Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

Los últimos siete meses de la guerra de independencia

En este artículo de Eduardo Adán Orozco Piñon, participante en el programa jóvenes investigadores, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las revoluciones de México (INEHRM) se relatan las principales acciones militares que desarrolló el Ejército Trigarante, así como otros eventos importantes previos al 27 de septiembre de aquel año.

 

Por Alfredo Arnold

Los eventos que definieron la independencia de México y que tuvieron como protagonista a Agustín de Iturbide, son ampliamente conocidos: la creación del Ejército Trigarante, el abrazo con Guerrero, el pacto con O’Donojú y finalmente la entrada triunfal a la ciudad de México. Todo ello ocurrió entre el 24 de febrero y el 27 de septiembre de 1821.

Pero, ¿qué sucedió mientras tanto? ¿Qué batallas libró el Ejército Trigarante antes de entrar a la capital? ¿Qué militares realistas se unieron a Iturbide?

Ciertamente, durante esos siete meses los independentistas hicieron una intensa campaña política en las principales ciudades de la Nueva España, pero también el Ejército de las Tres Garantías tuvo acciones de guerra que prepararon su victoria final.

En este artículo de Eduardo Adán Orozco Piñón, participante en el Programa Jóvenes Investigadores, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) se relatan las principales acciones militares que desarrolló el Ejército Trigarante, así como otros eventos importantes previos al 27 de septiembre de aquel año.

El 24 de febrero de 1821 se promulgó el Plan de Iguala. Este documento declaró la independencia de México, bajo una monarquía moderada y constitucional, la unión entre americanos y europeos y la conservación de la religión católica. Para sostener al nuevo gobierno, el artículo 16 señaló la creación de un ejército “protector”, denominado “de las Tres Garantías”, cuya misión era proteger los tres principios que dieron identidad al proyecto Trigarante: religión, unión e independencia.

El coronel Agustín de Iturbide quedó al frente de dicha fuerza en calidad de Primer Jefe del Ejército. Emprendió entonces una estrategia que él mismo denominó “político-militar” para alcanzar los anteriores objetivos. Esto quiere decir que la consumación de la independencia fue, en parte, negociada, pero también conquistada en los campos de batalla.

Bandera del Ejército Trigarante.

En términos militares, la estrategia general seguida por el Ejército Trigarante, a partir de marzo de 1821, consistió en dos pasos: primero, ganar y asegurar las provincias del virreinato y después avanzar sobre la ciudad de México. De manera simultánea, los puertos de ambas costas —Veracruz y Acapulco— debían ser capturados para impedir la entrada de nuevas tropas y pertrechos realistas.

La campaña militar en el centro de la Nueva España abarcó a las actuales entidades de Guerrero, Morelos, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Puebla, Hidalgo, el estado y la ciudad de México. Esta amplia zona fue escenario de una gran cantidad de acciones de guerra que, en conjunto, permiten vislumbrar la manera en que funcionó el Ejército Trigarante.

Los primeros combates se suscitaron en la “comandancia del Sur”, donde las fuerzas, antes insurgentes, de Vicente Guerrero y de Pedro Ascencio Alquisiras, resistieron la respuesta militar del virrey Juan Ruiz de Apodaca, conde del Venadito. Sin embargo, los batallones que comandaba directamente Iturbide sufrieron numerosas deserciones, poniendo en jaque a la rebelión cuando recién comenzaba.

Por otra parte, a mediados de marzo, en la provincia de Guanajuato, se pronunciaron a favor de la independencia los comandantes Luis Cortázar y Anastasio Bustamante. Este último lideró al movimiento Trigarante en el Bajío y, antes de terminar el mes, se apoderó de Celaya, Salamanca y Guanajuato. De manera casi simultánea, en la provincia de Veracruz, cerca de Perote, una guarnición militar al mando de Celso Iruela y José Joaquín Herrera se adhirió a la causa de la independencia, iniciando operaciones para controlar a las poblaciones más importantes.

En abril, el Ejército Trigarante emprendió una serie de movimientos más arriesgados. En la zona sur, las tropas al mando de José Antonio Echávarri intentaron, sin éxito, controlar el puerto de Acapulco. Fue por ello que este comandante se limitó a establecer un bloqueo sobre los caminos circundantes a dicho punto. Al mismo tiempo, las tropas de Guerrero y Alquisiras continuaron asegurando diversas poblaciones y hostigando a los realistas mediante las tácticas guerrilleras que habían empleado en los años previos.

En el Bajío, la campaña adquirió un matiz más político que militar, pues Bustamante hizo gala de sus habilidades como negociador al lograr un pacto de no agresión con el realista Hermenegildo Revuelta, que se encontraba en la ciudad de León. Al terminar el mes, la provincia de Guanajuato había caído toda en manos del Ejército Trigarante.

En la provincia de Veracruz, las fuerzas de Herrera se apoderaron de Córdoba y Orizaba, tras vencer a las tropas de Antonio López de Santa Anna, quien se sumó al movimiento independentista.

Este comandante se puso entonces bajo las órdenes de Guadalupe Victoria, quien juró la Independencia y asumió el mando militar de toda la provincia.

Mientras tanto, Herrera marchó rumbo a la provincia de Puebla para coordinar sus acciones con Nicolás Bravo, quien ya se había apoderado de algunas poblaciones de la zona. El 23 y 24 de abril las tropas trigarantes libraron su primera gran batalla en la población de Tepeaca, Puebla, donde las fuerzas combinadas de estos jefes combatieron al virreinal Francisco Hevia. Sin embargo, los independientes tuvieron que abandonar el campo de batalla por haberse quedado sin municiones.

Abril fue el mes en que, desde Zitácuaro, Michoacán, el coronel Vicente Filisola se unió al movimiento de las tres garantías, recibiendo instrucciones para asegurar la zona y después apoderarse de la ciudad de Toluca. Sobre esta última se desplegó una efectiva red de espías que le informaron de todo lo que acontecía al interior.

Las operaciones de este comandante sobre la Tierra Caliente michoacana y el aseguramiento de la provincia de Guanajuato permitieron que Iturbide abandonara la zona sur, trasladándose rumbo a

Valladolid (hoy Morelia), su ciudad natal, con la esperanza de ganar apoyo militar y económico.

El mes de mayo comenzó con una importante entrevista entre Iturbide y el comandante de la provincia de Nueva Galicia, José de la Cruz. Durante el encuentro, el realista se comprometió a servir como mediador con el virrey Apodaca para lograr un cese al fuego y aseguró que no atacaría a las tropas trigarantes, siempre que éstas no se internaran en su jurisdicción. Con este pacto, Iturbide pudo dirigirse, con apoyo de la división de Bustamante, sobre la provincia de Michoacán.

Desde el 12 de mayo la ciudad de Valladolid quedó bajo asedio. Bloqueos, escaramuzas, intimidación y negociaciones con autoridades militares, civiles y eclesiásticas, fueron los elementos que provocaron la capitulación de la ciudad el 20 mayo. Tras la toma de Valladolid, el

coronel Luis Quintanar, antiguo comandante de la plaza, se sumó al movimiento Trigarante. Los siguientes objetivos sobre el Bajío fueron San Juan del Río y Querétaro. La primera población pasó los últimos días de mayo asediada por las fuerzas independientes.

Por otra parte, la violencia armada se sintió con mayor fuerza durante mayo. Tras la batalla de Tepeaca, y siguiendo las instrucciones del virrey, el comandante Hevia retomó Orizaba y marchó rumbo a Córdoba, donde las fuerzas trigarantes de Herrera y Santa Anna decidieron defenderse. Los combates para controlar este punto se desarrollaron entre el 15 y el 21 de mayo, y durante uno de ellos el jefe realista perdió la vida. Al no tener comandante, los virreinales se vieron obligados a retirarse de la zona. Herrera persiguió a los enemigos y los enfrentó de nuevo en las Cumbres de Acultzingo durante el mes de junio.

Si los virreinales perdieron a Hevia, los independientes sufrieron un golpe similar el 3 de junio, durante la batalla de Tetecala, Guerrero.

El comandante Alquisiras cayó en medio del combate contra las tropas del realista Cristóbal Huber. La muerte de aquél fue resultado de conflictos al interior del ejército que impidieron la correcta coordinación entre los jefes de la Comandancia del Sur. Sin embargo, no todo fue pérdida, pues el 19 de junio las tropas de Vicente Filisola se enfrentaron a las del virreinal Ángel Díaz del Castillo sobre la hacienda de la Huerta, en las inmediaciones de Toluca; tras una dura batalla, los trigarantes se impusieron y lograron apoderarse de aquella ciudad. Una vez alcanzada la victoria, Filisola se mostró magnánimo con los derrotados, ofreciendo ayuda a los heridos y escoltando a los vencidos.

En el Bajío, el Primer Jefe coordinó la toma de San Juan del Río. Las fuerzas combinadas de Quintanar y Bustamante lograron que, tras sufrir algunos días de asedio, la ciudad capitulara el 6 de junio. Esta victoria permitió que ambos comandantes pusieran sitio a la ciudad de Querétaro. Al día siguiente, a las afueras de esta ciudad, Iturbide y su escolta fueron emboscados. El jefe trigarante resultó ileso luego de ser rodeado por unos 400 enemigos, mientras que sus acompañantes apenas eran, según él, 30 soldados, de ahí que esta batalla adquiriera el pomposo nombre de “30 contra 400”. El cerco sobre Querétaro se fue estrechando durante todo el mes, hasta conseguir la capitulación del comandante realista Domingo Luaces, quien decidió sumarse al movimiento independentista el 28 de junio.

Por su parte, Nicolás Bravo entabló conversaciones con miembros de la oligarquía poblana, quienes argumentaron que el vecindario estaba decidido por la independencia y le instaron a tomar la ciudad lo antes posible. El comandante se mostró prudente y, en vez de ordenar un asalto contra Puebla, se dedicó a dejarla aislada mediante el aseguramiento de las poblaciones circundantes como Zacatlán, Tulancingo y Cholula. A partir del 20 de junio, Bravo coordinó sus acciones con Herrera para formalizar el asedio contra Puebla. De manera simultánea, Iturbide intentó convencer al comandante realista Ciriaco de Llano de sumarse al movimiento trigarante; sin embargo, éste se mostró leal al régimen virreinal.

En junio, la provincia de Veracruz quedó en manos de Santa Anna. Éste, dividió a sus fuerzas en dos secciones: una se encargó de apoderarse de los puertos del Golfo, como Alvarado y Boquilla de Piedras; mientras que la otra, dirigida por el jefe trigarante, se apoderó de Xalapa y marchó sobre el puerto de Veracruz, estableciendo un cerco sobre la población a finales del mes. Las autoridades veracruzanas pidieron refuerzos a la isla de Cuba, pues sabían que no podía llegarles auxilio desde el interior de la Nueva España, ya que el camino México-Veracruz se encontraba bloqueado por los independientes.

La guarnición de Veracruz intentó romper el cerco durante los primeros días de julio. Fue por ello que el día 7 Santa Anna ordenó un “asalto general” contra la población. Tras medio día de combate, la poca disciplina de los independientes y la falta de naves de guerra otorgaron la victoria a los realistas. El fallido asalto contra este puerto supuso uno de los mayores fracasos del Ejército Trigarante, pues no logró controlar la entrada marítima más importante de la Nueva España.

Por otra parte, bajo la dirección inmediata de Iturbide, Puebla continuó sitiada durante todo el mes de julio. El Primer Jefe implementó la misma táctica que ya había probado su eficacia en Valladolid y en Querétaro: asediar la ciudad y entablar conversaciones con las autoridades militares, eclesiásticas —en este caso fue con el obispo Antonio Joaquín Pérez— y civiles. La táctica iturbidista fue exitosa, pues Ciriaco de Llano capituló el 28 de julio. A partir de la caída de esta ciudad, las divisiones trigarantes pudieron movilizarse sobre la ciudad de México.

La precaria situación del gobierno virreinal tuvo importantes repercusiones al interior de la capital. Algunos comandantes de origen europeo consideraron que el virrey Apodaca no estaba haciendo lo suficiente para derrotar a la rebelión trigarante, por lo que dieron un golpe en su contra durante la madrugada del 5 de julio, obligándolo a renunciar a favor del mariscal Francisco Novella, quien asumió desde ese momento el mando militar de Nueva España.

A partir de la segunda quincena de julio, las tropas trigarantes establecieron un cerco sobre la ciudad de México que poco a poco se fue estrechando. Se suscitaron algunos enfrentamientos de baja intensidad sobre poblaciones cercanas a la capital, por ejemplo, las fuerzas de Bustamante y Quintanar combatieron contra el realista Manuel de la Concha en Cuautitlán y en Tlalnepantla. Además, en Tepotzotlán se estableció una imprenta al servicio del movimiento de las tres garantías, que estuvo dirigida por el “Pensador Mexicano” José Joaquín Fernández de Lizardi.

A comienzos de agosto, Iturbide salió de Texcoco rumbo a Veracruz para entrevistarse con el recién llegado Jefe Político y Capitán General Juan O’Donojú, con quien habría de firmar el Tratado de Córdoba. En este documento se reconoció formalmente la independencia de la “América Septentrional” y O’Donojú se comprometió a emplear su autoridad para que las tropas virreinales atrincheradas en México aceptaran una “capitulación honrosa, sin efusión de sangre”.

No obstante, durante el 19 de agosto se desató una serie de combates sobre el pueblo de Azcapotzalco, donde, nuevamente, Bustamante midió sus fuerzas contra De la Concha. Al caer la noche, las municiones trigarantes empezaron a escasear, por lo que el comandante dio orden de retirada, dejando a los realistas dueños de la población. En lo inmediato, la batalla no fue favorable para el ejército de las tres garantías, pero a mediano plazo sirvió para desmoralizar a las tropas realistas, que entendieron que difícilmente podrían soportar otra batalla a esa escala.

En vez de ordenar un asalto general contra la ciudad de México, Iturbide optó por la negociación y la conciliación. Durante septiembre, O’Donojú mantuvo ríspidos intercambios epistolares con Novella, en los que no faltaron amenazas y denuncias, tras las cuales el militar golpista aceptó dialogar, mediante comisionados, con las autoridades trigarantes. Así, el 7 de septiembre, representantes de los bandos en pugna firmaron un armisticio, acordando un cese al fuego por seis días y la paralización de todos los movimientos de tropas.

El 13 de septiembre, Novella se entrevistó personalmente con O’Donojú y con Iturbide. En la reunión, el primero reconoció la autoridad del nuevo Capitán General del reino y aceptó evacuar la ciudad para que las fuerzas independientes pudieran ocuparla. El día 23, Novella salió de la capital al frente de las fuerzas leales al régimen español. Tras una breve estancia en Toluca, marcharon para Veracruz, donde algunos se embarcaron rumbo a España y otros se unieron a las fuerzas acuarteladas en San Juan de Ulúa. De esta manera, el Ejército Trigarante entró a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, cerrando así una campaña militar que en sólo siete meses pudo apoderarse de la “América Septentrional”.

La consumación de la independencia fue, entre otras cosas, una guerra. Entender la complejidad del proceso bélico de 1821 desde el punto de vista del Ejército Trigarante permite comprender a mayor profundidad la manera en que México surgió como nación independiente. En esta coyuntura, la pluma y la espada de los comandantes militares fueron los elementos decisivos que consiguieron la ansiada ruptura con España y que, al mismo tiempo, moldearon el devenir nacional de las siguientes décadas.

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