REFLEXIONES
Por Gonzalo Leaño Reyes
En los tiempos electorales es común hablar del voto de los jóvenes, sobre todo de aquellos que, por su edad, acudirán a las urnas por primera vez. Se menciona que millones de jóvenes llegaron a la edad de 18 años y pasaron a engrosar el padrón electoral. Sin embargo, existe una gran distancia entre lo que se esperaría del “voto joven” y lo que realmente ocurre el día de las elecciones. Los jóvenes, simplemente, no acuden a votar.
Veamos algunas cifras difundidas por el INE de cara al proceso electoral 2023-2024:
-Más de 15 millones de jóvenes podrán votar por primera vez en elecciones federales y un gran número también podrá participar en las elecciones de las nueve entidades federativas donde habrá comicios estatales.
-Según el Registro Federal de Electores, hay más de 15 millones de personas que tienen entre 18 y 24 años de edad. Es una cantidad similar a la que había en las elecciones de 2018.
-Estos 15 millones de posibles votantes equivalen al 15.8 por ciento del padrón electoral, en el que estamos registrados 95 millones de ciudadanos.
Este mini universo de jóvenes podría ser el fiel de la balanza a la hora de contar los votos totales que se emitan el próximo 2 de junio, pero de acuerdo al mismo INE, en esa elección del 2018 sólo votó el 57 por ciento de jóvenes de 19 años y el 52 por ciento de los que tenían entre 20 y 24 años.
De acuerdo a los datos anteriores, la conclusión es clara: los jóvenes no están interesados en la política, lo cual también explica los comentarios de que los jóvenes tampoco asisten a las marchas y otras manifestaciones que organizan los partidos políticos y las organizaciones civiles.
Se interesan por obtener su credencial de elector con lo cual hacer crecer el padrón electoral, pero seguramente lo hacen otras razones distintas al interés electoral, ya sea porque la necesitan para hacer trámites oficiales, porque se las piden en las universidades y en los bancos, o simplemente para que los dejen entrar a los “antros”.
Hablar de los jóvenes es referirnos a un sector social multifragmentado, que hasta ahora no se ha estudiado lo suficiente. Los une sólo el factor de la edad, pero están separados por las condiciones sociales en que se desenvuelven: casa, educación, posición social, intereses particulares, género, etcétera.
El factor social es casi marginal y, por lo tanto, hace falta trabajar mucho en la educación política de los jóvenes. Dirán que siempre ha sido así, pero no es cierto, ya que todavía en el siglo XIX y a principios del XX, los jóvenes fueron protagonistas de importantes acciones políticas, militares y cívicas del país, pero eso es otro tema.
Hoy lo importante es incorporarlos a la política a través de personajes, propuestas y acciones asertivas, en lugar de querer hacerlo con discursos huecos, falsos y nada empáticos. Los jóvenes probablemente no resentirán a corto plazo el resultado de una elección presidencial, estatal o municipal, pero a la larga a ellos les tocará vivir en el mundo que los adultos vayamos construyendo.