Charlas en la Cafetería del Barrio
Por Alberto Mora
@alberto_mora
-El populismo sigue siendo uno de los conceptos más discutidos en la ciencia política. Hoy hay quienes lo ven como una amenaza para la democracia y otros como una oportunidad para reestablecer el vínculo entre la ciudadanía y el poder político.
“¿Cómo lo definirían hoy considerando la evolución del término y las perspectivas históricas?”.
Así arranca el Profe la charla en la cafetería del barrio. Acompañado de Elena y Manny, dos compañeros de academia con los que disfruta de dos de sus grandes pasiones: el intercambio de opiniones inteligentes y los cafés tostados por el Taller de Espresso.
Manny, doctor en Ciencias Políticas sigue el intercambio de ideas y opina:
-Considero que es un tema complejo. A mí me gustaría partir de la base que establece Giovanni Sartori. Él afirma que el populismo es una forma de apelación directa al pueblo que descansa en la construcción de un “ellos” y un “nosotros”.
“Según Sartori no es tanto una ideología, más bien una estrategia discursiva adaptable tanto a la izquierda como a la derecha. Hoy en día es paradójico cómo en 2025 sigue generando tanto apoyo, incluso en democracias consolidadas”.
Elena deja el cigarrillo en el cenicero y agrega:
-Si, esto es algo que John Kenneth Galbraith aterriza en su análisis cuando señala que las crisis económicas generan un terreno fértil para líderes populistas. Galbraith decía que los momentos de inseguridad llevan a las personas a buscar respuestas simples a problemas complejos. Esto explica por qué, tras la pandemia y las tensiones económicas globales recientes, hemos visto un resurgir del populismo en varias regiones.
“También se me viene a la memoria Yuval Noah Harari, que argumenta algo similar en 21 lecciones para el siglo XXI. Él advierte que el populismo moderno no solo explota miedos económicos, sino también identitarios.
“Harari dice que los avances tecnológicos y la globalización han desdibujado las fronteras tradicionales, lo que deja a muchos con una sensación de pérdida de control, terreno perfecto para discursos populistas que prometen “recuperar” algo perdido. Creo que podríamos decir que eso es más un perjuicio que un beneficio”.
Manny responde con el tono académico que lo caracteriza:
-Es un perjuicio si lo miramos desde una perspectiva democrática clásica. Acuérdense que Maurice Duverger señaló que el populismo tiende a debilitar las instituciones porque su narrativa no necesita de las instituciones. El líder habla directamente al pueblo sin intermediarios.
“Pero hay un beneficio relativo. En contextos de crisis, el populismo puede catalizar un cambio en sistemas estancados, forzándolos a responder a demandas populares que antes ignoraban. Por ejemplo, muchos movimientos populistas han puesto temas como la desigualdad o la corrupción al centro del debate.
“Sin embargo, eso tiene un costo alto. Sartori advertía que el populismo no genera estructuras sólidas de gobierno. “El “ellos” y el nosotros” puede ser útil para ganar elecciones, pero difícilmente para gobernar. Además, el desprecio por la técnica y la experiencia genera políticas improvisadas que terminan agravando los problemas estructurales”.
Elena pide una nueva ronda de cafés y aprovecha para interrumpir y tomar la voz para acotar:
-Es cierto, pero no podemos ignorar que algunos movimientos populistas han traído beneficios al corto plazo. Piensa en líderes como Franklin D. Roosevelt, quien utilizó estrategias populistas para implementar el New Deal. En contextos de crisis, un liderazgo fuerte puede reconfigurar las instituciones. La diferencia está en si el líder populista busca construir o destruir las estructuras democráticas.
“Por eso el análisis histórico es crucial. Si bien hay ejemplos positivos, como Roosevelt, la mayoría de los casos recientes han demostrado que el populismo tiende a exacerbar los conflictos sociales y a polarizar a las sociedades. Citando de nuevo a Harari, en este sentido él alerta que el populismo del siglo XXI puede convertirse en algo mucho más peligroso debido al uso de la inteligencia artificial para manipular emociones masivamente”.
El profe solicita la cuenta, retoma la palabra en la charla y a manera de conclusión comenta:
-El populismo en 2025 es un punto crítico, ya no es el mismo populismo del siglo XX. Hoy se amplifica a través de redes sociales con líderes que construyen sus narrativas en tiempo real, adaptándose a las reacciones del público. En ese sentido, hay que pensar en cómo regular esos espacios sin caer en censura.
“Ahí es donde se nos presenta el gran desafío, en encontrar un equilibrio, entre permitir que las demandas populares se expresen, pero sin sacrificar los valores fundamentales de la democracia. Como decía Duverger: “la política siempre será un juego de tensiones”. La pregunta es: ¿cómo lo jugamos sin romper el tablero?
“En última instancia, el populismo es un reflejo de las carencias de nuestras democracias. Si queremos enfrentarlo, necesitamos fortalecer la educación cívica, reconstruir la confianza en las instituciones y crear sistemas políticos más inclusivos.
“El populismo es un síntoma, pero también un desafío. Nuestra tarea como académicos es entenderlo en toda su complejidad, y como ciudadanos, trabajar para que las democracias respondan mejor a las necesidades del pueblo.
“Un gran reto, pero no imposible. El populismo nos debe recordar que la política debe estar al servicio de las personas, no de las élites. Si aprendemos esa lección, quizás podamos convertir sus riesgos en oportunidades.
“Porque al final la política es como decía Sartori: El arte de lo posible”.