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El zapping electoral en el sector infantojuvenil

Por Carlos A. Lara González

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

Joan Ferrés es un pedagogo catalán de los fundadores de la neuroeducación. Creador del concepto zapping actitudinal (o conductual), el cual emplea a manera de principio en su análisis sobre la educación y la cultura del espectáculo en el sector infantojuvenil. Señala que el zapping actitudinal (esa forma de cambiar los canales hasta encontrar contenido gratificante), ha dejado de ser una actitud ante el televisor (hoy pantalla), para convertirse en una actitud ante la vida. Ejemplos de este tipo de zapeo abundan. Este sector poblacional suele cambiar a menudo de carrera, de amistades, de relaciones amorosas, de creencias, de aficiones, de bienes y servicios, de empleos etcétera.

Viven haciendo zapping, y el terreno político no es ajeno a este comportamiento tendencial. Aquí suelen cambiar también de partidos, gobiernos y gobernantes. Desde aquí podemos entender que voten más motivados por quitar al gobernante en turno que por elegir un determinado perfil. Ahora bien, si ambas motivaciones se suman el zapping es más potente.

Esta fue una de las razones por las que a unos días de las elecciones del día de ayer, en plena veda electoral como ya es costumbre, vimos cómo el régimen morenista utilizó al Partido Verde para intentar llegar a los jóvenes, a través de la contratación millonaria de influencers en redes sociales. Para tratar de retenerlos a través de mensajes, inofensivos en apariencia, hechos por roles de influencia.

Los jóvenes que hacen zapping electoral no son switchers; esto es, electores que no han definido con seguridad y firmeza su voto. Que observan hacia dos o más opciones electorales según sus necesidades y aspiraciones que suelen orientarse, según ventajas o desventajas. El joven que suele hacer zapping electoral es un joven que desea pertenece y formar parte de un cambio.

Más que de una cultura, que se ha formado en medio de la potenciación de lo emotivo, del flujo incesante de contenidos, en la imposición del dinamismo de las redes y la industria audiovisual que exalta la velocidad y el cambio por el cambio. Un joven que fija su atención ya no en el destino del trayecto, sino en el trayecto mismo. En ese sentido, no leerá ni se informará sobre los proyectos de nación, en todo caso lo convencerá quien mejor logre comunicarle lo que está en juego en la elección. El colapso narrativo que enfrentan, generado por la explosión tecnológica que favorece expresiones, tales como el microteatro, los cortoletrajes, la twitteratura, las microseries, el arte efímero etcétera. Es decir, una cultura de corte los lleva a no querer estar inmersos en la polarización que vive el país a causa de la política.

Es verdad que tampoco podemos generalizar. Antes bien, considerar eso que sostiene el maestro José Antonio Marina de que los jóvenes suelen tener muy mala prensa. No hay más que ver los títulos de obras juveniles que circulan en las librerías y ferias de libro ¿Cómo conectar con mi adolescente? La alcoholescencia, ¡Auxilio! ¡Qué debo hacer con mi hijo adolescente! ¡Renuncio, tengo un hijo adolescente…! y cosas por el estilo.

Una de las experiencias en esta campaña fue hacer frente a esta cultura de corte para poner sexy, nos decían, la propuesta cultural de la candidata Xóchitl Gálvez. Tuvimos que infografiar, primero, y tuiterizar después en diez puntos el denominado Decálogo Cultural. Otra fue el haber escuchado a lo largo del proceso electoral a varios colegas justificar el abstencionismo debido a la gran cantidad de candidatos que saltaban de un partido a otro. Intentando incidir en el voto joven, sostenían que la abstención era una manifestación legítima de descontento. Afirmación que no comparto, y menos en un contexto mundial, continental y nacional en el que la democracia está cada vez más amenazada. Por lo que me di a la tarea de hablar con jóvenes cercanos para convencerles de que la abstención era inadmisible. Que debían votar por quien quisieran, pero votar. Que a la democracia hay que vitaminarla con votos y no dinamitarla con abstenciones. En los próximos días veremos qué tan decisiva fue su participación en el proceso electoral.

Cada vez me convenzo más de lo que afirma José Antonio Marina. Los jóvenes, dice, ya no se parecen a sus familias o familiares, hoy se parecen a su generación. En efecto. Es con ella, con su generación, con quien comparten los mismos hábitos de consumo y códigos de conducta a través de la tecnología. Ni los padres ni los profesores son ya los únicos agentes educativos. Hoy ya no hay que remar, solo timonear.

 

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