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Cómo entretener a un gestor cultural (Parte II)

Por Carlos A. Lara González

Dr en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

Leo una nota reciente que prevalece el empeño en Jalisco por hacer una Ley de Industrias Creativas que sería, a decir de sus promotores, la primera del país. Lo primero que me viene a la mente es hacer una segunda parte de un artículo publicado hace algunos años sobre cómo entretener al sector. Y es que uno de sus principales problemas es este de creer que todo se arregla a base de leyes. Eso les han hecho creer. Lo que en realidad ocurre es que se junta el hambre con las ganas de comer. Esto es, se encuentran en estos procesos dos necesidades: la de los legisladores y funcionarios por hacerse visibles y la de los gestores y agentes culturales por regular su desbordado entusiasmo. Aquí, lo que menos importa es la pertinencia de la ley.

Todos estamos de acuerdo en que las industrias creativas son importantes para el avance económico de un país, un sector prioritario, el cuarto pilar del desarrollo sustentable, el primero de los bienes públicos mundiales, el pivote estratégico del cambio, el rostro de la inclusión, la palanca de la diversidad, el sector que mueve la aguja del PIB, el segundo color del espectro solar y un largo etcétera. Sin embargo, no hay políticas públicas estructuradas y transversales en este campo que es, ante todo, materia de política pública. Se suele llamar industria a todo, con una pretensión o ligereza, incluso a nivel de entidades federativas, cuando lo que en realidad hay en ellas es trabajo audiovisual, empresas culturales y no propiamente industria.

La pretendida Ley de Industrias Creativas es demasiado pretenciosa debido a que sobredimensiona lo que este sector representa en una entidad como Jalisco. Transita el mismo camino que todos los que cohabitan el sector, recurre a los “numerotes” prospectivos de los miles de unidades económicas registradas en un directorio estadístico nacional y los mezcla con lo que estas generan en el país y en el mundo entero.

Existe una iniciativa más modesta, pero altamente pertinente, presentada por la bancada de Movimiento Ciudadano en el Congreso del Estado de Jalisco que plantea reformar la Ley de Desarrollo Económico, supongo que para colocar ahí la denominada industria creativa, pues propone reformar los tres artículos para “revaluar las economías industriales frente a aquellas que están orientadas a los servicios donde la innovación, el conocimiento, la tecnología, la cultura y la creatividad sean elementos centrales para propiciar un desarrollo económico y sustentable”. Si es así, sería además coherente con la plataforma electoral presentada por el partido gobernante, la cual señala: “Incorporar el enfoque de industrias culturales en las políticas públicas sobre cultura y vincularlas con las de desarrollo económico”. Bajo mi punto de vista, es suficiente con abrir un espacio a la industria creativa, a las empresas culturales en la legislación vigente en materia de desarrollo económico y no crear un adoratorio a las industrias culturales para entretener a la feligresía cultural del sector.

Si en un lugar es pertinente una ley de esta naturaleza es a nivel federal, donde ya se puede hablar de industria. Una ley general enmarcada en el artículo 4to. constitucional para establecer el fomento, la regulación y el desarrollo de la Economía Creativa y las Empresas Culturales, precisando los bienes y servicios que la integran, las atribuciones de los agentes promotores de la misma; los principios orientadores e instrumentos de apoyo; el sistema de información estadística; el programa de fomento; la coordinación de los órdenes y dependencias de gobierno para el impulso a las actividades que integran esta economía, así como la vinculación con el sector productivo para la innovación y desarrollo tecnológico de los bienes que la integran.

Las dependencias, instituciones y organismos internacionales conocen bien la diletancia del sector cultural. Conocen bien el salario emocional del arte y la cultura y esa franciscana pasión con que se suelen sumar los gestores y agentes culturales a un proyecto de ley que los mantenga entretenidos.

Lo inadmisible aquí, por parte del funcionariado cultural, es que se siga jugando con ese porfiado amor a la cultura a través de iniciativas, foros y reuniones (por cierto, altamente extractivas) para alimentar su diletancia y no se piense en resolver problemas de fondo a través de su trabajo.

Esto lo hacen todos, desde organismos internacionales que se pasan la vida impulsando sin resultados la cultura como el motor transformador y facilitador de los objetivos sustentables, hasta asociaciones, fundaciones y partidos políticos. Entre todos repiten el gemebundo y ya cansino discurso de la cultura como generadora de cohesión social, regeneradora del tejido social, pivote del desarrollo, el cuarto pilar… Mucha Unesco, mucha Agenda 2030, mucho motor transformador, Mondiacult, G-20 y demás agencias parasitarias, pero puede consolidar condiciones de desarrollo y recursos económicos para la implementación de estrategias pertinentes a cada región.

Todo son declaraciones, anuncios, nombramientos, llamados, decálogos, laboratorios, observatorios y conversatorios para mantener entretenido a todo un sector que sigue encendiendo veladoras a este rancio modelo de artículos de fe. Así las cosas, resulta fácil entretener a un gestor o agente cultural. Es cuestión de saber dosificar un rosario de conceptos felices, enfoques y horizontes para que estos sigan ampliando sus objetos de estudio, sus perspectivas y sus abordajes.

 

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