Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

El ciclo escolar tras la pandemia y la virtualidad

La detección de los transtornos en la interacción parecen ir a la alza; intolerancia a la frustración, problemas en la comunicación, manejo podre del lenguaje o incluso niños que no pueden hablar, son fenómenos que se presentan cada vez más en las consultas de pediatras, psicólogos y pedagogos.

 

Por Isabel Alejandra María Venegas Salazar

Estamos a punto de cerrar el ciclo escolar 2021-2022; ansiosos por el descanso a uno de los periodos más complicados de la historia moderna tras haber sorteado dos años de pandemia, meses en el que los estudiantes dejaron de asistir a las escuelas mientras que estuvieron expuestos a muchas horas frente a los celulares, las tablets, y las computadoras.  Hoy, cuando hemos vuelto a convivir dentro de las aulas, comenzamos a ver el impacto de estos sucesos.

Muchos profesores coinciden en que estas generaciones de estudiantes desde el nivel de preescolar y hasta el superior, presentan serias dificultades para lograr con éxito tareas de concentración y razonamiento.  Tal parece que la destreza con la que los estudiantes manipulan los dispositivos como el celular o la Tablet, es al mismo tiempo la antesala a constreñir su potencial creativo y muchas de sus herramientas cognitivas para la auto-regulación al socializar con sus semejantes.

La detección de los trastornos en la interacción parecen ir a la alza; intolerancia a la frustración, problemas en la comunicación, manejo pobre del lenguaje o incluso niños que no pueden hablar, son fenómenos que se presentan cada vez más en la consulta de pediatras, psicólogos y pedagogos. Al igual que con el covid, los estudios epidemiológicos cuantifican el incremento a una tasa acelerada de estas problemáticas que dañan la salud mental y que representan una preocupante alarma por darse desde los primeros años de vida.

La psicóloga infantil Rachel Barr, de la Universidad de Georgetown, en Washington, señala que se está teniendo evidencia suficiente para demostrar que una gran cantidad de horas de exposición a pantallas interactivas en edades tempranas puede tener efectos negativos: alteraciones del sueño, trastornos sociales, pérdida de peso y dificultades en el aprendizaje.

El problema que se presenta por la exposición de los pequeños a las pantallas digitales durante tiempos prolongados, preocupa porque sucede (en promedio) desde los cuatro meses de edad.

 

El problema que se presenta por la exposición de los pequeños a las pantallas digitales durante tiempos prolongados, preocupa porque sucede (en promedio) desde los cuatro meses de edad, y conforme va creciendo también aumenta el número de horas al día, aunado a eso hay otro factor que también se incrementa: la complejidad en la elaboración de los algoritmos en cada aplicación. Facebook, youtube o instagram -por ejemplo-, tienen construidas sus plataformas de manera que los consumidores encuentren en ellas una muy pronta y profunda adicción.

Los jóvenes adolescentes ahora tienen enormes dificultades para la concentración, para la memorización, tienden a postergar tareas y compromisos importantes por la falacia de lo que representan las redes sociales, van dejando ver sus efectos secundarios en la precariedad de relaciones reales que no logran niveles de comunicación significativos y significantes, sin construcción de valores éticos y emocionales, así como la disociación entre lo que es real y ficticio.

Esa fantasía, también está impidiendo que los adolescentes y jóvenes, puedan dimensionar la trascendencia de lo que representan sus acciones entre la virtualidad y la realidad.  Recientemente hemos observado un incremento en la violencia cibernética; cada vez más, estudiantes de 13 o 14 años se adentran en juegos que implican retos peligrosos, amenazas e intimidaciones entre ellos; “juegos” que representan serios problemas para los que se vuelven víctimas de estas redes sociales.

Dentro de ese tipo de violencias, también se ha elevado el número de ocasiones en el que los y las estudiantes se vuelven víctimas por la difusión de contenidos íntimos; de ahí que podamos pensar que existen herramientas como la de la “Ley Olimpia” para combatir la violencia digital, dado el impacto tan grave que tiene para una niña-adolescente que ha mandado a su novio de doce años una  foto de ella desnuda. Sin su consentimiento la imagen ya ha sido compartida con sus amigos, y en unos cuantos minutos se encuentra en las redes, observada por miles o millones de personas.

El dilema es que, en la misma indefensión, en la misma precariedad de formación está el “infractor”, un niño de 12 años que, en un abrir y cerrar de ojos ya está metido en un conflicto que lacera la vida de muchas personas. ¡No podemos dejar a los niños, niñas y adolescentes, sin la formación necesaria para enfrentar el mundo de la virtualidad!, debemos prepararlos para que sean conscientes de los riesgos, los tiempos, las demandas que esto implica.

Enorme reto tiene nuestra sociedad ante el deseo de aprovechar estos recursos sin dejar de ver los peligros que ello conlleva.  Una invitación para los jóvenes papás que también crecieron con estos dispositivos, a que fortalezcan sus lazos familiares, la vinculación entre las miradas es mucho más significativa, relajante y terapéutica, lo será siempre más que ningún video por más superproducción que se pueda imaginar; es pues la conexión entre los más cercanos, una experiencia determinante en la construcción del ser humano, y tal parece que sigue siendo muy superior a la conexión de WiFi.

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