Opinión Política
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La ley a la expectativa

Por Juan Carlos Hernández Ascencio

Master en Gestión Social y Políticas Públicas

@juancarleis2020

Las sociedades están conforme a las estructuras de las leyes amplias, legítimas y con personalidad jurídica; leyes que salvaguardan la integridad individual y universal de una sociedad ávida de justicia a secas, sin palabrerías huecas, sin vacíos, sin lagunas en la norma. Ello es lo que impera en México aún. Se desea y se busca una justicia pronta y expedita en atención al solicitante y sin que haya impunidad, porque eso sería un incentivo para delinquir aún más. Hacer justicia sin ignorancia, sin filias y fobias, con contrapesos, es lo que se ejercita hoy con los actuales impartidores de justicia.

Casos hay en el país de años y años de gente que espera se le haga justicia; recordar que en prisión preventiva los hay que no la reciben. Ni los declaran culpables ni inocentes, pero ahí están esperando. Los procesos administrativos de impartir justicia están escritos en la ley, el punto es que no se haga capricho el de no administrar bien y en el justo medio en que se debería ejercer en la praxis las leyes en este país. La pregunta es: ¿Traerá beneficios la modificación a la norma actual?

El tema de modificar o no las leyes deberá hacerlo el legislador con conciencia, ética y sentido de responsabilidad en la toma de decisiones futuras para el ciudadano de a pie que es a quien afecta para bien o para mal, a priori o posteriori. Por cierto, que este ciudadano no está instruido en leyes y es posible que su aportación a una consulta sea una mera opinión. Las leyes, suponemos, están hechas de acuerdo con las necesidades de establecer el orden, pero también de proteger los derechos tan importantes y diferentes que hay en este país para unos y otros: ciudadanía, empresarios, instituciones académicas organizaciones civiles, sindicatos, etc.

Apegados al derecho y no a la libre interpretación a modo de la norma, sin presiones y sin crisis existenciales. Por lo que si hoy funciona debe quedar firme y utilizar como Ley que frene los desafíos que enfrenta la justicia. A veces es bueno reflexionar sobre el equilibrio de poderes, para eso es la conciencia de convicción de la dignidad y compromiso con el país de quienes deseen operar alguna iniciativa al tema. No es loable la creencia del interés personal, nos quedamos mejor con la esperanza de plasmar bien la justicia en la ley y hacer lo que es justo para la impartir la misma.

No olvidar que la participación de la ciudadanía en cualquier forma es de alto impacto para la realidad que se vive hoy día, pero hay que reflexionar el cómo sí participar en lo venidero, no perder la capacidad de pensar y compartir una opinión sustentada en el pleno conocimiento y salvaguardando el derecho intrínseco de conocer las propuestas venideras.

Empero, al tiempo daremos cuenta de los impulsos y propósitos o despropósitos de lo que venga. Frenar la ley con la ley no es un pleonasmo ni un disparate, es una alternativa de perseverancia, de reconocimiento y revisión exhaustiva en la inteligencia de esperar haya suficiente capacidad de diálogo y tolerancia política y social.

Las reformas constitucionales que vengan serán bienvenidas si y solo si se fincan en el bien común, en el respeto y garantías todas; nadie podría equivocarse en lo contrario, como se dice «llevar agua a su molino” solo para sí y no para el interés general. Hay tan buenos y reconocidos juristas, abogados y especialistas en temas de derecho e impartición de justicia que son ellos quienes deben estar en primera fila entorno a los encuentros que vengan, recordando que el país aún goza de las libertades que se definen en la Constitución porque el poder absoluto la corroe y eso es malo. Estemos atentos, pues tenemos una ley a la expectativa. ¡Sea pues…!

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