAN, Antonio Lozano Gracia. Al respecto, según consta en el expediente y se menciona en el libro del ex procurador, “El Negro” Mariscal declaró lo siguiente:
“… Y al ver en el interior del estacionamiento sobre el carril de circulación paralelo al arroyo circundante un vehículo Grand Marquis de color blanco y de modelo reciente, que coincidía con las características del automóvil que usaba Joaquín Guzmán Loera, alias ‘El Chapo Guzmán’, según se nos había informado, y por tal motivo de inmediato se acercó al Marquis su paisano “El güero jaibo” y con su arma larga que llevaba consigo al igual que el declarante, le efectuamos disparos a los ocupantes de tal vehículo, percatándome que la persona que iba sentada en la parte frontal derecha, vestía de color negro e intentaba descender de su vehículo, lo cual fue impedido por los disparos que en ráfaga le hice. Asimismo me di cuenta que un vehículo de la marca Buick, de color azul verde, se estacionaba sobre el arroyo de circulación exterior del estacionamiento, percatándome que sus ocupantes también efectuaban disparos en contra de mis compañeros, por lo que Rodrigo Villegas Bon efectúa disparos en contra de los ocupantes del Buick de color azul verdoso, después de lo cual nos damos a la fuga a bordo del Spirit, enterándome posteriormente que la persona contra la cual había disparado era el cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, cuyo vehículo confundimos con el usado por ‘El Chapo Guzmán’…”.
Esta declaración fue registrada el 23 de septiembre de 1995 y ratificada por Mariscal Villegas el 26 de septiembre de 1996.
29 años después…
Mañana llegamos a la antesala de que se cumplan tres décadas de un magnicidio cuya causa se sostiene en pruebas jurídicas de que fue una confusión en medio del enfrentamiento entre dos bandas del crimen organizado, y que el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo habría estado el día equivocado, en la hora equivocada y en el lugar equivocado, al igual que su chofer y otras cinco personas más que también fueron asesinadas en este hecho.
El 26 de mayo de 2008, en un artículo publicado en el periódico Reforma bajo el título “El Cardenal Posadas Ocampo”, el entonces expresidente Carlos Salinas de Gortari, en cuyo gobierno sucedió el crimen, escribió:
“Desde 1993, cuando ocurrió el deceso, hasta la fecha, la PGR ha llevado a cabo cuatro investigaciones bajo la responsabilidad de ocho procuradores generales (en 1993 colaboró con la Procuraduría de Jalisco), de los cuales tres son apartidistas; dos, miembros del PRI (el partido dominante por varias décadas); dos, del PAN (el partido hoy en el poder), así como un general del Ejército mexicano.
“Todos los responsables de las investigaciones hasta la fecha han coincidido en que el asesinato del cardenal se debió a una confusión producida durante un enfrentamiento entre dos organizaciones criminales. Personas menores en puestos de responsabilidad mayor, con desconocimiento, negligencia o mala fe, han hablado de la existencia de un complot para matar al cardenal Posadas Ocampo. La falta de razón en sus argumentos, siempre emotivos y tendenciosos, no encuentran fundamento en la realidad ni apoyo en las investigaciones”.