Por Alfonso Gómez Godínez
@ponchogomezg
A pesar de las distintas alternancias políticas que se han registrado en el Poder Ejecutivo federal, del diseño e implementación de instituciones y marcos normativos, de los cambios generacionales en la clase política y de los compromisos explícitos de los gobernantes, la corrupción sigue persistiendo como un cáncer que atenaza a nuestro país.
El siglo veinte nos remite a casos paradigmáticos donde la corrupción se asentó como un eje articulador del sistema político mexicano. Así tenemos a la famosa palabra “carrancear”, que hace referencia a los latrocinios y saqueos de las tropas carrancistas sobre sus adversarios y población civil. No podemos olvidar la célebre frase de Obregón: “nadie aguanta un cañonazo de 40 mil pesos”; ni tampoco pasar por alto la institucionalización de la corrupción en el gobierno de Miguel Alemán y los escándalos del sexenio de la abundancia de López Portillo. El inicio del nuevo milenio y la alternancia foxista trajeron sus propios relatos, ni que decir los de la generación del peñismo y recientemente los vinculados a personajes de la 4T.
A pesar de que el expresidente López Obrador, en más de una ocasión, afirmó en las mañaneras que la corrupción era cosa del pasado, la realidad es muy terca y la corrupción muy seductiva. La corrupción no da tregua ni descanso.
la corrupción no se limita al ámbito de lo público, a la clase política, sino que en el círculo de la vida empresarial e inclusive en el quehacer cotidiano la corrupción pasa lista de asistencia. En el extremo, el propio Peña Nieto sostuvo que la corrupción en México es un asunto cultural. Quizás haciendo referencia al estudiante que hace trampa en el examen, al ciudadano que busca un privilegio en la fila o en el trámite, a la persona que busca utilizar sus “influencias” o su cargo para obtener un trato preferencial.
Hace días se dio a conocer el Índice de Percepción de la Corrupción 2023 y ratificó lo que muchos piensan, y fue un balde de agua fría para los ilusos e ingenuos. La corrupción sigue siendo un mal global que afecta a una inmensa cantidad de países. Señala el reporte que “la mayoría de los países lograron mínimos o nulos avances en combatir la corrupción en el sector público”. Afirma que “por doce años consecutivos, el promedio global del Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) se mantiene sin variaciones y más de dos tercios de los países obtienen una puntuación inferior a 50”.
En ese mar de malas noticias, México también da la nota y de acuerdo con el citado estudio nuestro país cayó al puesto 140 (de una muestra de 180 naciones) en tan solo estos dos últimos dos años considerando que nos ubicábamos en el lugar 126. De la misma manera, a pesar de insistentes narrativas de consumo interno, repartir culpas y obtener ganancias electorales, sacamos la peor calificación en la historia del IPC al obtener un 26 sobre 100.
Los datos llegan en un momento de grandes definiciones en el país. Estamos inmersos en la llamada “Reforma Judicial” donde está en juego gran parte del destino de México. Sí fracasa la reforma y construimos un sistema judicial ineficaz, ineficiente y sin erradicar los viejos vicios de todos conocidos, los costos serán inmensos e intergeneracionales.
La corrupción destruye al capital social, genera costos de transacción, establece un mundo desigual donde el más fuerte y/o corrupto impone sus reglas y se define una sociedad, una economía donde no existe piso parejo para todos. Los privilegios, las injusticias, el nepotismo, los favoritismos han llevado a múltiples naciones al perenne subdesarrollo o pobreza.
Carlos Slim acusó, injustamente, a los Premios Nobel de Economía 2024 Daron Acemoglu y James Robinson de “imbéciles” por las referencias que sobre su persona realizaron dichos economistas. Acemoglu y Robinson tiene razón en su libro “Por qué fracasan los países” al afirmar que los países fracasan porque sus instituciones extractivas incentivan condiciones para la proliferación de la corrupción, la ausencia de estado de derecho y los privilegios. En México la corrupción extrae recursos y la vitalidad de la sociedad a favor de unos cuantos.