Por Alfonso Gómez Godínez
@ponchogomezg
Se avizoran meses de gran incertidumbre económica, lo que exige a nuestros flamantes nuevos gobernantes claridad en sus ideas y altura de mira en la toma de decisiones. Podemos entrar en fuertes zonas de turbulencia con bajo crecimiento económico, presiones inflacionarias, limitaciones presupuestales que tensarán el próximo 2025.
El resultado de la elección presidencial en Estados Unidos derivará en escenarios complejos para nuestro país. La retórica de la campaña en nuestro vecino del norte no deja buenos augurios. México es visto como un problema y no como un socio confiable. Los tiempos para avanzar en mejores esquemas de integración económica y comercial no se perciben en el horizonte futuro. Lo anterior es una mala noticia.
Se acerca la renegociación del Tratado Comercial con Estados Unidos y Canadá y en la mesa parecen acumularse agravios, cuentas pendientes y serias discrepancias. Republicanos y Demócratas presentarán sus exigencias y argumentarán, con mayor estridencia uno de otro, que el acuerdo comercial ha desfavorecido los intereses de su nación y de sus empresas.
Para México es vital el acceso al mercado estadounidense. Las exportaciones se han convertido en el motor de nuestro crecimiento y en la fuente de empleo de cientos de miles de trabajadores por empleo directo e indirecto. Qué lejos han quedado los días de la euforia y del optimismo sobre el futuro de la integración entre México, Estados Unidos y Canadá. La narrativa y hechos nos han alejado en los últimos tiempos. A los agravios y reclamos con Estados Unidos, autoridades mexicanas y canadienses viven con la frialdad del vecino distante.
Urge que se reposicione como tema estratégico el Tratado de Libre Comercio con nuestros vecinos del norte. Las potencialidades de la relocalización industrial global se verán reducidas sí no se cuentan con un abanico de políticas públicas en infraestructura física y humana que permitan a México ser parte activa de la fábrica mundial como generador de partes y componentes de la cadena global.
Sin embargo, lo anterior no podrá detonarse con amplitud sí no se resuelve la incertidumbre causada por la reforma judicial, la necesidad de contar con un aparato judicial que fortalezca el Estado de Derecho, garantice el cumplimiento de los contratos, reduzca los costos de la impartición de justicia y favorezca los derechos de propiedad. Este proceso llevará tiempo, tendrá sus costos y aprendizajes.
Lo que nuestros socios comerciales esperan es que el Poder Judicial salga fortalecido en su autonomía, con altas capacidades jurídicas y técnicas, generando certidumbre y confianza en el inversionista. En la próxima renegociación del Tratado, sin duda que lo anterior formará parte de la mesa que detone o dinamite acuerdos.
Es fundamental que, ante el impasse de los gobiernos, los actores privados fortalezcan los procesos de integración productiva y comercial, se fortalezca su capacidad de interlocución, se aprovechen los espacios legislativos, de gobiernos subnacionales, de instituciones internacionales para dar nuevo aliento al Tratado Comercial.
El mejor nacionalismo no es el que sostiene el aislamiento y el cierre de fronteras. La opción es aprovechar las ventajas del mundo global en beneficio de los intereses de la nación, de sus trabajadores y de sus empresas.