Por Carlos Alberto Lara
Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura
@Reprocultura
Hace más de 20 años tuve la oportunidad de participar en uno de los proyectos de arqueoturismo más importantes del país, quizá de los primeros en muchos aspectos. Primero, porque demostraba, por ejemplo, que el occidente de México sí había tenido aportaciones importantes en la era prehispánica. Se comenzó a hablar entonces de una cultura de la región, ya no solo de una tradición. Eran, además, pirámides circulares, únicas en su tipo y fueron los ciudadanos de la zona los primeros en involucrarse para poner en valor dicho patrimonio. Hablo del sitio arqueológico de los Guachimontones, ubicados a 60 kilómetros de Guadalajara en la ciudad de Teuchitlán, un punto de referencia de los más importantes del arqueoturismo nacional.
Un proyecto que vio la luz gracias al antropólogo Phil Weigand, a su terquedad profesional y académica. De la mano de su esposa Acelia y un equipo de expertos, enfrentaron grandes obstáculos y negligencias. En 1999 nos invitó a recorrer aquel inhóspito sitio, delante de nosotros iban los ciudadanos del lugar abriendo paso con machetes en mano entre abigarrados matorrales. La primera inversión fue de un millón de pesos que sirvió en parte para dejar al descubierto el montículo principal, cuyas condiciones agrestes no dejaba ver a los políticos el potencial que había debajo.
Luego de un par de inversiones más, fue inaugurado un museo de sitio. Los ciudadanos del lugar tuvieron el mejor de los gestos hacia Phil Weigand y su equipo; sacaron de sus casas todas las piezas arqueológicas que tenían para ponerlas a disposición del naciente espacio. Hoy los Guachimontones son un polo de desarrollo social, económico y cultural de toda una región, cuenta con un agradable entorno, caminos en condiciones, un centro interpretativo, un museo y servicios de calidad. Han sido 23 años de trabajo e inversión.
Hace una semana, una asociación civil del estado de Hidalgo logró mediante un juicio de amparo un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación, con el que se inician los trabajos para declarar la zona de Huapalcalco como Zona de Monumentos Arqueológicos, obligando al INAH a trabajar en este propósito. Por dicho instituto sabemos que la zona comprende un área cívico ceremonial formada por varias estructuras, plataformas y basamentos, además de fungir como un centro regional dominando la explotación, producción y comercio de la obsidiana. El Acuerdo publicado en el DOF señala que quedan comprendidos dentro del proyecto de declaratoria tres edificios, la pirámide principal, un templo secundario, una plaza rectangular, un par de plataformas y montículos, así como varios conjuntos con manifestaciones de gráficos rupestres.
Me ha tocado participar en este proyecto, ahora desde el despacho Artículo 27 con los especialistas Sergio Boeta y José Manuel Hermosillo. He visto lo mismo que hace 23 años, el aprecio de los ciudadanos por su patrimonio, las visitas guiadas que vienen realizando desde hace muchos años y la labor educativa que hacen del sitio con los planteles educativos de la región. Han sido ellos, los ciudadanos, al igual que en los Guachimontones, quienes lograron, en este caso por la vía judicial, que las autoridades iniciaran un proceso que ya se sigue de oficio. Un proceso que luego de la declaratoria seguramente tendrá un plan de manejo y posteriormente una promoción estratégica de la mano de turismo para convertirse en un polo de desarrollo social, económico, turístico y cultural.
Siempre que me preguntan para qué sirve el derecho de la cultura y los derechos culturales, digo que para generar mejores condiciones de vida en la sociedad, pero esto comporta saber y querer ejercer estos derechos. De lo contrario no sirven de nada. El arqueoturismo de base ciudadana es una alternativa de desarrollo social y cultural.