Opinión Política
OPINIÓN

Artificación instagrameable

Por Carlos A. Lara González

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

El arte y la cultura han pasado por una serie de estados. Uno de los primeros fue el estado de reposo planteado por el crítico peruano Juan Acha, quien analizaba la sociología del arte y su aparición contemporánea en el continente latinoamericano. Otro fue el estado simbólico, visto así por el antropólogo Néstor García Canclini en su vertiente sociológica, en particular sus reflexiones en torno a la teoría y método en la sociología del arte, así como de su producción simbólica.

Asimismo, por un estado gaseoso si atendemos la teoría de Yves Michaud en El Arte en Estado Gaseoso, en la que hace una pequeña etnografía del arte contemporáneo y el lugar que ocupa la estética en la actualidad.

Ha pasado también por un estado líquido, según el polémico sociólogo Zygmunt Bauman, quien problematizó el arte a través de su principio de licuefacción, donde ya no hablamos más, decía, de un tránsito hacia un nuevo orden, sino de una condición permanente de algo que carece de orden y donde la flecha del tiempo ya no tiene punta. Su ensayo fue publicado, además, en un momento en que los cibernautas y prosumidores no solo se multiplicaron, sino que saben más que nadie sobre arte, estética, corrientes y valores simbólicos.

Si faltaba dar un risco al risco, este lo dio otro sociólogo: Frederic Martel, quien, bajo mi punto de vista, sienta las bases de lo que he denominado desde hace años el estado digital del arte y la cultura. Un nuevo estado generado a partir del cambio en el consumo cultural que ha transitado de la posesión de bienes a la suscripción y al acceso de estos.

 

Todos estos estados son discutibles, materia de debate para reflexionar acerca de la innegable explosión-implosión que ha vivido este importante ámbito de la vida social.

En días pasados, un artista urbano de un pueblo galés llamado Tonteg, realizó una obra de arte sobre la cortina de una popular cadena comercial de nombre Best One. Digamos que plasmó en la memoria no solo del barrio, sino del ciberespacio, la imagen de una mujer de 72 años que quedó colgada de la persiana del local de forma accidental. Estaba parada junto a la cortina del comercio que al activarla, desde adentro, alguna parte de la cortina se enganchó a su abrigo elevándola casi dos metros de altura con todo y el carrito del mandado. La mujer, de nombre Anne Hughes, empleada de dicho establecimiento se viralizó en las redes sociales, suspendida por unos segundos en la fachada del establecimiento. Su imagen en la situación mencionada ha quedado inmortalizada en un mural urbano.

Yves Michaud.

Y es que dos semanas después del acontecimiento, el nombre de Anne Hughes regresó a las redes y a los medios de comunicación debido a que el artista urbano, reconocido como “Tee2Sugars”, plasmó el momento en la persiana del local, tal como se ve en el video. La artificación de la cortina, del espacio y del ciberespacio se da en el momento que se busca recrear un hecho cotidiano que detonó el interés de la gente. Se enmarca en la economía del acontecimiento. Y es que, según cuenta el artista a la BBC, el proceso creativo detrás de la obra comenzó en el momento en que fue contactado por el equipo de la tienda para llevar a cabo el proyecto. Es decir, alguien vio en el accidente un hecho simbólico, pero al mismo tiempo instagrameable y decidió crear una narrativa enmarcada en la economía del acontecimiento. Una narrativa que parte de la artificación de un elemento, de un espacio. Una artificación acabada y amplificada por la atención del espectador. Una obra que, dejando de lado la tramitología, es parte ya de la cadena comercial, del barrio, de los clientes, de la biografía del artista y de la datósfera.

Lo anterior, luego de un arco narrativo que va de la artificación en estado simbólico de un hecho a la artificación en estado digital del mismo. Una suerte de entretenimiento decretado por quienes entienden bien la economía del acontecimiento. Aquí no hace falta ser Banksy, sino todo lo contrario a lo furtivo de este artista. Se trata de saber recrear y artificar la atención.

Llegados a este punto, la reflexión ya no es si el trepidante desarrollo tecnológico cambiará el arte y la cultura, sino cómo los está cambiando, sobre todo, qué queda de las categorías, jerarquía y nomenclaturas que conocíamos. Es decir, cómo nos estamos adaptando a estas nuevas formas de expresión y consumo cultural y qué tan socialmente útiles son, no solo dentro del consumo de nuevas experiencias, sino también como marco de una ciudadanía cultural.

 

Post relacionados

La ley a la expectativa

Opinión Política

30 días después…

Opinión Política

Conducta Gobernante

Opinión Política

Dejar un comentario