Ingeniero, exfuncionario municipal y exdiputado priista en el gobierno de Alberto Cárdenas, coordinando a su bancada en una Legislatura combativa, Alfaro Anguiano es también un escritor que retrata la vida cotidiana y el acontecer en la ciudad y el campo. Charla con Opinión Política en vísperas de la presentación de su libro “Memorias del olvido”.
Por Julio César Hernández
-César, ¿por qué el nombre paradójico de «Memorias del olvido»?
-Hace ya algunos años me pareció pertinente platicar con algunas personas, a guisa de entrevista –tema para el que no estoy capacitado–, que en mi modesta perspectiva habían alcanzado el éxito, superado limitaciones o aprovechando las oportunidades para luego darlas a conocer, aunque de manera limitada y un tanto parcial, pero, al fin, dejar constancia del reconocimiento y consideración partiendo, incluso, de algunos trabajos previos. Varios de estos fueron publicados en El Informador, en su oportunidad, otros en el tomo uno de Mis Varas Sueltas.
“Mi intención y voluntad se vieron cooptadas por problemas de salud que me afectaron de manera importante, en mayo de 2014, un evento isquémico –lo que sea que eso signifique–. Se me obstruyó cien por ciento la arteria carótida izquierda; el hemisferio izquierdo de mi cerebro quedó sin irrigación. En un primer momento quedé hemipléjico, sin coordinación y sin habla. Mi sistema circulatorio, a nivel cerebro, tiene una configuración poco frecuente. Una porción arterial en la base, que se denomina polígono de Willys, permitió que en un lapso breve se reestableciera la irrigación sanguínea casi por completo. Tratamientos clínicos, medicación, reposo, estudios de imagenología, mapeos cerebrales, etc. me fueron permitiendo la recuperación, pero el daño cerebral, estaba hecho. Y el trabajo no avanzaba”.
-¿Qué encontraremos en las páginas de esta obra?
-Mi paso por la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística; presentaciones de libros como “Guadalajara de ayer”, de Arturo Chávez Hayhoe; “México, Cien Años de Revolución”, de Héctor Castañeda; “Protagonistas y testigos de la Guerra Cristera”, de Lourdes Celina Vázquez Parada y Federico Munguía Cárdenas; y “Mi Historia Ecuestre y mi Técnica del Salto”, de Enrique Ladrón de Guevara Castañeda, entre otros.
“Un cuento: El Pequetito. Semblanzas de Francisco de Jesús Ayón Zester, del MVZ Rubén Anguiano Estrella, de José Ojeda Larios, artista cuchillero; de don J. Reyes Laguna, equipalero; doña Lucila y sus tacos de estación. Sobre algunos personajes: Doña Irenita, Mala suerte la de Juan, Entre el olvido y el no me acuerdo, Fue un privilegio, Enrique Flores Trischler, “El Zapopan” Romero, ¿Y Gabilondo Soler cuándo?, por ejemplo.
“También Operación Política: En vivo y a todo color, Ahhh… la política, ¿Por qué soy como soy?, Olimpismo mexicano, Mi primera vez, Ritual de iniciación, Dirigente vecinal, Principio incierto, Presidente del Distrito XIV; Los consejos políticos, De nuevo el V Distrito, Los diputados, Mi metamorfosis, Cuando la pasión se arraiga, y La ironía, entre otros.
“Además artículos: De don Jorge, apoyo irrestricto; A cuál más, ¡hermosas!; Rosas de cantera; Usted y el medio ambiente; El último surco; ¡Himno al campo!; ¡Aguas con el agua!; Lo que yo no tuve; Llovió dinero; Lo que importa es lo que sigue; Petróleo; ¿No eres hombre?; y ¿Basureros o rellenos?, y algunos más.
“Y una miscelánea; Temas de picardías; Las doce verdades de México; Lo que se piensa del padre; Moderna lexicología socioeconómica; Heroína anónima: la secretaria; y El voto de la mujer”.
-¿Por qué escribir este libro?
-“Perogrullo”, lo sé, pero no importa. En ese principio he tratado de anclar mis decisiones que tengan que ver con el tema. Decía mi abuelo Alejandro que “todo hombre que se distingue despierta envidia” –para los furibundos defensores del “lenguaje inclusivo”, esa era la manera de referirse a cualquier ser humano–. Y sí. Pareciera que cuando alguien, gracias a su esfuerzo, dedicación o circunstancias, alcanza el reconocimiento a su éxito, son más quienes lo envidian que los que sinceramente lo alaban.
“Con este criterio en algún momento tomé la decisión de que siempre que resultara viable, en todos los espacios en que me desenvolviera haría hasta lo imposible porque se otorgara justo reconocimiento a quien o quienes, de manera clara, lo merecieran.
“Por ejemplo, cuando tuve a mi cargo la directiva de la hoy Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística, en el año de 1988, se solicitó al H. Congreso del Estado que, en mérito de su desempeño por siglo y medio en el ámbito de la ciencia y la cultura, se otorgara a esta sesquicentenaria institución el grado de “Benemérita”.
“La petición fue obsequiada, y a partir de entonces luce con justificado orgullo este reconocimiento. Ese era el medio en aquel momento. Cambian las circunstancias, cambia el entorno, pero no el empeño: destacar la existencia, la presencia de personas con características y actitudes dignas de ser recordadas, imitadas, reconocidas. No envidiadas.
“Como diría Juan Rulfo: “La vida no es muy seria en sus cosas”. Y es cierto. “¿Quieres saber tus defectos? Cásate. ¿Quieres saber tus virtudes? Muérete”. En buen romance nada más claro. Difícilmente te reconocerán mientras vivas. Por eso, con frecuencia cito a Ana María Rabatte: ‘En vida hermano. En vida’”.
-¿Cuál es el objetivo de “Memorias del olvido”?
-Primero lo tomé como terapia. Aproveché que llevaba algo de avance con las monografías de José Ojeda y Rubén Anguiano que iban para un trabajo en otra dirección, pero que formaría parte del grupo de jaliscienses destacados que, a mi ver, merecen ser reconocidos y recordados. Ese era el proyecto original.
“Tenía, además, unos documentos alusivos a la muerte de mi abuelo materno que los tomé como pretexto para aceptar las razones de mi interés por la política. Resultó ser un crimen de estado.
“Esto, me remontó a mis inicios infantiles y a la necesidad de vencer el pánico escénico que representaban las típicas declamaciones de poesías en los festivales escolares. De allí me seguí, sin pausa, preparándome. Conforme recuperaba la memoria, respecto a hechos y circunstancias, amplié el horizonte inicial y aquí estoy”.
-¿Dónde estuvo César Gabriel Alfaro Anguiano después de retirarse de la vida pública en la política y en el gobierno?
-Como ya lo dije, este libro empezó a cocinarse hace más de doce años, precisamente al inicio de mi retiro. Algunas decisiones en mi familia se tomaron «con reloj», ni siquiera con calendario. Eso requería de mayor empeño y esfuerzo, pero siempre el resultado era más satisfactorio. Con ese criterio, el retiro se programó para los sesenta y cinco años. Pude hacerlo un poco antes, en la dirección y al ritmo previsto.
-«Memorias del olvido» contiene momentos vividos por el autor, pero ¿dónde quedan aquellos hechos vividos por al autor en su vida pública que no están aquí plasmados aún?
-Son momentos vividos y conocimientos adquiridos. Lo mucho que no se incluye, tal vez lo traiga al cuento en una mini biografía «no autorizada» que ya inicié. Queda mucha agua por correr bajo el puente.
-¿Hay recuerdos y hechos que conviene mejor guardar en la memoria del autor y no hacerlos públicos en un libro?
-Leí en algún lugar que la profundidad para manifestarse debe ascender a la superficie y, en ese momento, pierde su esencia. Así, a mi ver, la vida y los recuerdos. Mucho debe haber en la vida de las personas que es preferible que no cambien su esencia; que sigan siendo solo eso: recuerdos personales.
-Gabriel García Márquez dijo que «la vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarla». ¿Coincides?
-Si coincido. Precisamente por eso el título que tiene algo del realismo mágico rulfiano. Pero, además, en mis decrépitas circunstancias, casi todo lo referido tiene soporte documental. Ese fue mi principal conflicto con la política, la subjetividad de las propuestas contra la precisión de los hechos.
-En la vida pública hay momentos agradables y desagradables. ¿Qué momento agradable y desagradable que no viene en el libro ni en ningún otro escrito anteriormente, nos puedes compartir?
-Momentos agradables, felizmente tengo un número infinito y no pocos desagradables. Algunos de ellos, vienen en las Memorias. Otros llegarán después. La mayoría, quizá solo se los platique a mis nietos.
-¿Algo más?
-Espero haber dado cumplimiento a tu gentil solicitud. El resto, creo que se develará con la paciente lectura.