Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

La elección de los emperadores Aztecas

Desde la fundación de Tenochtitlan hasta la consumación de la conquista, los Mexicas tuvieron once gobernantes a quienes llamaban Tlatoani.

 

Alfredo Arnold

Desde la fundación de Tenochtitlan hasta la consumación de la Conquista, los mexicas tuvieron once gobernantes a quienes llamaban tlatoani.

Los aztecas llegaron a ser la nación más poderosa de Mesoamérica después de que hicieron una larga travesía desde Aztlán. Su poder bélico les permitió someter a otras tribus e hicieron una Triple Alianza con Tlacopan y Texcoco, que les ayudó a mantener la supremacía.

Tenoch fue el fundador de Tenochtitlan en 1325, pero fue hasta 1367 cuando los aztecas eligieron a su primer tlatoani: Acamapichtli, quien fue sucedido por Huitzilíhuitl, Chimalpopoca, Izcóatl, Moctezuma Ilhuicamina, Axayácatl, Tizoc, Ahuízotl, Moctezuma Xocoyotzin, Cuitláhuac y Cuauhtémoc hasta el 13 de agosto de 1521, fecha en la que la ciudad fue tomada por los españoles.

Los tlatoanis ejercían como autoridad máxima, aunque había otras jefaturas que desempeñaban funciones muy específicas. Eran elegidos por un grupo de nobles y vivían rodeados de honores y lujos.

Moctezuma Xocoyotzin era el tlatoani cuando llegaron los conquistadores y fue repudiado y asesinado por su propio pueblo, acusado de haberse aliado a Cortés. El siguiente fue Cuitláhuac, que murió a pocas semanas de haber sido elegido y finalmente terminó Cuauhtémoc, quien sufrió la derrota final ante los conquistadores.

La elección de un nuevo tlatoani no ocurría inmediatamente después de la muerte de su predecesor, podía transcurrir más de un año y la vida de la nación azteca continuaba sin cambios.

Distintas autoridades salidas de su propia gente, aunque sin el esplendor de los emperadores, tuvieron los pueblos indígenas durante la Nueva España. Eso facilitó su evangelización y asimilación a las costumbres europeas, a pesar de la gran mortandad ocurrida a causa de epidemias.

La revista Arqueología Mexicana publicó en octubre de 2011 un artículo muy completo sobre los gobernantes aztecas titulado “Los tlatoanis mexicas. La construcción de un imperio”, escrito por el investigador Enrique Vela. A continuación, transcribimos de forma resumida dicho texto:

LOS TLATOANIS MEXICAS

Para la época de la llegada de los españoles a México, una entidad política sobresalía por su vigor y su poder sobre el resto de las que conformaban el amplio y variado mosaico cultural mesoamericano. Se trataba de los mexicas, los que para entonces habían pasado, en el curso de poco más o menos 350 años, de ser un grupo errante y sujeto a diversos poderes regionales a convertirse en una compleja sociedad y cabeza de un vasto imperio. Aunque esta hegemonía la compartían formalmente con un par de ciudades aliadas, Tlacopan y Tetzcoco, en la práctica la política la dictaba el señor de Tenochtitlan y reservaba para sí y para la ciudad los mayores beneficios.

Al frente de los destinos de la hueitlatocáyotl (“gran Estado”, miembro de una coalición como lo era la Triple Alianza) de Tenochtitlan se encontraba Moctezuma Xocoyotzin, el noveno en una línea de sucesión, un linaje propiamente dicho, que había empezado siglo y medio atrás con el ascenso al trono de Acamapichtli.

Moctezuma Xocoyotzin y sus antecesores ostentaban el título de tlatoani, “el que gobierna”. Se trataba del máximo cargo en la jerarquía política, al que sólo tenían derecho aquellos que eran descendientes del primer tlatoani; todos fueron hijos, nietos o bisnietos de Acamapichtli. Además de esta pertenencia al linaje, eran condiciones para aspirar al trono poseer, en opinión de un Consejo formado por otros miembros de la nobleza, las cualidades necesarias para ejercer con prudencia y eficacia el poder.

A la muerte de cada tlatoani, el Consejo se reunía y elegía a su sucesor. Cabe señalar que es muy probable que en esos concilios se dieran pugnas entre distintos grupos por promover a quien mejor convenía a sus intereses, pero no existe evidencia de que una vez tomada la decisión alguien se opusiera o pusiera en tela de juicio el actuar del investido con el máximo rango. Aunque por lo menos en un caso, el de Tízoc, el fin de su reinado parece haber sido causa de una conspiración que condujo a su muerte, este derrocamiento tácito no se hizo de manera directa. Sólo las circunstancias totalmente novedosas que se dieron en el marco de la llegada de los españoles pudieron dar lugar a demostraciones públicas de descontento por las acciones de Moctezuma Xocoyotzin.

Para la administración de la gran ciudad y el vasto imperio que se encontraba bajo su control, los tlatoanis mexicas contaban con un grupo de colaboradores que tenían atribuciones claramente definidas y estaban regidos por una estricta jerarquía. De gran importancia era el puesto del segundo en esa jerarquía, sólo después del tlatoani mismo, el llamado cihuacóatl, literalmente “la mujer serpiente”, con funciones relacionadas con la política, la economía, lo militar y lo religioso. En los hechos constituía el principal consejero del tlatoani y por lo menos uno de ellos adquirió poder e influencia tales que aparece en las crónicas como artífice de buena parte de los logros de los mexicas. Se trata de Tlacaélel, quien ocupó el puesto de cihuacóatl desde el gobierno de su tío Itzcóatl y durante el de sus hermanos Chimalpopoca y Moctezuma Ilhuicamina.

Los tlatoanis mexicas vivían en medio de un lujo imperial, cada vez mayor en la medida que se engrandecían y consolidaban sus dominios. A la par de esos privilegios, en su papel como cabeza de la sociedad tenían obligaciones que abarcaban prácticamente todos los ámbitos. Eran los encargados últimos de las campañas militares que daban el sustento al grupo gobernante y a la gente común de la gran Tenochtitlan. Era este un asunto de tal relevancia que no es casual que la mayoría de ellos hayan ejercido en los tiempos previos a su elección importantes cargos militares.

Eran, además, los responsables de la buena conducción de los asuntos públicos y de la impartición de justicia; debían velar por el bienestar de su pueblo y procurar las obras públicas que fuesen necesarias para tal fin. No menos importantes eran sus funciones en el ámbito religioso, que incluían preparar los elementos necesarios para la realización de la multitud de ritos que daban coherencia a la vida en Tenochtitlan, entre ellos la captura de víctimas para el sacrificio humano. Asimismo, conducían personalmente algunos de esos ritos, en virtud de que una vez electos eran en algún modo vistos como representantes de las divinidades y vínculo idóneo con ellas.

Después de su elección, los tlatoanis eran investidos como tales en ceremonias en las que se les recordaban sus obligaciones y su compromiso con su pueblo por medio de discursos, a los que daba cumplida respuesta. A la hora de su muerte, se les dedicaban fastuosas exequias y sus cuerpos eran incinerados acompañados de ofrendas de riqueza correspondiente a su alta dignidad.

 

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