Las esposas de Maximiliano y de Juárez enfrentaron en distintos escenarios políticos sus propias realidades.
Por Alfredo Arnold
La entrada triunfal de Agustín Iturbide a México aquel 27 de septiembre de 1821 con la que culminó la Guerra de Independencia iniciada por Miguel Hidalgo en 1810, no trajo la paz como podrían haber esperado los jefes militares, los miles de soldados integrantes del Ejército Trigarante –hermanos enfrentados entre sí– y los habitantes de la capital y la provincia de la Nueva España.
Todavía quedaba mucha guerra por transcurrir ya que poco tiempo después, aquel primer Imperio Mexicano fue desconocido para dar paso a la República, que tardó más de medio siglo en consolidarse. Los bandos de liberales y conservadores estaban permanente enfrentados. El principal “castigo” por tal desunión fue la pérdida de la mitad del territorio nacional en favor de los Estados Unidos. Pero ni eso calmó los vientos de enemistad entre los dos bandos mexicanos.
En ese ambiente nacional ocurrió la invasión francesa. Llegaron los galos dispuestos a cobrar una deuda que México no podía pagar y los enemigos del régimen dominante en aquel momento aprovecharon la coyuntura para ofrecer el gobierno de la nación a un príncipe europeo, a Maximiliano de Habsburgo. Ese arreglo satisfizo a Francia provocando el repliegue del presidente Juárez rumbo al norte del país y el establecimiento del Segundo Imperio, que oficialmente sería considerado como el restablecimiento del que instauró Iturbide en el momento de la independencia y que incluso contemplaba que uno de sus hijos sería el heredero del príncipe austriaco.
Maximiliano de Austria y su esposa Carlota de Bélgica se instalaron en el gobierno, en tanto que Juárez se replegó a la frontera con Estados Unidos y desde allá continuó su lucha por recuperar el poder.
Esta situación duró tres años y dos meses, del 8 de diciembre de 1861 al 21 de junio de 1867. Maximiliano en el castillo de Chapultepec y Juárez en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez).
En ese tiempo, dos mujeres desempeñaron un protagonismo que influyó enormemente en el resultado final de la contienda entre Juárez y Maximiliano; por un lado, la esposa de don Benito, Margarita Maza y por el otro, la joven esposa de Maximiliano, la emperatriz Carlota.
MARGARITA MAZA
Margarita Eustaquia Maza Parada, oaxaqueña de familia acomodada que había contraído matrimonio con el ya no tan joven Juárez cuando ella tenía 17 años, se fue a vivir a Estados Unidos donde fue recibida muy bien recibida a pesar de que los norteamericanos también batallaban con su Guerra Civil. Vivió en Nueva York con sus hijos, y fue recibida por el presidente Andrew Johnson.
Al término de la guerra mexicana, Margarita fue llevada a Veracruz en un barco que puso el gobierno norteamericano para ella, sus hijos y demás parientes. Llegó a la capital, se reunió con su triunfante esposo y permaneció con él hasta el día en que la sorprendió la muerte en 1871.
Margarita dio a luz a doce hijos y al morir tenía solamente 45 años.
CARLOTA
La joven esposa de Maximiliano viajó a Europa para dar cuenta de la situación mexicana ante el rey de Francia, Napoleón III, quien estaba casado con Eugenia de Montijo, prima de Carlota. Su viaje fue infructuoso, los soldados franceses ya habían iniciado su salida de México, dejando solo a Maximiliano.
La emperatriz de México, hija del rey Leopoldo de Bélgica, archiduquesa de Austria y poseedora de varios títulos más, que tenía el larguísimo nombre de María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia Coburgo y Ghota, al no ser atendida por Napoleón III fue luego con el Papa Pío IX y se cree que fue en El Vaticano cuando comenzó a dar señales de demencia.
La recogió su hermano y la llevó a Bélgica, donde vivió largos años en un castillo desde donde añoraba a su esposo, sin saber que Maximiliano había sido fusilado varios años atrás. Carlota murió a los 84 años.
Margarita Maza y la emperatriz Carlota fueron dos mujeres que vivieron desde extremos opuestos uno de los episodios más relevantes en la historia de México. Dos mujeres valientes, patriotas y abnegadas, cuyas acciones reales hoy parecen leyenda.