Por Alfonso Gómez Godínez
@pochogomezg
Vieja reminiscencia de los Estados Absolutistas, la tentación populista en Latinoamérica nos ha conducido a caminos de crisis, estancamiento económico y pobreza. En el siglo pasado, los presidentes Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo dieron sendas lecciones al respecto; el primero al señalar con autoritarismo y prepotencia que “la economía se maneja desde Los Pinos” y, el segundo, al sostener con exaltado heroísmo que “defenderé al peso como un perro”.
La realidad es que ambos gobiernos terminaron en horrendas crisis económicas, aderezadas con perniciosas inflaciones y devaluaciones, La terca realidad se impuso al endiosamiento de los citados presidentes que consideraban tener los poderes suficientes para imponer su voluntad sobre las leyes y lógicas de la economía.
El gobernante populista se apodera del gasto público, de la dirección del Banco Central, de las instituciones fiscalizadoras y del poder legislativo. Creyente de que tiene la posesión de la verdad absoluta define las prioridades y los planes económicos. Sus decisiones son verticales, se aceptan sin discusión y con total obediencia. Sí fracasan los proyectos, otros son los culpables.
En la asignación y distribución del gasto público se recurre a invocar tanto al interés nacional como al interés de las mayorías o del pueblo. Las consideraciones financieras, macroeconómicas y de evaluación de impacto pasan a un secundario o inexistente lugar. El gasto y la obra deben de publicitarse intensamente, las inauguraciones deben de ser sumamente llamativas, con fervor debe agradecerse al gobernante. En la misma dirección, se impone una narrativa que resalte su incomparable generosidad, su gran sensibilidad social y vocación de sacrificio. Todas las obras y acciones deben quedar para la posteridad.
En el discurso del caudillo populista, su gobierno abre un nuevo y glorioso capitulo en la historia de su país. Ahora todo es distinto, diferente y mucho mejor. No existen los fracasos; los problemas son herencias malditas de los antecesores. Sí algo sale mal, se encuentran conspiraciones y enemigos, pueden ser internos y externos.
Lo más sofisticado de los gobiernos populista es sincronizar la dispersión del gasto público a las necesidades y exigencias del ciclo electoral. Es necesario llegar a las elecciones con una población que perciba las obras y los apoyos económicos directos. La política social se convierte en política asistencialista. No importa las potenciales capacidades del gasto social para elevar las capacidades de los individuos, lo que importa es que el beneficiario del apoyo, del beneficio, reconozca al benefactor y se lo retribuya con el voto.
Los gobiernos del viejo PRI fueron portentosos y eficaces creadores del populismo económico. También lo fueron los peronistas argentinos, los apristas peruanos, los socialdemócratas, los chavistas y maduristas venezolanos. Sin embargo, la tentación populista adquiere nuevos aires y florece en la pobreza, la ignorancia y el resentimiento. Los supuestos demócratas que no cumplieron sus promesas engañaron a los ciudadanos y se enriquecieron con impunidad y escándalo, son los verdaderos responsables de la tentación populista; son los que abrieron las puertas a los que ofrecen un cambio en el vacío.