REFLEXIONES
Por Gonzalo Leaño Reyes
Recientemente nos enteramos de una noticia curiosa: la alcaldesa de París y otros funcionarios franceses se metieron a nadar al río Sena. Fue un acto simbólico para demostrar que este río, que será escenario de pruebas olímpicas, está completamente recuperado; se invirtieron millones de euros en su saneamiento.
Referimos lo anterior porque aquí en Jalisco tenemos un gran problema con el río Santiago, que durante varias décadas la contaminación lo ha convertido en un peligroso foco para la salud pública, particularmente para los moradores de asentamientos cercanos.
El río Santiago nace en el lago de Chapala y desemboca en el Océano Pacífico, se le considera como una continuación de río Lerma que nace en el Estado de México y desemboca en el lago de Chapala. De hecho, existió una comisión gubernamental que atendía la cuenca Lerma-Chapala-Santiago.
Aunque toca varios estados a su paso, el principal problema se concentra en Jalisco y el riesgo sanitario amenaza con extenderse a la zona metropolitana, ya conurbada con Juanacatlán y El Salto.
El Santiago es uno de los ríos más contaminados de México a causa de las descargas de desechos tóxicos que tiran unas 250 empresas industriales, granjas y siembras que utilizan agroquímicos, ubicadas en sus márgenes.
No es posible detener el crecimiento industrial, tampoco el incremento poblacional. Lo único que queda es sanear el río y ejercer una vigilancia más estricta por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno. Es necesaria una acción de gran calado, un presupuesto enorme e incluso –si fuera necesario– tecnología extranjera, para resolver de fondo la situación.
El gobierno estatal actual puso en marcha la estrategia “Revivamos el Río Santiago”, que incluye tres ejes: a) Saneamiento completo de las aguas residuales domésticas, b) Reconversión de toda la actividad productiva y c) Saneamiento completo de las aguas residuales industriales. En ello se han invertido alrededor de 4,600 millones de pesos.
Ciertamente, se ha avanzado en el saneamiento del río mediante la restauración de plantas de tratamiento y otras obras, pero el problema no se puede solucionar si no participan activamente el gobierno federal, el estatal, el sector privado y los habitantes de los centros por donde pasa el río.
Sanear el Santiago no es una tarea sencilla; al contrario, es una obra mayúscula, transexenal, que amerita contar con un Plan Maestro sólido, consistente, de largo plazo y con responsables estables, que no anden cada tres o seis años en busca de chamba en el sector oficial.
El día en que un funcionario entre a nadar al río Santiago, como lo hicieron los franceses en el Sena, podremos afirmar que el problema ha sido solucionado.