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Fito, Calamaro y la progresía

Por Carlos A. Lara González

@Reprocultura

Dos escándalos han suscitado dos referentes del rock esta semana en redes sociales. El primero, Fito Páez al hablar de un género musical bastante controversial. El segundo, Andrés Calamaro, al solidarizarse con quienes perdieron sus empleos debido a la prohibición de la tauromaquia en Colombia.

Fito comenzó diciendo que el perreo muchas veces se compone de una sola nota y que eso es lo que mueve al mercado (razón le dan los hechos y los números). Este tipo de música dijo le resulta aburrida porque no encuentra lo que llama arte. Como músico y letrista es entendible el señalamiento de que esta música que está generando el mundo, de una sola nota, le resulte aburrida. No es el primero en disparar, lo sabemos, y tampoco está diciendo nada nuevo. Lo que sí hizo es oprimir un botón que nadie en la industria se atreve ni siquiera a mirar. Y no solo eso, llevó el tema a la arena política al decir: “Yo pienso que todo se puede bailar, pero si decides bailar esa (reguetón) en la que te van a perrear y enganchar toda la noche, pues entonces es problema tuyo. Después cuando vayas a defender los derechos al Congreso… no me pidas que te apoye”. Las campañas cancelatorias no se hicieron esperar por parte de colectivos.

Razón no le falta; es más, celebro que lo haya dicho y que sea materia de debate. Lo que jamás celebraré es que sea materia de cancelación. Y es que son generalmente quienes piensan que la obra de un artista no se puede desligar de su vida y comportamiento humano quienes bailan a este ritmo por las noches y de día van a los congresos a exigir leyes, reformas y tipificaciones absurdas de delitos.

Calamaro, por su parte, en medio de un concierto en Cali, Colombia, mientras cantaba el éxito “Flaca”, dijo:

Andrés Calamaro.

“Quiero dedicar esta canción a todos los toreros, ganaderos, banderilleros y aficionados que se quedan sin trabajo, porque votaron para eso: dejarlos en la calle”.

Inmediatamente aparecieron grupos de ofendidos en redes sociales cancelando todo lo que Calamaro pudiera representar en la historia del rock iberoamericano. Estos grupos de hiperventilados que pagaron boleto para ir a verle, ni siquiera conocían su manifiesto 2010 en el que renuncia al progresismo diciendo: si prohibir es progresía, renuncio al progresismo. Aquí les dejo el texto completo:

“Con solemnidad y no sin cierto pesar, renuncio con el estado televidente español de testigo a mi status de progre, sospechado de rojo y libre pensador. Renuncio a la progresía porque quiero corridas en Cataluña, quiero correrme en una Fiesta de Arte y Muerte, verte correrte de buena suerte, y es más, quiero que vuelva José Tomás en Barcelona de nuevo y no me muevo de mi respeto a las tradiciones y que los papelones los haga mi compatriota que juntó cuarenta firmas por la derrota de esta fiesta que pintaron Goya y Picasso, y por si acaso no quedó claro, le aclaró mi buen Andreu, que hago culto por la libertad de culto y si prohibir es progesía y el progre es rabioso anti rojo, mi antojo es renunciar al progresismo ahora mismo. ¡Toros sí!”.

En ambos casos se requiere disposición para asimilar y discutir estos polémicos puntos de vista. Es verdad que en el terreno de la música existen letras, canciones y conciertos debatibles, pero jamás cancelables, prohibibles o sancionables, menos sin un debate previo de forma unilateral y sin la participación de la sociedad. Por otro lado, ningún grupo social debe sentirse custodio de las buenas costumbres, de la misma manera que ningún político, gobierno o partido debería acariciar la idea de que una de las funciones del gobierno es regular la virtud. No tener claro este marco nos lleva sucumbir a la primera declaración al calor de los pivotes emocionales que genera la discusión en redes sociales.

Las declaraciones de Fito y Calamaro son manifestaciones legítimas de descontento. Opiniones fundadas en una observación y desde una trayectoria. Argumentos sin pretensiones de verdad absoluta, construidos desde una convicción: temas de discusión y materia de debate. En lo personal me molesta que no se puedan discutir temas con tanta riqueza cultural, tan solo por los berrinches mediáticos de niñatos cristalizados.

Basta de cancelaciones absurdas por parte de desquehacerados digitales que van patrullando redes buscando a quien linchar. Alguien tiene que decir a estos huérfanos de banderas que van buscando sentido a sus vidas a partir de la exaltación y condena del animalismo, el veganismo, el naturalismo, el tecnologismo y el capitalismo, que lo único que logran es agudizar su ecoansiedad. No se puede reaccionar así ante un par de manifestaciones legítimas de descontento que pueden no gustar, pero orquestar campañas cancelatorias e intentar instaurar una ortopedia social a partir de sus ideas, me parece igualmente condenable. En el fondo nadie vive como pregona en redes.

Creo que si queremos desarrollar a fondo estos debates, tenemos por lo menos que aceptar que el resultado debe ser siempre una opción, jamás una imposición.

 

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