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1º. de octubre, el ocaso de AMLO

NOTA DEL EDITOR

Por Julio César Hernández

@jcentresemana

Prácticamente dos meses le restan a Andrés Manuel López Obrador como presidente de a República. El martes primero de octubre le estará entregando la banda presidencial a su sucesora Claudia Sheinbaum Pardo, quien de esta manera pasará a la historia como la primera mujer que encabezó el Poder Ejecutivo federal, aquel que la Constitución establece que está depositado en un solo individuo que se denominará Presidente de la República de los Estados Unidos Mexicanos.

López Obrador concluirá su gobierno de cinco años nueve meses, convencido de que cumplió todas sus promesas y compromisos de campaña, que dejará un país próspero y en paz, que cumplió a cabalidad con aquello de que “primero los pobres” y que nada le queda a deber al país. Sí, dejará Palacio Nacional como lo dejaron todos sus antecesores: convencidos de que no le fallaron a los mexicanos, al país ni a la Patria.

Ya lo escucharemos en su sexto y último informe declarar infinidad de cosas, excusándose o justificándose por todo aquello que no cumplió, repartiendo culpas y sin la menor autocrítica personal y a su gobierno. Tal y como lo hicieron quienes le antecedieron en el cargo.

Será el mismo discurso que prácticamente escuchamos todos los días en la “mañanera”. Sin embargo, la historia no perdona y será la historia quien lo juzgue.

Mientras llega el día de abandonar Palacio Nacional para que llegue Claudia Sheinbaum a relevarlo en el cargo, buscará extender hasta donde sea posible su poder, aquel que muchos presidentes comenzaron a perder a partir del quinto año de su gobierno y que prácticamente se extinguió cuando era ungido el candidato de su respectivo partido a sucederlo. Era entonces cuando al exterior de la entonces residencia oficial de Los Pinos se escuchaba aquello de “¡Muera el rey, viva el rey…!”.

Hoy López Obrador quiere llevarlo hasta el último día de su mandato, haciéndose acompañar de la virtual presidenta electa a sus giras de fin de semana, quien entiende muy bien señales y signos políticos y de ninguna manera se le puede considerar una ingenua que se deja “manipular” por quien luego de haberle entregado el “bastón de mando” le entregará las riendas del país en las próximas semanas.

Andrés Manuel hace su juego y Claudia Sheinbaum hace el suyo, sabedora de que llegará el momento en que el poder estará solo en sus manos y que seguirá la regla básica de la política: que no se comparte.

El presidente de la República quiere “saborear” ese poder hasta el último día de su mandato, el lunes 30, y aunque en reiteradas ocasiones ha dicho que al concluir su sexenio se retirará de la política, se irá a vivir a su rancho en Tabasco y se dedicará a escribir, hay voces que aseguran que eso no sucederá y querrá continuar interviniendo en actividades políticas. Pero bien haría López Obrador, si aún no lo ha hecho, en leer el más reciente libro de Ramón Alberto Garza, “Dinastía. Dos familias, una nación”, para refrescar la memoria de lo que les ha sucedido a los ex presidentes de la República al arribo de su sucesor.

Pese a lo que algunos opinan, me resisto a creer que la presidenta electa, Sheinbaum Pardo, hará espacio a un “minimaximato” y estará a las órdenes de su antecesor, por mucho que prácticamente desde que inició su sexenio la preparó para ser su sucesora contra viento y marea. No dudo que Claudia Sheinbaum no sólo querrá pasar a la historia como la primera mujer en ser presidente de México, sino en hacer un gobierno con un particular estilo, propio, que no deje a dudas de que la que manda despacha y “vive” en Palacio.

Por eso, el ocaso de López Obrador comenzará el primer día de octubre próximo. Ese es el destino de los expresidentes y por mucho que sea AMLO, ese su destino será.

 

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