Opinión Política
ANÁLISIS

Sheinbaum: ¿Imprimirá su estilo personal de gobernar?

El próximo primero de octubre se colocará la banda presidencial y ese gesto sería la señal para dejar de estar a la “sombra” del saliente presidente López Obrador, quien prácticamente le ha “secuestrado” su agenda como presidenta electa.

 

Por Julio César Hernández

El próximo lunes 30 de septiembre estarán terminando los 2 mil 190 días de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y al primer minuto del día siguiente comenzará a correr el tiempo de un nuevo sexenio morenista bajo la batuta de Claudia Sheinbaum Pardo, quien ese martes primero de octubre, por la mañana, rendirá protesta como la primera mujer presidenta de México y recibirá la banda presidencial de manos de la diputada Ifigenia Martínez, presidenta de la Cámara de Diputados.

A esa ceremonia López Obrador llegará como ex presidente de la República, luego de consumirse el eterno sueño, convertido en realidad, que por tres ocasiones consecutivas buscó recorriendo a lo largo y ancho el país. Los dos primeros intentos fueron infructuosos frente al panista Felipe Calderón Hinojosa, en 2006, y el priista Enrique Peña Nieto, en 2012. Pero la tercera fue la vencida: En 2018 se impuso al priista José Antonio Meade y al panista, hoy senador, Ricardo Anaya.

Para no pocos analistas, López Obrador estuvo muy lejos de hacer realidad aquello de que era “la esperanza de México” y, en cambio, confirmó lo que en su momento se advirtió: que era “un peligro para México”. Y, además, en los hechos, Andrés Manuel cumplió con aquello de “¡al diablo con las instituciones!”. Tan real, como cuando desde una “mañanera” recriminó que “¡no me vengan con que la ley, es la ley!”.

Pese a todo esto, y más, el que alguna vez el escritor Enrique Krauze bautizó como “el Mesías Tropical”, concluirá su gobierno con un alto porcentaje de aprobación ciudadana -aquí en Jalisco es del 50%, según Consulta Mitofsky-, la misma que le otorgó a Claudia Sheinbaum Pardo casi 36 millones de votos el pasado dos de junio para que, como era su eslogan y compromiso de campaña, construyera durante otros seis años “el segundo piso de la cuarta transformación”.

A lo largo de estos seis años, López Obrador fue juzgado y condenado por sus adversarios, por sus malquerientes y sus detractores, pero al mismo tiempo fue defendido, reconocido y hasta alabado por sus seguidores y simpatizantes, pero será, como dice el clásico, el tiempo y la historia el que lo juzgue, el que lo ponga en su lugar, sin que ello signifique que no podamos señalar, cuestionar y criticar lo que a lo largo de estos 72 meses de su gobierno hizo retroceder al país, transportándolo a la década de los setentas y “borrando” de un plumazo los avances democráticos, políticos, económicos y sociales que México había logrado en las últimas décadas.

SOMBRA. La incógnita abierta es si a partir del primero de octubre Sheinbaum Pardo deja de estar a la sobra de López Obrador.

SHEINBAUM: EL ESTILO PERSONAL

En su obra El Estilo Personal de Gobernar (1974), el escritor Daniel Cosío Villegas apunta unas líneas que parecen encajar muy bien luego de seis años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y a punto de iniciar un nuevo sexenio que encabezará Claudia Sheinbaum Pardo: “La gran moraleja del estudio sería, por supuesto, la de que nuestro actual sistema político propicia un estilo personal, y no institucional, de gobierno, con todas las consecuencias que esto supone…”.

Cosío Villegas realizó este estudio a la mitad del sexenio de Luis Echeverría Álvarez y ahora, luego de seis años de gobierno obradorista recobra vigencia porque no sólo el actual sistema político propicia ese estilo personal de gobierno, sino que lo reconfirmó con el cambio de régimen que emprendió y emprende López Obrador con las últimas reformas que le han sido aprobadas por el Congreso de la Unión, del Poder Judicial y de la Guardia Nacional, por referirnos a las más recientes, gracias a esa mayoría calificada que le garantiza mantener las puertas abiertas para modificar la Constitución.

La gran incógnita a la que aun nadie le encuentra respuesta es: ¿Claudia Sheinbaum le imprimirá a su administración su propio estilo de gobernar, ya como presidenta de México, o adoptará hasta el mismo estilo de López Obrador? Y es que en los últimos meses ha sido el presidente quien le ha dictado la agenda a la que será su sucesora, la trae recorriendo el país con él y hasta en las “mañaneras” habla por ella al anunciar qué hará y qué no hará cuando llegue a la presidencia de la República.

La mayoría de los analistas y columnistas que han abordado este tema, coinciden en que es de esperar a que llegue el primero de octubre para que Sheinbaum Pardo demuestre su propio estilo de gobernar, y que si bien no se apuesta por un “rompimiento” frontal con su antecesor, como ha sucedido entre presidentes anteriores y porque este movimiento ha demostrado no ceñirse a las tradiciones o costumbres políticas de los priistas y panistas, sí llegará el momento en que con dichos y hechos demostrará, primero, que la que ahora gobierna es ella, y, segundo, que construir el segundo piso de la transformación tendrá su sello propio y que seguramente lo dejará ver minutos después de que se coloque la banda presidencial.

Están en un error quienes creen o esperan que los protagonistas de la Cuarta Transformación actúen políticamente como lo haría cualquier otro político o gobernante de un partido político tradicional, sin entender que ellos son parte de un movimiento y que muchos de ellos vienen de luchas sociales de hace décadas, no obstante que muchos de ellos, en su momento, sí formaron parte de partidos políticos “formales” como el Revolucionario Institucional (PRI) o el de la Revolución Democrática (PRD). Por eso no han sucedido muchas cosas como en su momento en el mismo PRI o el PAN que ya gobernaron el país. No pocos de los integrantes de la 4T traen su propia historia política, y si bien han “girado” en torno a la figura de un hombre, como López Obrador, mantienen otra dinámica muy diferente a la de cualquier militante partidista.

Pero nada justifica que, como lo han anotado analistas, Claudia Sheinbaum se mantenga a la sombra de López Obrador, pues consideran que, si bien él será el presidente de la República hasta el último minuto de lunes 30 de septiembre, no le ha dado su espacio ni su tiempo para trabajar como presidenta electa. Pareciera que no quiere le haga competencia en la atención de la población y de los medios de comunicación, de ahí que prácticamente se haya adueñado hasta de su agenda.

Y no se diga en torno a las sospechas que han despertado algunos de los nombres de quienes serán los integrantes de sus gabinetes legal y ampliado, de quienes dicen que más que “recomendados” por el presidente, se los “impuso”.

DIPUTADOS. El inicio de la nueva Legislatura Federal fue muy agitado con las reformas al Poder Judicial y a la Guardia Nacional.
¿Se calmarán las aguas con la nueva presidenta?

LA SEÑORA PRESIDENTA ¿ACOTADA?

En este ajetreo de final del sexenio obradorista y su prisa porque la actual mayoría legislativa de la coalición cuatroteísta apruebe aquellas reformas constitucionales que no pudo sacar adelante en las dos legislaturas que correspondieron a su sexenio, se apunta que eso también ha colocado a la presidenta electa contra la pared y que son una amenaza para un buen arranque de su gobierno.

Por ejemplo, la reforma al Poder Judicial ha generado inquietud y preocupación de gobiernos extranjeros, particularmente los que forman parte del Tratado de Libre Comercio con México, Estados Unidos y Canadá, y de inversionistas de diversas partes del mundo.

Cuando el tema de esta reforma comenzó a surgir con mayor regularidad en la narrativa presidencial, Claudia Sheinbaum se manifestó prudente al respecto. Declaró que era una reforma que requería de mucho diálogo, de llevar a cabo una serie de consultas por todo el país, que recogiera la voz y propuesta de todos los involucrados e interesados en el tema. Pero el presidente López Obrador llevaba prisa y prácticamente obligó a sus legisladores a sacarla “fast track”, y eso ha tenido un costo importante para la propia presidenta electa y pata el país.

Los últimos días de la semana pasada trascendió en columnas y redes sociales la posible renuncia del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, a quien Claudia Sheinbaum ratificó en el cargo como parte de su gabinete, lo que fue aplaudido por propios y extraños, pero las versiones de su posible salida después de que entregue el Presupuesto de Ingresos, señalan que el funcionario advierte que se registrará una crisis económica y financiera con motivo de la reforma Judicial y que no quiere ser corresponsable.

ALERTA. Una posible renuncia del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, que continuará en el cargo en el nuevo gabinete,
encendió las alarmas.

Valga subrayar que antes y después de aprobada la reforma Judicial, Ramírez de la O y Sheinbaum, sostuvieron varias reuniones en Palacio Nacional con el presidente López Obrador, pero al parecer los intentos porque la pospusiera fueron infructuosos.

Aunque no lo expresan pública y abiertamente, no pocos morenistas coinciden con las voces externas que advierten que el arranque del gobierno de la presidenta no será como ella hubiese querido y todos los demás se lo esperaban, sino que iniciará bastante convulsa y con herencias de las que al menos por ahora no se ha podido deslindar.

¿Qué se puede esperar, pues, del gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo, luego de que se coloque la banda presidencial y sea ella quien habite y ocupe el despacho principal de Palacio Nacional?

Esa es la gran incógnita.

 

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