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Joyitas del breviario económico

Por Alfonso Gómez Godínez

@ponchogomezg

Esta semana Rodrigo Mariscal Paredes, titular de la Unidad de Planeación Económica de la secretaria de Hacienda, afirmó que “sí hubiera una recesión los hogares mexicanos tienen ahorita ahorros suficientes y su hoja de balance está bastante fuerte para poder afrontar una situación de recesión”. El citado funcionario remató diciendo que los “ahorros de los ciudadanos han venido creciendo” y ya se está por encima de la tendencia que se tenía antes. Sin duda, una joyita retorica que se incluye al breviario económico nacional.

La cuestionable aseveración del funcionario hacendario nos abre la memoria para recordar otras frases célebres en materia económica que causaron furor en su momento.  “El desempleo es un mito genial”, afirmó con autoridad y formalidad don Pedro Aspe Armella en su carácter de secretario de Hacienda en el gobierno de Carlos Salinas ante estudiantes del prestigiado ITAM. La reacción de los sindicatos y de la academia fue brutal ante dicha aseveración.

No podemos olvidar la singular expresión de otro secretario de Hacienda cargado de un gran prestigio intelectual y reconocimiento internacional, don Jesús Silva Herzog, ya que, en medio de una profunda crisis económica con el riesgo de una insolvencia de pagos del sistema financiero, sostuvo en agosto de 1982 que en realidad lo que vivíamos era “un problema de caja”. Ese problema de “caja” se iba a convertir durante el sexenio de 1982 a 1988 en una profunda crisis recesiva con alta inflación y constantes devaluaciones.

Por supuesto, otras joyitas, en este caso del presidente López Portillo, nos remite a su pronóstico económico sobre el futuro de México donde sostenía que teníamos que prepararnos para “administrar la abundancia”. De la misma manera, es justo recordar la frase de que “defenderemos el peso como un perro”. La realidad es que la promesa de la abundancia se tradujo en austeridad y pobreza; la defensa del peso resultó en macro devaluaciones. La supuesta abundancia que nos iba a generar la riqueza petrolera se derrochó y se perdió una oportunidad histórica que otros países como Noruega o del Medio Oriente aprovecharon con una gran visión y sentido de responsabilidad.

No puedo olvidar la máxima patentada por el presidente Luis Echeverría: “la economía se maneja desde Los Pinos” al enfrentar y despedir a su secretario de Hacienda, Hugo B. Margain, por no coincidir con propuestas fiscales. El criterio político y de concentración de poder que asumió Echeverria trajo consecuencias funestas en los años por venir.

El diagnóstico del “catarrito” de Agustín Carstens, secretario de Hacienda de Calderón, ante la eminente crisis de 2008 y que se tradujo en severa pulmonía, también alimentan el breviario del economista.

Estoy convencido de que los economistas tenemos diversas tentaciones para pecar. Nuestra profesión puede tener muchas virtudes, pero también nos acechan pasiones y vicios que provocan que la economía pierde su esencia científica y se rebaja a la categoría de conjuro cuando recurrimos a fórmulas mágicas y/o al negacionismo cuando la emoción y los prejuicios son la guía de nuestros diagnósticos y propuestas.

Pecamos cuando salimos por la puerta falsa del dogma y pontificamos sobre axiomas y creencias; también pecamos cuando salimos a defender lo indefendible cuando intercambiamos nuestro conocimiento por intereses políticos, económicos e ideológicos. En referencia a los 7 pecados capitales, creo que los economistas pecamos por caer en la tentación del ocio, por dejarnos llevar por la pereza intelectual, por ser soberbios y pensar que somos poseedores de la verdad, por la avaricia al vendernos al mejor postor, por la lujuria y la gula que nos ofrece el poder, pero también por la ira y la envidia que nos provoca nuestra ignorancia.

 

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