La violencia con que se llevó a cabo este fin de semana la elección de consejeros, más la inconformidad de algunos aspirantes presidenciales por la falta de “juego limpio” y piso parejo”, genera al interior del partido guinda un ambiente que pudiera tener un alto costo a pagar en los próximos procesos electorales.
Por Julio César Hernández
Pase de lista y acarreo de adultos mayores en Coyoacán, acusaciones de coacción del voto en Tlaxcala; quema de urnas en Chiapas; embarazo de urnas y uso de ambulancias para el acarreo en Michoacán; destrucción de boletas y acarreo en Oaxaca; “reventón” de la elección en Hidalgo donde las urnas volaron entre los asistentes inconformes; detención de la diputada Jessica Ramírez por la policía municipal en Minatitlán, Veracruz; y gresca a puño cerrado en la Ciudad de México, incluso entre mujeres; en Puebla, en Tabasco e Iztacalco, Estado de México; denuncias de compra de votos a 300 pesos y con lista en mano de por quién tenían que votar en la capital del país, fueron las escenas que enmarcaron la primera jornada de Morena -el sábado- para elegir a quienes serán sus consejeros nacionales y estatales.
“¡Tenemos una jornada histórica para nuestro movimiento (con la elección de sus congresistas)!”, presumió el presidente nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo, a través de sus cuentas en redes sociales, y razón no le falta al calificarla de “histórica”, pues se registró la misma “historia” que ha caracterizado a la izquierda en México de dirimir sus diferencias con violencia. Lo hizo el PRD, lo ha hecho el partido del Trabajo y ahora Morena refrenda esa tradición.
Basta ver cómo las redes sociales fueron “invadidas” el sábado pasado por imágenes violentas prácticamente en todos los estados donde se desarrollaron estos comicios. Quizás lo más “inocente” que vimos fue la convención de “acarreados” que confesaban no saber a qué asistían a ese centro de votación.
Ayer domingo se debió celebrar la segunda jornada electoral en otros estados, y no hay razón para creer que será en paz, con tranquilidad y civilizada, pues las “tribus” morenistas no entienden de esto, que obligó, incluso, a que el simpatizante John Ackerman -esposo de Eréndira Sandoval, ex secretaria de Desarrollo Social-, tuviera que aplicar el programa “cazando mapaches”, mientras que el senador Ricardo Monreal decidió no participar en solidaridad con quienes fueron relegados de este proceso.
Resulta imposible negar que la adelantada contienda entre las “corcholatas” lópezobradoristas por la candidatura presidencial puso su dosis de polarización a este proceso electoral, pues aunque si bien no está debidamente identificado -o al menos no se difundió en su momento- que los pleitos y las grescas hayan sido entre los simpatizantes de cualquiera de los aspirantes a la candidatura, la “guerra intestina” en Morena es por ver que corriente logra llevar el mayor número de consejeros nacionales.
El reclamo ebrardoísta
Lo sucedido el sábado en estas entidades donde se efectuaron elecciones internas y lo que pudo suceder ayer en las que faltaban por celebrarse, enmarcan prácticamente el “banderazo” dentro de Morena para la definición de sus candidatos a las gubernaturas de Coahuila y el Estado de México, así como para las candidaturas presidenciales y a las gubernaturas que estarán en juego en el 2024, entre ellas la de Jalisco.
La rebeldía inicial de Ricardo Monreal Ávila, coordinador de los senadores de Morena, al no ser considerado en la lista de prospectos elegidos y mencionados por el presidente Andrés Manuel López Obrador, fue el primer ingrediente de inconformidad al interior del partido guinda, descalificando primero el proceso anunciado de encuesta para sacar al candidato presidencial, y ahora las irregularidades detectadas en la elección de consejeros.
A este gesto de Monreal se le sumó semanas atrás la manifestación de inconformidad de los simpatizantes y promotores de la candidatura de Marcelo Ebrard Casaubon, secretario de Relaciones Exteriores, integrados en la corriente “Progresistas por la Unidad”, encabezados por Malú Micher, que reclamaron la falta de “piso parejo” para las cuatro “corcholatas”.
Si a través de este grupo Ebrard se queja de que no hay “piso parejo”, es porque advirtió que desde Morena o desde Palacio Nacional se han dado señales de favoritismo que no puede ser sino para Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno del Distrito Federal, o para Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación.
¿Cuáles son esas señales de “favoritismo”? No los han precisado los inconformes, pero de continuar no hay duda de que los sacarán a la luz pública, aun y cuando desde la “mañanera” el presidente López Obrador rechazó y negó que exista “piso disparejo”, con lo que podemos anotar que se sintió aludido del reclamo ebrardorista y que por eso tuvo que ser él quien les respondiera, antes que o hiciera el dirigente Mario Delgado Carrillo.
La queja de Marcelo Ebrard a través de sus simpatizantes ha sido interpretada como una señal que confirmaría lo que desde tiempo atrás sostienen algunos analistas políticos y columnistas: que él no es el “elegido” ni el favorito de Palacio Nacional. De otra forma, no se explican por qué el titular de Relaciones Exteriores tuvo que salir a denunciar la inequidad en el proceso interno, cuando aún estamos muy lejos del arranque oficial del proceso electoral constitucional. Lo consideran un mensaje directo del Canciller para Palacio Nacional, pues no creen que el responsable del favoritismo sea Delgado Carrillo cuando él ha estado prácticamente ajeno a la carrera cuyo banderazo dio López Obrador el año pasado.
Las causas del mensaje de inconformidad de Ebrard, se dejaron a la libre interpretación, por lo que no se descarta que conforme avance el tiempo, si no se corrige la ruta, esta queja suba de intensidad y comience a señalar a quienes podrían estar detrás del favoritismo, ya sea para Sheinbaum o López Hernández, cuidando, por supuesto, no sacar a relucir el nombre del inquilino de Palacio Nacional, pero de manera puntual recurriendo a aquel dicho del “Te dijo Juan, para que entiendas Pedro”.
Marcelo el activista
A diferencia de sus tres adversarios -Claudia, Adán Augusto y Ricardo-, que no han hecho otra cosa que recorrer algunos estados del país, Marcelo Ebrard Causabon decidió -como lo anunció aquí en Jalisco- integrar un grupo de colaboradores con el que, dijo, buscará ganar la encuesta con la que se defina la candidatura presidencial de Morena.
Hasta el momento no se ha definido con precisión cuál y cómo será el trabajo político que emprenda este grupo, pero llama la atención que con tanto tiempo de antelación se haya integrado para hacer activismo a favor del canciller, lo que es un ingrediente extra en esta disputa por la sucesión de López Obrador.
Si bien hasta el momento nada se ha concretado, ya se habla de que los simpatizantes de Claudia Sheinbaum integrarán su propio grupo promotor, con lo que estaríamos viendo que la carrera final sería entre la jefa de Gobierno y el titular de Relaciones Exteriores, en tanto que el inquilino de Bucareli podría jugar el papel de testigo en espera de entrar “al terreno de juego” o sumarse anticipadamente al equipo de quien parece ser su “candidata”, como se ha advertido.
¿De qué manera actuará el grupo “Progresistas por la Unidad” que impulsa la carrera de Ebrard para sumarle simpatías que, como lo auguró el propio funcionario, lo lleve a ganar la encuesta y, por tanto, sea el candidato de Morena a la presidencia de la República? ¿“Progresistas por la Unidad” es otra señal que evidencia que Marcelo no es el favorito de Palacio Nacional? ¿O por qué integrarlo con tanta anticipación y por qué en su primera aparición formalmente pública lo primero que hace es denunciar que en esta contienda interna -que oficialmente aún no arranca- no hay “piso parejo”?
Sin duda al paso del tiempo encontraremos respuesta a estas interrogantes.
Sheinbam & Adán Augusto
En este escenario que se ha dibujado ya dentro de Morena con rumbo al 2024, también se advierte una clase de alianza “de facto” entre Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, de quien valga destacar que su imagen ha crecido en su difusión en redes sociales y hay lugares donde el número de sus simpatizantes no es nada despreciable para un hombre que no era conocido a nivel nacional ni se caracteriza por ser un dicho de simpatía.
Incluso, ya tiene su corrido lanzado a ritmo de banda con el estribillo: “¡Que suene la banda, vamos a gusto con Adán Augusto!”.
Pero se ha advertido -y así lo han interpretado algunos analistas-, que el secretario de Gobernación se ha convertido en un tipo de “promotor” “en corto” de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México en sus visitas a diversos estados, como sucedió aquí en Jalisco en sus primeras visitas. Trascendió que, en su momento, ha pedido a diversos liderazgos locales que se sumen al proyecto de Claudia Sheinbaum.
Quizás por eso él se niega a confesar que sea aspirante a la candidatura presidencial y simplemente remite al consabido argumento de que aún no son los tiempos para hablar de la sucesión o de candidatura alguna. Así lo hizo en Jalisco y así lo ha hecho en otras entidades. Incluso, esa tarea se ha interpretado, por supuesto, como la ejecución de instrucciones surgidas desde Palacio Nacional, con lo que se estaría fortaleciendo la versión de que es a Sheinbaum a la que López Obrador quiere ver por Morena en la boleta electoral dentro de dos años.
En sus arengas, López Hernández destaca la necesidad de seguir apoyando la transformación emprendida por el presidente López Obrador; apela a que sus interlocutores confíen en que el jefe de Ejecutivo federal atenderá y cumplirá todos sus compromisos de obras y servicios en cada entidad que visita, y de que saldará las deudas que tiene, como con Jalisco, por ejemplo.
Con su postura de inconformidad por la falta de “piso parejo”, Marcelo Ebrard es colocado en la línea del autollamado “rebelde con causa”, Ricardo Monreal, mientras que se advierte una postura de “institucionalidad” por parte de Sheinbaum y López Hernández. Dos bloques que comienzan a definirse y que podrían marcar la diferencia en el futuro no muy lejano.
Así, pues, tras lo sucedido este fin de semana durante la elección de sus consejerías y las diferencias que comienzan a emergen entre las “cocholatas” lópezobradoristas, Morena y su dirigente Mario Delgado se enfrentan a una encrucijada cuyo reto será que no llegue a la ruptura, y sin duda que para que eso no suceda mucho tendrá que ver quien vive en Palacio Nacional.