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El artesanato

Por Carlos A. Lara Gutiérrez

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

Pocas cosas indignan tanto a la comunidad cultural, en particular la dedicada a las creaciones artesanales como la apropiación indebida de diseños y creaciones. Una actividad de lo más aborrecible y desalentadora.

Lo que hizo Poder Prieto y adláteres es una muestra de ello. Mutilaron una prenda artesanal sin el consentimiento de la autora, convirtiendo en capa de plumas lo que originalmente era un rebozo. No dieron los créditos correspondientes a la artesana (dicen que yo tampoco mencioné su nombre al postear el tema en redes, solo que hay una diferencia. A mí la ley no me obliga a citar su nombre, a ellos sí). Se llama Feliciana Hernández Bautista y es de Michoacán. Por si fuera poco, al momento de enterarlos de las faltas en que estaban incurriendo, no solo no hicieron caso (a tiempo), sino que parte de las franquicias de Poder Prieto comenzaron a insultar, desacreditar y amenazar a la promotora cultural que los llevó hasta a la artesana. Así consta en redes sociales.

En medio de la crisis e indignación creciente, la agrupación Los Hijos del Maíz, dieron a conocer un comunicado en el que aceptaron haber cometido cinco errores, menos el que los descalificaba. En sus propios términos, Poder Prieto y compañía, blanquearon una prenda artesanal para lucirla en la pasarela del Fashion Week de Milán, Italia.

Tres cosas podemos destacar de este caso: 1) Las descalificaciones e insultos hacia el actor Tenoch Huerta y Poder Prieto, mismas que llegaron indebidamente al terreno personal. Las opiniones divididas, unas que justificaban el hecho, otras que reconocían que ya habían aceptado y aclarado la situación, y otras más que señalaban que lo habían hecho por las denuncias previas y a destiempo.

2) Las dificultades que enfrentan este tipo de casos de cara al marco jurídico vigente. ¿Querían una ley? Ahí la tienen. Un papel mojado que no sirve para nada.

Hace seis años, cuando comenzó la burbuja del arte popular en México, varias comunidades del país creyeron haber encontrado una mina de oro. Tenango de Doria, del estado de Hidalgo, fue testigo del crecimiento y multiplicación de asociaciones civiles, que creían tener en sus manos el Santo Grial de las creaciones artesanales, pero les faltó lo más importante: Organización, entendimiento y conocimiento, tanto de la legislación vigente en ese momento como de estrategias de mercado. Mercado, una palabra que les espanta. Lo único que lograron fue desalentar y expulsar a los interesados en invertir en dichas creaciones para agregar valor a algunos productos y servicios del ramo del diseño. Lo mismo que ha hecho ahora la nueva Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas.

El Arte Popular Mexicano puede ser un recurso estratégico de desarrollo en diversas comunidades del país, a partir de un proceso de cinco etapas que en el despacho Artículo 27 ya hemos documentado: El registro de los bienes, la catalogación de los mismos, su protección jurídica, su aprovechamiento comercial y su difusión estratégica. De lo contrario, será lo que ya hemos visto, un triste Artesanato. Un Artesanato dictatorial de grupúsculos mediáticos, de pasarelas, de pseudo especialistas, de gestores culturales improvisados y de agentes sociales acomplejados y resentidos con más resabios que propuestas y ganas de trabajar.

Ojalá Poder Prieto y adláteres aprendan de este caso de éxito involuntario, abandonen el discurso de pasarelas, piensen y reflexionen en equipo (que su comunicación ha sido un desastre bien organizado). Que comiencen a ser auténticos y culturalmente responsables, porque lo que menos necesita el arte popular mexicano es un Artesanato de esta naturaleza.

 

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