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La educación que Jalisco se debe

Por Carlos E. Martínez Villaseñor

Abogado

En Jalisco, hablar de educación media superior es hablar de una deuda histórica. Promesas han sobrado en cada sexenio, pero pocas veces se ha intentado un replanteamiento de fondo. Hoy, con el anuncio del “Nuevo Modelo de Educación al Estilo Jalisco”, surge la expectativa de que, por fin, se reconozca que no basta con rehabilitar aulas o entregar becas: se requiere una transformación real que prepare a los jóvenes para un mundo competitivo, bilingüe, tecnológico y cambiante.

Durante el sexenio de Aristóteles Sandoval, los esfuerzos se centraron en ampliar cobertura y becas, con algunos proyectos de infraestructura y digitalización que quedaron truncos. El gobierno de Enrique Alfaro, por su parte, rehabilitó más de 800 planteles, invirtió en techos, electrificación, baños y mantenimiento, pero el salto cualitativo hacia innovación tecnológica, inglés o competencias laborales quedó pendiente. Hoy, con Pablo Lemus, el desafío se formula en términos más ambiciosos: que los jóvenes no solo terminen la preparatoria, sino que salgan preparados para el mercado laboral global y la vida universitaria con herramientas de pensamiento crítico, dominio digital y perspectiva internacional.

El diagnóstico nacional confirma la urgencia. Según datos de la SEP y del INEE, la cobertura de media superior para jóvenes de 15 a 17 años apenas ronda el 80%, y en estados con fuerte dispersión territorial como Jalisco, la cifra se reduce en zonas rurales. México, en pruebas PISA 2022, se ubicó por debajo del promedio de la OCDE: solo uno de cada tres estudiantes alcanza los niveles básicos en matemáticas, lectura y ciencias. Mientras tanto, países como Corea del Sur, Finlandia o incluso Chile han integrado a sus programas de media superior esquemas duales con empresas, certificaciones internacionales y enseñanza de segunda lengua como requisito. Frente a ese escenario, Jalisco debe reconocer que el tiempo juega en contra: cada generación que egresa sin competencias plenas es un paso más en el rezago estructural.

El papel de la Universidad de Guadalajara será crucial. Con su red de preparatorias y centros universitarios, la UdeG puede ser el motor que dé coherencia al modelo: homologar planes, ofrecer laboratorios y bibliotecas, capacitar docentes, certificar competencias y articularse con la iniciativa privada para prácticas laborales y pasantías. Sin embargo, hasta ahora no hay claridad total sobre su rol ni sobre el presupuesto que le será asignado dentro del nuevo esquema. La pregunta no es menor: ¿cómo se logrará que subsistemas estatales y federales trabajen en sintonía con la universidad pública más grande del estado? La respuesta definirá el éxito o fracaso del modelo.

En términos de infraestructura, Jalisco tiene luces y sombras. Las preparatorias urbanas en Guadalajara, Zapopan o Lagos de Moreno cuentan con laboratorios, conectividad y mejores instalaciones. Pero en municipios del norte, la costa o la región sur, muchas escuelas carecen de internet estable, transporte suficiente para los alumnos o maestros capacitados en enseñanza digital. La brecha urbano-rural sigue siendo profunda, y un modelo educativo que no se piense en clave territorial está condenado a reproducir desigualdades. El reto de Lemus es evitar que el “nuevo modelo” se convierta en un privilegio de la metrópoli y no en un derecho para todo el estado.

El anuncio oficial incluye elementos valiosos: énfasis en inglés, uso de tecnologías, impulso a la innovación y el emprendimiento, certificaciones en competencias laborales. Pero más allá del discurso, lo que cuenta es la implementación. ¿Cómo se financiará la capacitación docente en nuevas metodologías? ¿De qué manera se reducirá la relación alumno-profesor en aulas saturadas? ¿Qué incentivos tendrán las escuelas técnicas para vincularse con empresas y sectores productivos? ¿Qué esquema garantizará que los estudiantes de las regiones rurales tengan las mismas oportunidades que los de la capital? Sin esas respuestas, el modelo corre el riesgo de ser una buena intención más.

Comparado con otros países, México arrastra décadas de rezago. La inversión en educación media superior no llega al 4% del PIB, mientras que naciones de la OCDE destinan entre 6% y 8%. Los planes en países líderes incluyen proyectos interdisciplinarios, innovación científica, integración de artes y humanidades con tecnología, y políticas de largo plazo que trascienden gobiernos. En contraste, aquí solemos reinventar el modelo cada sexenio. Jalisco necesita romper ese ciclo y fijar una ruta sostenida que garantice continuidad más allá del gobierno en turno.

Jalisco necesita hoy un modelo que no solo gradúe estudiantes, sino que forme profesionistas completos, capaces de competir globalmente y de aportar soluciones locales.

La educación que Jalisco se debe no es solo un tema de aulas pintadas o tabletas repartidas: es la formación integral de ciudadanos críticos, preparados para adaptarse a un mundo que cambia a gran velocidad. El nuevo modelo anunciado por Lemus abre una ventana de esperanza, pero exige realismo: inversión, coordinación con la UdeG, equidad territorial y evaluación permanente. De otra forma, la brecha con el mundo seguirá creciendo y las palabras se perderán en el eco de los discursos.

Jalisco necesita hoy un modelo que no solo gradúe estudiantes, sino que forme profesionistas completos, capaces de competir globalmente y de aportar soluciones locales. Esa es la educación que el estado se debe a sí mismo.

 

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