Por Alfonso Gómez Godínez
@ponchogomezg
En 2021 Javier Milei asumió el cargo de diputado nacional y junto a Victoria Villarruel conformaron el minúsculo grupo parlamentario del novedoso partido La Libertad Avanza (LLA) en el Congreso de la República de Argentina.
Ambos diputados “recibieron bulling” de sus colegas de otros partidos. Se burlaban diciendo que ellos dos no podrían hacer nada al interior del Congreso, que su presencia numérica era tan insignificante que su gestión pasaría de noche. Al cabo de dos años, Milei y Villarruel son presidente y vicepresidente de Argentina. Lo imprevisto y lo inédito se impone a los pronósticos sustentados en la ortodoxia, en mirar al pasado y en creer en nuestras propias verdades.
Con una visión completamente distinta, hace décadas Hugo Chávez conquistó el corazón de la inmensidad de los venezolanos y democráticamente lo llevaron al poder. Chávez rompió con los partidos tradicionales, con la vieja nomenclatura política y construyó un discurso renovador y lleno de esperanza por el cambio y la transformación. El juicio sobre su legado lo dejo a consideración del lector.
Javier Milei transitó por la misma vía para llegar al poder. Sin embargo, entre ambos personajes existe una distancia abismal en términos ideológicos y de programa de gobierno. Son dichos personajes, el agua y el aceite.
Desde la semana pasada Argentina, más bien el pueblo argentino, se empezó a adentrar a un camino complejo e incierto donde, sin duda, está en juego el bienestar, el patrimonio, el tipo y proyecto de vida de millones de personas, desde los viejos hasta los pequeños.
Estoy convencido de que con las medidas económicas anunciadas y por anunciar por parte del presidente Milei, el pueblo argentino va a experimentar el proceso de ajuste económico más profundo; por lo tanto, el más doloroso registrado en América Latina desde que se empezaron a instrumentar desde la década de los ochenta del siglo pasado.
La devaluación del peso argentino, los recortes al gasto público, el cierre de dependencias de gobierno, la eliminación de subsidios y apoyos en la prestación de servicios públicos y otras medidas adicionales, sin duda provocarán una caída profunda de la demanda y de la actividad económica. Las consecuencias en materia de empleo, pérdida de ingresos y del poder adquisitivo son inevitables para el pueblo argentino.
En economía no existe nada gratis. Hoy se tienen que pagar las consecuencias del desenfreno en el gasto público, de la excesiva deuda interna y externa, de postergar las correcciones macroeconómicas, de medidas populistas que tienen a la Argentina en el umbral de la hiperinflación y del default financiero y cambiario.
El llamado “Loco” está abriendo una puerta a un escenario nebuloso. Quizás estemos asistiendo a un gravoso experimento social de enormes costos y sacrificios con la finalidad de equilibrar las variables macroeconómicas y confiar en que años después se logrará un crecimiento económico sano y sostenido con beneficio social. Milei, “El Loco”, escribirá su verdadera historia.
