Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

Dos siglos de relaciones entre México y Estados Unidos

Pese a la desigualdad entre ambos países y lo extenso de su frontera, sólo una vez han tenido un enfrentamiento bélico.

Por Alfredo Arnold

El pasado día de la Virgen de Guadalupe, los gobiernos de México y de Estados Unidos celebraron discretamente 200 años de relaciones diplomáticas entre ambos países.

En efecto, fue el 12 de diciembre de 1822 cuando José Manuel Zozaya fue nombrado ministro plenipotenciario del Imperio que encabezaba Agustín de Iturbide, ante el gobierno estadunidense que presidía James Monroe.

Las relaciones entre México y Estados Unidos han sido complicadas desde los tiempos de la Independencia. Cuando llegó el primer representante oficial del gobierno norteamericano, Joel Poinsett, quedaron al descubierto sus intenciones expansionistas a costa del territorio mexicano.

Sólo en una ocasión las cosas se pusieron realmente feas, fue entre 1846 y 1848 cuando ambos ejércitos llegaron a las armas y finalmente nos costó una invasión y la pérdida de la mitad del territorio. El 16 de septiembre de 1847 la bandera de las barras y las estrellas ondeaba en Palacio Nacional.

Pero incidentes, ha habido varios. ¿Cómo olvidar la actuación del embajador Harry Lane Wilson, en el golpe de estado y asesinato de Madero? ¿O la del embajador Dwight Morrow para favorecer el Maximato de Calles y liquidar el movimiento cristero? ¿O la amenaza del muro y los aranceles, del presidente Trump, para obligar a México a contener la migración?

Agustín de Iturbide.

Con 3,152 kilómetros de frontera y varias ciudades que comparten la línea divisoria entre los dos países, la relación de vecinos entre México y Estados Unidos es ciertamente desigual, pero afortunadamente sólo en una ocasión fue de carácter bélico, mientras que en otras fronteras del mundo la situación ha sido y es verdaderamente grave. Hoy, los dólares derivados de las remesas, el comercio y el turismo, mantienen a flote la economía mexicana.

En estos 200 años, hemos aprendido a vivir como el hermano mayor –ellos— y el menor –nosotros–.

Por cierto, algo que no se recordó en la ceremonia de 200 años de relaciones, es que antes de la Independencia y precisamente el 13 de diciembre de 1810 (hace 212 años), Hidalgo y Allende, que se encontraban en Guadalajara y repartían cargos de lo que pretendían fuera el gobierno insurgente, nombraron a Pascasio Ortiz de Letona como su representante ante la Casa Blanca, pero éste fue descubierto en el camino por el ejército virreinal y nunca llegó a su destino.

LA INFLUENCIA DE POINSETT

Un hombre clave en las relaciones México-norteamericanas en el tormentoso siglo XIX fue Joel Roberts Poinsett. Fue un brillante químico, farmacéutico, biólogo y cirujano; un incansable viajero. Estuvo en Inglaterra, Portugal, Prusia y Francia; en Rusia fue invitado a la corte del zar Alejandro I; viajó al Canadá, a Brasil, Argentina, Chile y Perú; fue diputado en su país. Conocía como nadie la decadencia de los regímenes imperiales de Europa y la pobreza de los pueblos latinoamericanos. Nadie mejor que él para promover en el extranjero a los Estados Unidos.

Escribió José Iturriaga que el objetivo de Poinsett era «hacer adeptos hacia el sistema democrático estadunidense; defender la Doctrina Monroe contra la tendencia mexicana de concertar alianzas con Europa; vindicar el prestigio de los Estados Unidos en donde hubiese, velado o manifiesto, protectorado británico; insistir en el principio de ‘nación más favorecida’ comercialmente, cuando el gobierno de México otorgara concesiones recíprocas a los estados hispanoamericanos; protestar en contra de cualquier ley perjudicial al comercio de Norteamérica; oponerse a los ardientes intentos de México sobre Cuba, y adquirir territorio mexicano en el momento más oportuno».

Creía en el “destino manifiesto” de Estados Unidos, el derecho de los norteamericanos blancos de habla inglesa para sustituir con su democracia e ideales protestantes los territorios deshabitados o poblados por nativos, o mestizos y españoles católicos.

James Monroe.

Poinsett vivió dos épocas en México, una encubierto como simple visitante extranjero y otra como embajador oficial. En ambas realizó esfuerzos para que México le vendiera el territorio de Texas a Estados Unidos. Ante la negativa, primero de Iturbide y después del gobierno republicano, se las ingenió para colonizar y luego apropiarse de ese estado, por el que llegó a ofrecer hasta cinco millones de dólares.

Poinsett hizo eficientemente el trabajo que se le había encomendado: acercó a México a los Estados Unidos y consiguió quedarse con Texas (después se quedarían con mucho más).

Existe una nota muy curiosa escrita por Poinsett, probablemente la redactó después de haberse reunido con Iturbide, de quien hizo la siguiente descripción:

“Hoy en la mañana fui presentado a Su Majestad. El Emperador estaba en su gabinete y nos acogió con suma cortesía. Con él estaban dos de sus favoritos. Nos sentamos todos y conversó con nosotros durante media hora, de modo llano y condescendiente, aprovechando la ocasión para elogiar a los Estados Unidos, así como a nuestras instituciones, y para deplorar que no fueran idóneas para las circunstancias de su país. Modestamente insinuó que había cedido, contra su voluntad, a los deseos de su pueblo y que se había visto obligado a permitir que colocara la corona sobre sus sienes para impedir el desgobierno y la anarquía. Su estatura es de unos cinco pies y diez u once pulgadas, es de complexión robusta y bien proporcionado; su cara es ovalada y sus facciones son muy buenas, excepto los ojos que siempre miran hacia abajo o para otro lado. Su pelo es castaño, con patillas rojizas, y su tez es rubicunda, más de alemán que de español”.

Hasta ahí todo iba bien, pero enseguida utilizó la pluma para dibujar con palabras el otro lado de la moneda, ya fuera real, desfigurada o completamente tendenciosa: “No pienso repetir las versiones que oigo a diario acerca del carácter y de la conducta de este hombre. Antes de la última revolución en la que triunfó, tuvo el mando de una pequeña fuerza al servicio de los realistas y se le acusa de haber sido el más cruel y sanguinario perseguidor de los patriotas y de no haber perdonado nunca a un solo prisionero. Sus cartas oficiales al virrey comprueban este hecho. En una sociedad que no se distingue por su estricta moral, él se destacó por su inmoralidad. Su usurpación de la autoridad principal fue de lo más notorio e injustificado y su ejercicio del poder ha sido arbitrario y tiránico”.

Y remataba la nota con su opinión sobre la precariedad de las finanzas del Imperio el deseo de los pueblos de ser “liberados” por Estados Unidos: “(Iturbide) ha atraído a los jefes, oficiales y soldados a su persona, y mientras disponga de los medios de pagarles y recompensarles, se sostendrá en el trono. Cuando le falten tales medios, lo arrojarán de él (…) Sabedor del estado de sus finanzas y de las consecuencias probables para él de la falta de fondos, está desplegando grandes esfuerzos para negociar empréstitos en Inglaterra, y es posible que logre su objeto (…) Entre todos los gobiernos de la América española existe un deseo muy fuerte de conciliar a la Gran Bretaña y aunque el pueblo mismo en todas partes siente mayores simpatías por nosotros, los gobiernos intentan uniforme y ansiosamente instituir relaciones diplomáticas (con los ingleses)”.

Así era Poinsett y bajo este tenor comenzaron hace 200 años las relaciones diplomáticas entre México y los Estados Unidos.

 

 

 

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